Nadie ha visto realmente “el contrato social” y mucho menos lo ha firmado, lo que probablemente explica por qué hay tanto desacuerdo sobre lo que realmente contiene. 

s/Wikipedia: «El contrato social es un acuerdo realizado en el interior de un grupo por sus miembros, como por ejemplo el que se adquiere en un Estado en relación con sus derechos y deberes y los de sus ciudadanos».

En su nuevo libro ‘Lo que nos debemos unos a otros: un nuevo contrato social’, Minouche Shafik se propone explicar qué es el contrato social, por qué se rompe y qué podemos hacer para solucionarlo.

Minouche Shafik nacida en Egipto y con solo 36 años, se convirtió en la vicepresidenta más joven del Banco Mundial y ha ocupado muchos cargos prestigiosos desde que se incluyó al vicegobernador del Banco de Inglaterra. Actualmente es directora de la London School of Economics. Este breve ‘currículum’ la hace sonar como la última ‘insider’ del establishment, y también da credibilidad y sustento a su análisis.

Lo que nos debemos unos a otros de Minouche Shafik, nos brinda claves interesantes para reformular un contrato social en crisis y adaptarlo a la realidad de un presente y un futuro que tiene que afrontar nuevos retos con nuevas respuestas. Con un enfoque que va más allá de la simple teoría, Shafik hace gala de su profundo conocimiento y experiencia para plantear una batería de medidas algunas de ellas discutibles que, sin duda, contribuyen a un debate político y social que es imprescindible.

Lo que nos debemos unos a otros está organizado con arreglo a las etapas de la vida por las que la mayoría pasamos: criar a los hijos, ir al colegio, enfermar, encontrar trabajo y envejecer.

Vivimos en una época en la que, en muchas sociedades, las personas se sienten decepcionadas con el contrato social y la vida que ese le ofrece (“arquitectura de oportunidades”). Aunque el mundo ha progresado espectacularmente en los últimos 50 años, ellos opinan que “el sistema” no está funcionando en su caso.

El descontento es generalizado

Cuatro de cada cinco personas en China, Europa, India y Estados Unidos sienten que el sistema no les está funcionando, y en la mayoría de las economías avanzadas los padres temen que sus hijos estén peor que ellos. La pandemia fue un gran revelador, ya que golpeó a los más vulnerables —los ancianos, los enfermos, las mujeres y los trabajadores precarios— con mayor dureza y agudizó las desigualdades existentes.

La mayor parte de esta desafección se deriva del fracaso de los contratos sociales existentes para cumplir con las expectativas de seguridad y oportunidad de las personas. Los viejos arreglos han sido rotos por diversas fuerzas, incluidas aquellas cuyo impacto general en la sociedad ha sido positivo. Estos incluyen el cambio tecnológico, que está revolucionando el trabajo, y la entrada de mujeres cada vez más educadas en el mercado laboral, lo que interfiere con su capacidad de cuidar a jóvenes y ancianos de forma gratuita. De cara al futuro, el envejecimiento de la población significa que tendremos que encontrar nuevas formas de apoyar a las personas mayores, y el cambio climático nos obliga a trabajar aún más para hacer que el mundo sea ambientalmente sostenible.

Sin embargo, la buena noticia es que es posible un nuevo contrato social que satisfaga la necesidad de seguridad y oportunidades de las personas y, al mismo tiempo, aborde los desafíos que afectan a la sociedad en su conjunto. Este nuevo contrato social depende de tres pilares: seguridad, riesgo compartido y oportunidad. ¿Qué significaría esto en la práctica?

Seguridad

Los mercados laborales se han vuelto más flexibles y el trabajo informal es ahora una característica común de la vida tanto en las economías en desarrollo como en las avanzadas. Cada vez más, estamos solos en la sociedad: los trabajadores asumen el riesgo cuando se trata de sus ingresos, cuántas horas trabajan y cómo se las arreglan si están enfermos o desempleados. La balanza se ha inclinado demasiado hacia la flexibilidad de los empleadores a expensas de la seguridad de los trabajadores.

