Vivo la realidad universitaria y de las escuelas de negocio con cierta proximidad. Aunque no soy estudiante, ni profesor universitario, mantengo una relación constante por razones profesionales (búsqueda activa de talento) y por mi propia actividad docente, continuada y en diferentes instituciones, desde hace más de diez años hasta hoy. Una actividad vocacional que me ha procurado de todo, especialmente satisfacción, y que sin duda me ha mejorado como persona y profesional.
A pesar del balance positivo, no ha sido una experiencia fácil. El lado menos atractivo ha sido conocer las instituciones por dentro y constato que mi opinión ha ido evolucionando a medida que iba conociendo más a fondo esa realidad. Ha llegado el momento de exteriorizar mi opinión y compartirla.
Lo que hasta ahora eran defectos más o menos transigibles, hoy aparecen como grandes debilidades que hacen preveer enormes amenazas. Lo que en el pasado era perdonable, hoy ya no lo es. El problema de la universidad y también de las escuelas de negocio, da para muchos blogs. Como resumirlo es imposible, he procurado sintetizarlo en diez cuestiones que me han parecido más relevantes –para mí-, no referidas a ninguna institución en concreto, sino al conjunto de ellas.
- Inmovilismo y lentitud. Sus estructuras y procedimientos son herencia del pasado y encajan perfectamente bien con unos intereses ultra conservadores.
- Falta capacidad de adaptación. No hay ser un hacha para comprobar el desfase entre las titulaciones, programas, vigencia de los contenidos y la realidad del mercado. Programas donde lo único actualizado es el precio.
- Endogamia para perpetuar su reino de taifas
- Proteccionismo o cómo defender su chiringuito: la sobreprotección hacia los que forman parte del sistema es, además de peligroso para ellos, una vergüenza para el resto de mortales. La obligación de “hay que meter más doctores universitarios” en un máster para cumplir con la normativa me parece…
- La gran mentira de las titulaciones. Poco a poco va quedando clara la importancia relativa de la titulación. Hasta no hace mucho, lo importante era conseguir “ese pedazo de papel”, hoy eso no es garantía de nada.
- La bolsa de trabajo: vergonzoso, generalizo y eso es injusto. Jamás he visto tanta incompetencia concentrada en las universidades y sus unidades estudios de posgrado. Algunos me dirán que no son agencias de empleo, ni head-hunters… al menos no hasta ahora, pero exactamente ¿para qué creen que pagan los alumnos?
- El profesorado ¿protagonistas, actores de reparto o extras? ¿De quién es el negocio? De quién debería ser? El sistema temblará el día que unos cuantos de los numerosos –y habituales- docentes a escuelas de negocio y/o universidades, se planten y empiecen a reclamar una compensación acorde con el dinero que generan sus participaciones en diferentes cursos, postgrados, masters, etc.. ¿Qué pone la institución? La reputación de la marca? La comercialización?La sala y el proyector? El título? …¿Tendremos una revolución de los docentes?
- La excusa del emprendedor. Lo de invocar al ‘espíritu emprendedor’ les viene grande, tarde y mal. Aunque no debiera ser así, ‘Universidad’ y ‘Emprender’ es todavía hoy, un oxímoron.
- La trampa de los parques tecnológicos: dejaré para otro post lo de la no-gestión de los parques tecnológicos. Demasiados casos, cartón piedra, fuegos artificiales,..Quizás algún día entiendan que eso no va de negocio inmobiliario, muy tarde para algunos que no saben como tapar el agujero
- La marca no lo aguanta todo indefinidamente
A la vista de este panorama es previsible que la competencia se recrudezca. Están surgiendo nuevos competidores, que promueven experiencias diferenciadas, con más instinto digital o con nuevos modelos más ajustados a la realidad.
Nadie tiene el monopolio del conocimiento y la formación, ni tan siquiera las universidades o las escuelas de negocios.