Sigo con especial interés la intersección de la tecnología, los negocios y la política, con especial interés en la nueva economía espacial. En este terreno, Tim Fernholz es un periodista y escritor muy interesante. Fernholz es autor del libro Rocket Billionaires: Elon Musk, Jeff Bezos y la nueva carrera espacial (2018). El post de hoy es un resumen de su artículo How the US is preparing to fight — and win — a war in space.
Preparándose para la Guerra Espacial: Lecciones de los Primeros Conflictos
En 2017, el capitán Even Rogers participó como líder del Equipo Rojo en los primeros juegos de guerra espaciales a gran escala realizados por el ejército estadounidense. Este ejercicio, denominado «Bandera Espacial», reveló las deficiencias en la preparación para enfrentar conflictos reales en el espacio.
A medida que el acceso al espacio se vuelve más accesible, con un aumento notable en lanzamientos orbitales, y la tecnología espacial se vuelve disponible incluso para actores no estatales, como se evidenció en ataques de rebeldes hutíes en 2022, las preocupaciones sobre la seguridad en el espacio han aumentado significativamente. China, en particular, representa una preocupación creciente, y las tensiones geopolíticas y comerciales han elevado el riesgo de conflicto a niveles no vistos desde la Guerra Fría.
El espacio ya no es solo una cuestión de seguridad nacional; también es crucial para la economía global y diversas actividades humanas, desde la navegación hasta la exploración científica. Sin embargo, un conflicto espacial podría desencadenar consecuencias catastróficas, como la generación de basura espacial que bloquearía el acceso al espacio durante generaciones, como se evidenció cuando Rusia destruyó un satélite en 2021 (ver La amenaza de la basura espacial y el síndrome Kessler). Los informes sobre avances rusos en armas nucleares espaciales, aunque aún no desplegadas, plantean dudas sobre la estabilidad del Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967 y la capacidad de EE.UU. para contrarrestar tales amenazas.
Estas preocupaciones llevaron a la creación de la Fuerza Espacial, que busca prepararse para conflictos espaciales en un entorno donde el enemigo puede contraatacar. Brigadier general Todd Moore de STARCOM lidera los esfuerzos para desarrollar herramientas y estrategias para enfrentar los desafíos futuros. Rogers, cofundador de True Anomaly, una startup enfocada en proporcionar entrenamiento realista para la Fuerza Espacial, busca construir plataformas y sistemas de capacitación diseñados por y para operadores. Con una financiación inicial significativa y un equipo dedicado, True Anomaly tiene como objetivo no solo desarrollar simuladores realistas, sino también construir la nave espacial que será fundamental en la disuasión y victoria en futuros conflictos espaciales.
Una breve historia del armamento espacial
Una exhaustiva exploración de la evolución del armamento espacial a lo largo de la historia revela cómo este ámbito ha pasado de ser considerado un reino para entusiastas de la ciencia ficción a convertirse en un elemento crítico en las estrategias militares globales.
Durante las últimas dos décadas, el espacio parecía ser un territorio tranquilo para los militares, especialmente para figuras como el Capitán Even Rogers. Sin embargo, esta percepción se basaba en la ausencia de adversarios espaciales directos para Estados Unidos, ya que organizaciones como los talibanes, Al Qaeda e ISIS carecían de activos en órbita. Rusia, después de la Guerra Fría, no representaba una amenaza significativa en el espacio, y China aún no tenía la tecnología y los recursos financieros para competir en este ámbito.
A pesar de la aparente tranquilidad en el espacio, su importancia estratégica para Estados Unidos residía en su destacada superioridad tecnológica orbital. La capacidad de comunicarse con fuerzas militares remotas, dirigir armamento de precisión y llevar a cabo vigilancia a gran altitud mediante cámaras, radares y sensores, colocaba a Estados Unidos en una posición militar indiscutible. Sin embargo, esta supremacía no siempre fue tan evidente.
Durante la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética amenazaba con sus capacidades en órbita, la guerra espacial no era solo una posibilidad, sino una preocupación real. Aunque el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre prohibía armas de destrucción masiva en el espacio, dejaba margen para armamento convencional y otras formas de actividad militar en órbita. El desarrollo de armas antisatélite (ASAT) se convirtió en una realidad, destacándose la capacidad de destruir satélites con ojivas nucleares.