Toda sociedad puede poner un piso a los ingresos por debajo del cual nadie puede caer. Esto se puede lograr a través de programas de transferencia de efectivo en economías en desarrollo o créditos fiscales para trabajadores de bajos salarios en economías avanzadas. Como mínimo, las sociedades deberían garantizar el acceso a un paquete básico de atención médica y una pensión estatal mínima para evitar la indigencia en la vejez. La licencia por enfermedad, el seguro de desempleo y el acceso a la recapacitación deben proporcionarse independientemente del tipo de contrato de trabajo. En las economías en desarrollo, esto significa traer más trabajadores al sector formal; en las economías avanzadas significa exigir que los empleadores paguen beneficios a los trabajadores flexibles. La conclusión es que todos deben tener un nivel mínimo de seguridad para una vida digna.

Riesgo compartido

Demasiados riesgos en nuestra sociedad los asumen los individuos cuando serían gestionados de manera más eficiente por otros o colectivamente. La flexibilidad del empleador cuando se trata de poder contratar y despedir trabajadores según las condiciones del mercado es factible si se garantiza a los trabajadores un seguro de desempleo y capacitación hasta que encuentren un nuevo trabajo. Los riesgos de las conmociones económicas deben ser compartidos por los empleadores y la sociedad en su conjunto y no atribuirse únicamente a los individuos.

Es necesario que se produzca un reequilibrio similar de los riesgos en torno al cuidado de los niños, la salud y la vejez. No está claro por qué, por ejemplo, los costos de la licencia parental generalmente corren a cargo de los empleadores cuando su financiación a través de los impuestos generales crearía un campo de juego más equitativo para hombres y mujeres en el mercado laboral y sería una carga menor para las empresas, especialmente los más pequeños.

De manera similar, muchos riesgos para la salud se manejan de manera más eficiente al agruparlos en una gran población mientras se motiva fuertemente a las personas a manejar los riesgos a través de la dieta y el ejercicio. Vincular las edades de jubilación a la esperanza de vida garantizaría que las personas ahorren lo suficiente para su jubilación. La seguridad financiera en la vejez puede financiarse a través de los impuestos generales en lugar de vincularla al empleo, como suele ser el caso, pero la inscripción automática en planes de pensiones y seguros para el cuidado de la vejez brindaría a las personas más seguridad al final de sus vidas.

Oportunidad

Con demasiada frecuencia, el talento se desperdicia porque a las personas no se les dan oportunidades para avanzar. En Dinamarca, por ejemplo, se necesitan en promedio alrededor de dos generaciones para que una persona ascienda de ingresos bajos a medios; en Reino Unido y Estados Unidos se necesitan cinco; y en países como Brasil, Colombia y Sudáfrica lleva más de nueve generaciones. En la mayoría de los países, la arquitectura de oportunidades tiende a frenar a las mujeres, las minorías y los niños nacidos en familias, o en lugares, que son pobres.

Aprovechar los talentos de todos no es solo una cuestión de equidad; también es bueno para la economía. Sin embargo, aprovechar los talentos de todos no es solo una cuestión de equidad; también es bueno para la economía. Por ejemplo, un mejor uso de todo el talento en la sociedad explica entre el 20 y el 40 por ciento de las ganancias de productividad en la economía estadounidense entre 1960 y 2010. En lugar de recurrir a un grupo de talentos limitado de hombres principalmente blancos, los cambios en las leyes y normas significaron que los empleadores podían elegir entre un grupo más amplio de habilidades y asignar a las personas los trabajos que más les convenían. De manera similar, si los “Einsteins perdidos” de hoy (mujeres, minorías y personas con bajos ingresos) pudieran innovar en la misma medida que los hombres blancos de familias de altos ingresos, la tasa de avances podría cuadruplicarse.

¿Cómo podemos aprovechar todo ese talento? Comenzar temprano: los primeros 1000 días de vida son los más importantes para el desarrollo del cerebro. Intervenir durante este período es la forma más eficiente de igualar las oportunidades y proporcionar las habilidades fundamentales para el aprendizaje futuro.

La nutrición adicional para los niños en edad preescolar y la ayuda con las habilidades de crianza también contribuyen a obtener mejores resultados educativos y mayores ingresos en el futuro. Por ejemplo, en Jamaica, los niños pequeños visitados solo una vez a la semana por un trabajador de la salud de la comunidad ganaban un 42 % más 20 años después que los niños que no recibieron ese apoyo.

