Probablemente éste sea uno de los momentos más delicados de nuestra historia reciente. La intervención económica de la UE de la economía española ya es un hecho. Merkel y compañía han puesto deberes al gobierno español. La escenificación que Obama –el amigo americano- llame a ZP para asegurarse que tomará más medidas para reducir déficit, es que los deberes son de obligado cumplimiento.
Hay más por donde recortar. Habría sido una ocasión magnífica para meter mano al sueldo de los funcionarios, aumentar la poda en empresas públicas y recortar las prácticas ancestrales de clientelismo. Esas que dan votos, pero que tienen consecuencias siniestras para una economía de verdad.
Ya puestos, convendría dar un pequeño repaso al sector bancario y su desvergüenza. Hace unos días leía que la alta dirección de algunas cajas de ahorro se había subido más de un 30% sus planes de pensiones. Es el chocolate del loro, dirán algunos. Pero por algún sitio habrá que empezar. ¿No son estos los mismos que han estado jugando a la banca-casino los últimos años y que ahora entre todos nos toca pagar la fiesta?
La banca a lo suyo. Por encima del bien y del mal. Sin fiarse ni de su sombra, pero poniendo la mano cuando hay problemas. Y los ciudadanos a pagar.
Lo que ha cambiado
Aquí todos tienen que pedalear. No puede ser que algunos subamos el Tourmalet y otros disimulen paladear agarrados cobardemente al coche del director del equipo. Eso no sólo no es ético, no vale y encima cabrea a los que vamos con la lengua fuera.
Hay que arriesgar, hacer sacrificios. Hacer más con menos. Toca dar un paso al frente, pero no siempre puede tocar a los mismos. Ya no.