En la década de 1970, Estados Unidos avanzó en tecnología ASAT, evidenciando la importancia estratégica de los satélites espías en caso de un conflicto real. La administración Carter continuó esta política, llevando a la creación de un misil lanzable desde un F-15 contra satélites, demostrado en 1985 antes de ser cancelado en 1988. La Iniciativa de Defensa Estratégica de la administración Reagan, conocida como «Star Wars», también influyó en la carrera espacial y contribuyó al colapso del comunismo.
Después de años de relativa calma espacial, las tensiones entre Estados Unidos y sus rivales, particularmente con Rusia y China, revivieron la importancia de la preparación en el espacio. La anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 y el fortalecimiento militar de China generaron una nueva perspectiva sobre la seguridad espacial. Se plantea la posibilidad de un conflicto en el espacio, especialmente en el escenario temido de un ataque chino a Taiwán, donde la coordinación espacial sería esencial.
Rusia y China han demostrado activamente su capacidad para destruir satélites, creando una preocupante acumulación de basura espacial. Ambos países también exploran el uso de láseres y guerra electrónica contra satélites, según informes anuales. Estados Unidos, aunque cuenta con sistemas para bloquear y deslumbrar naves espaciales enemigas, se muestra más cauteloso en su divulgación. Existen misiles capaces de derribar satélites, pero las pruebas de este tipo de ataques son escasas desde 2008.
El llamado de atención sobre la militarización del espacio llevó a los diplomáticos estadounidenses a abogar por una moratoria en las pruebas de armas antisatélite que generan desechos espaciales, buscando condena internacional a los esfuerzos recientes de Rusia y China.
En conclusión, la historia del armamento espacial destaca cómo la percepción y la preparación en el espacio han evolucionado a lo largo de los años, desde la Guerra Fría hasta las tensiones actuales entre potencias mundiales. La creciente importancia estratégica del espacio y la necesidad de adaptarse a las nuevas realidades geopolíticas y tecnológicas impulsan la búsqueda continua de capacidades y tácticas espaciales efectivas.
El Futuro de la Guerra Espacial: Nuevos Desafíos y Estrategias
A lo largo de su carrera en la Fuerza Aérea, Rogers se destacó por sus innovadoras ideas sobre la operatividad de las naves espaciales militares. Él acuñó el término «maniobras de enfrentamiento orbital», posteriormente simplificado por el teniente coronel William Sanders como «peleas de perros con satélites». La visión de Rogers, compartida por otros líderes en el ámbito de la guerra, sugiere un escenario de guerra en mosaico: enjambres de plataformas orbitales autónomas armadas, coordinadas por miembros del servicio asistidos por IA (ver Army of None: armas autónomas y el futuro de la guerra).
Sin embargo, la realización de esta visión sigue siendo un desafío lejano para los ejércitos del mundo. En la actualidad, la Fuerza Espacial busca la sincronización de los operadores de sus naves espaciales existentes. Esto implica una coordinación y comunicación significativas entre operadores en un entorno dinámico, lo cual resalta la importancia de crear entornos de entrenamiento realistas, un enfoque principal de True Anomaly.
La visión de la Fuerza Espacial se alinea con este enfoque. Buscan que su nuevo complejo de entrenamiento, el NSTTC (National Space Test and Training Complex), proporcione la infraestructura necesaria para que los operadores trabajen en conjunto, de manera similar a cómo los aviones operan en campos de entrenamiento como Nellis en Nevada. Esto permitiría a los operadores aprender en el contexto de las acciones de sus compañeros, promoviendo una mayor cohesión y eficacia en las operaciones espaciales.
No obstante, la tecnología requerida para las «peleas de perros con satélites» es más compleja de lo que muchos suponen. La física de los viajes espaciales implica que el propulsor para los motores de cohetes es un recurso precioso, y la mayoría de los satélites están diseñados para transportar el mínimo de combustible necesario para maximizar la carga útil. Esto hace que la capacidad de maniobrar rápidamente sea costosa y técnica.
Por esta razón, la mayoría de las naves espaciales actuales carecen de la capacidad de respuesta ante un posible ataque. True Anomaly busca abordar esta brecha, desarrollando hardware que pueda implementarse en la Fuerza Espacial. Brian Weeden, experto en política espacial, compara este desafío con las contramedidas que emplean los aviones militares.