Todos los jóvenes deberían tener derecho a la educación y la formación y a una dotación de por vida para pagar el desarrollo de habilidades adicionales en lo que serán carreras mucho más largas. Cientos de estudios sobre el aprendizaje de adultos demuestran cómo los vínculos sólidos con los empleadores, la intervención temprana y la financiación sostenida pueden mantener a las personas en el trabajo y contribuyendo a la sociedad.

Si bien la mayoría de los países han igualado las oportunidades educativas para niños, las mujeres todavía están en desventaja en el lugar de trabajo porque realizan alrededor de dos horas al día más de trabajo doméstico no remunerado que los hombres. Una licencia parental más generosa, la financiación pública para apoyar a las familias y una división más justa del trabajo en el hogar harían un mejor uso del talento femenino y permitirían que más personas contribuyeran al bien común.

¿Un nuevo contrato social o un campo minado?

Pero no hay soluciones mágicas, lo que encontramos es que, desde la premisa hasta los detalles, Lo que nos debemos unos a otros’ es un campo minado para cualquier persona con una disposición mínimamente conservadora o una cosmovisión individualista («La sociedad lo es todo«).

El propósito del libro es exponer las dificultades a las que nos enfrentamos y proporciona un menú de alternativas para fundar un mejor contrato social al propósito de las familias, la educación, la salud, el trabajo, la vejez y los deberes entre las generaciones. Aunque no pretende venderlo como modelo, “sí señala una dirección económicamente viable por la que avanzar”.

La receta mágica de Shafik

En primer lugar, hay que destacar que la autora afirma convencida que los bajo tipos de interés ayudarían a solucionar el desaguisado de la deuda pública (What We Owe Each Other fue publicado en marzo de 2021). No está de más, recordar que la autora ha sido a vicepresidenta del Banco Mundial, vicegobernadora del Banco de Inglaterra encargada de los mercados y los servicios bancarios, y miembro del Comité de la Política Monetaria del Banco de Inglaterra. Fue subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional, cargo que ocupó de 2011 a 2014, tras haber sido secretaria permanente del Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID) desde marzo de 2008…

Además de solución de la deuda pública, la síntesis de su receta es:

  • Incremento de la productividad. Este incremento se producirá a través de diferentes vías:
    • Desarrollar y optimizar el talento. Especialmente, gracias a la masiva incorporación de la mujer al mundo laboral y a la masiva de mano de obra de niños nacidos en familias pobres (“los Einsteins perdidos”) a empleos formales, o sea de los que tributan.Retrasar la fecha de la jubilación.
    • Digitalización: no podemos ignorar que otro de los motivo de la rezagada productividad avtual, es el lento y desigual avance de la innovación digital en diferentes ámbitos de la economía. Según estimaciones al respecto, y a pesar del impacto de la Covod-19, Europa en su conjunto solo funciona al 12% de su potencial digital, mientras que EEUU lo hace al 18%.
  • Replanteamiento de las políticas fiscales. Aka incrementar impuestos en las economías desarrolladas, especialmente a las rentas del capital, a las multinacionales que con su ingeniería financiera tributan migajas en sus paraísos fiscales.
  • Las empresas: además de incrementar el impuesto de sociedades, las empresas siempre aparecen como la solución a los problemas. Son los que crean empleo, y a su vez, tienen que asegurar el reciclaje permanente de sus empleados, una remuneración digna y ofrecer seguridad.

Conclusión

Hay mucho con lo que no estoy acuerdo con la autora, pero es un intento inteligente y honesto de abordar una amplia gama de problemas. No obstante, Shafik no evita por completo la trampa de confundir a la sociedad con el gobierno y hay demasiada insistencia en aumentar el gasto público. En realidad, en sus últimas páginas, trata de camuflar sus intenciones con “No se trata de aumentar el tamaño del Estado del bienestar, sino de invertir en las personas y de construir un nuevo sistema para compartir riesgos a fin de incrementar el bienestar general”. El nuevo contrato social no debería exigir más impuestos, sino una mayor creación de riqueza.

Foto de fauxels