Los avances tecnológicos de Rusia y China plantean nuevas preocupaciones. Rusia ha desplegado «satélites inspectores» que pueden maniobrar cerca de naves espaciales estadounidenses, y China ha desarrollado naves con capacidades similares. Estos avances podrían alterar la dinámica en el espacio, ya que las naves espaciales son susceptibles a daños incluso por pequeñas colisiones.
Sin embargo, determinar si estas naves constituyen armamento es complicado. Por ejemplo, los Mission Extension Vehicles (MEV) de Northrop Grumman tienen aplicaciones pacíficas, como la prolongación de la vida útil de los satélites. Del mismo modo, la Fuerza Espacial opera el X-37B (Orbital Test Vehicle), una nave semiclasificada utilizada para pruebas de tecnología.
En este contexto, se hace evidente la necesidad de normas claras para las actividades en el espacio. Weeden enfatiza la importancia de establecer regulaciones para «acercamientos cercanos no coordinados», para evitar malentendidos y conflictos potenciales.
En palabras del General Moore, la incertidumbre sobre las intenciones de otras naves espaciales genera preocupaciones. El establecimiento de una comunicación clara y una comprensión mutua es esencial para mantener la estabilidad y la seguridad en el espacio.
El futuro de la guerra espacial dependerá en gran medida de la capacidad de los actores internacionales para cooperar y establecer normas que regulen las actividades en el espacio.
¿Cómo responderá Estados Unidos ante las armas espaciales chinas?
En 2021, surgieron rumores sobre la posible desclasificación de una nueva arma espacial por parte de Estados Unidos, como una manera de recordar a sus acérrimos rivales quién tenía el control. La especulación sobre qué podría incluir esta nueva arma se convirtió en tema de discusión entre analistas militares, entusiastas de la ciencia ficción y contratistas aeroespaciales que intentaban predecir las próximas inversiones.
El espacio, en particular, es el sector militar más clasificado, aún más que el programa nuclear. «El ejército estadounidense puede informar sobre la cantidad de B-2 y F-22 que posee; pero no divulga al mundo lo que tiene en órbita», señala Bateman. A pesar de las quejas sobre la sobreclasificación por parte de los comandantes de la Fuerza Espacial, alcanzar un consenso sobre qué revelar sigue siendo un desafío.
Breaking Defense, el medio que entregó la primicia informó que el presidente Joe Biden estaba considerando una demostración para degradar o destruir un satélite objetivo a instancias del entonces vicepresidente del Estado Mayor Conjunto, John Hyten. Aunque esta manifestación no se llevó a cabo, resaltó el debate interno sobre las capacidades de las armas antisatélite (ASAT). Algunos creen que estas armas pueden disuadir a los rivales de atacar satélites estadounidenses al amenazar sus propios activos en el espacio, mientras que otros dudan de su efectividad. Sin embargo, los oficiales de la Fuerza Espacial reconocen la necesidad de herramientas adicionales.
La evolución tecnológica ha cambiado el enfoque en la disuasión espacial. La arquitectura satelital ahora se centra en naves espaciales de bajo costo que pueden reemplazarse fácilmente, en lugar de unos pocos satélites costosos. Esto presenta desafíos para las armas que buscan disuadir a los rivales, ya que tendrían que ser capaces de destruir múltiples satélites para tener un impacto significativo, como lo demuestra la constelación de Internet por satélite Starlink de SpaceX.
Estados Unidos está explorando arquitecturas similares para sus redes de satélites a través de la Agencia de Desarrollo Espacial (SDA) del Departamento de Defensa. Sin embargo, China, al desarrollar sus capacidades espaciales más tarde, evitó una dependencia similar de sistemas costosos. «China no cometió el error de construir satélites multimillonarios que requieren una década para desarrollarse», señala Weeden.
La incertidumbre radica en cómo responder a la creciente capacidad espacial de China. «También tenemos la obligación de proteger la fuerza conjunta de las capacidades espaciales del adversario», destaca Moore. Un desafío constante es comprender las intenciones del adversario, lo que impulsa la necesidad de una mayor conciencia situacional en el espacio.
Por esta razón, True Anomaly está desarrollando autonomous orbital vehicle (AOV) Jackal, un satélite de imágenes de bajo costo destinado a operaciones de proximidad no cooperativas. Este vehículo podría aumentar el conocimiento situacional y servir como plataforma para entrenamiento en órbita y, posiblemente, armas en el espacio.
En resumen, los conflictos espaciales requieren una nueva forma de pensamiento estratégico y una adaptación a un entorno que sigue siendo incierto.