En un mundo donde abundan los libros sobre management y estrategia empresarial, This Is Strategy de Seth Godin se distingue por su enfoque práctico y directo. Mientras que muchos textos sobre estrategia se enredan en teorías complejas o en conceptos abstractos difíciles de aplicar, Godin adopta una perspectiva más accesible y accionable. Su propuesta se basa en entender cómo funcionan los sistemas, identificar las dinámicas culturales que impulsan el cambio y estructurar decisiones estratégicas de manera efectiva.

Con su estilo característico, Godin no solo ofrece una explicación clara de lo que realmente significa la estrategia, sino que también proporciona herramientas prácticas para diseñar planes que funcionen en entornos en constante evolución. Su enfoque se aleja de las fórmulas tradicionales y pone el énfasis en la adaptabilidad, el pensamiento crítico y la capacidad de tomar decisiones que generen impacto a largo plazo. Este libro no es solo una guía para líderes experimentados, sino también una lectura esencial para cualquier persona interesada en aplicar la estrategia de manera efectiva en su trabajo y en su vida.

Seth Godin on THIS IS STRATEGY: MAKE BETTER PLANS

Estrategia: decisiones de hoy que construyen el futuro

La estrategia es mucho más que un conjunto de planes o aspiraciones; es el arte de tomar decisiones conscientes que generan resultados significativos. Aporta claridad sobre en qué enfocarse y ayuda a dirigir la energía hacia acciones alineadas con los objetivos. Sin una dirección clara, es fácil quedar atrapado reaccionando a los acontecimientos en lugar de avanzar de forma estructurada.

Para que una estrategia funcione, es fundamental comprender qué impulsa a las personas involucradas. La mayoría actúa en función de su necesidad de conexión, reconocimiento o seguridad. Ya sea al diseñar un producto, liderar un equipo o comunicar una idea, estas motivaciones influyen en la respuesta de los demás. Una estrategia efectiva se construye en torno a estas necesidades, logrando que el plan tenga sentido y genere impacto real.

La estrategia establece un marco general, define prioridades a largo plazo y sienta las bases para la acción. Las tácticas, en cambio, son los pasos concretos que permiten abordar desafíos específicos. Si el objetivo es expandir un negocio, la estrategia puede centrarse en elegir los mercados adecuados, mientras que las tácticas incluirán la selección de canales de publicidad o la negociación de alianzas locales. Sin una estrategia clara, las decisiones tácticas pueden dispersarse, reduciendo la efectividad y el impacto.

Todo plan opera dentro de sistemas: industrias, mercados o normas culturales que influyen en los resultados. Estos sistemas aportan estabilidad, pero también pueden convertirse en barreras al cambio. Las universidades, por ejemplo, establecen criterios de admisión estrictos porque priorizan la tradición y la fiabilidad. Diseñar un programa que encaje en ese sistema puede facilitar el éxito, mientras que tratar de cambiar esas reglas de golpe suele ser una batalla perdida.

La clave de una estrategia bien ejecutada es el compromiso. Cuando las prioridades están claras, es más fácil mantenerse enfocado y evitar distracciones, incluso cuando las circunstancias cambian. Ya sea dentro de un sistema preexistente o al construir uno nuevo, la disciplina y la coherencia son esenciales para lograr resultados duraderos.

Cómo la cultura moldea la estrategia

Cada decisión estratégica interactúa con los valores, expectativas y hábitos de quienes la rodean. Las dinámicas sociales y culturales suelen determinar si una idea prospera o fracasa. Las personas tienden a sentirse atraídas por lo que les resulta familiar o por aquello que refuerza su identidad, lo que explica por qué las estrategias alineadas con normas culturales suelen tener más éxito.

A veces, la influencia cultural de un sistema es tan fuerte que puede transformar industrias enteras. Un ejemplo claro es el impacto de los rankings de US News & World Report en las universidades estadounidenses. Al establecer comparaciones entre instituciones, crearon un marco competitivo que las universidades no pudieron ignorar. Muchas adaptaron sus políticas para mejorar su posición en el ranking, incluso cuando estos cambios no necesariamente mejoraban la educación.

Los sistemas culturales también moldean la forma en que las personas se ven a sí mismas y a los demás. Creencias compartidas, como el valor de la exclusividad o la tradición, refuerzan el sentido de pertenencia y sostienen estructuras establecidas. Un ejemplo de esto es el de los estándares de perros de raza, donde organizaciones como el American Kennel Club (AKC) establecen criterios que determinan las prácticas de cría. Estos estándares confieren estatus, pero también pueden generar problemas de salud en ciertas razas. A pesar de ello, el sistema persiste porque está ligado a la identidad y al reconocimiento social.

Algunos cambios estratégicos logran modificar estas normas culturales. La Sustainable Apparel Coalition, por ejemplo, introdujo el Higg Index para medir el impacto ambiental y social en la industria de la moda. Este índice proporcionó a marcas y consumidores una visión clara sobre la sostenibilidad de sus elecciones, lo que incentivó a las empresas a competir no solo en precio o calidad, sino también en prácticas éticas. Al hacer visibles los costos ocultos de la producción, este sistema ayudó a cambiar la percepción cultural sobre la sostenibilidad.

Cómo mantenerse relevante en un mundo en constante cambio

Mantenerse relevante requiere una visión estratégica a largo plazo, equilibrando decisiones inmediatas con su impacto en el futuro. Las empresas que apostaron temprano por la sostenibilidad, por ejemplo, entendieron antes que la mayoría el cambio en la mentalidad del consumidor y en las regulaciones ambientales. Como resultado, no solo se adelantaron a la competencia, sino que redujeron costos, fortalecieron su reputación y alinearon sus operaciones con tendencias emergentes.

Sin embargo, mantenerse fiel a una visión de largo plazo implica tomar decisiones difíciles. Una empresa tecnológica puede considerar entrar en un mercado volátil pero lucrativo. Aunque los beneficios inmediatos sean tentadores, el impacto negativo en la reputación o la falta de alineación con su estrategia global pueden tener consecuencias a largo plazo. Resistir la tentación de los beneficios rápidos y garantizar que cada paso refuerce la visión estratégica es clave para un crecimiento sostenido.

Un elemento fundamental para evitar distracciones es la claridad. Cuando los equipos tienen una visión compartida y bien definida, es más fácil evitar desvíos impulsados por presiones externas. Una empresa en expansión, por ejemplo, puede enfocarse en mercados donde tiene una ventaja competitiva en lugar de intentar abarcar demasiadas oportunidades. La disciplina estratégica permite canalizar los recursos hacia áreas con mayor potencial de impacto.

Conclusión: la estrategia como herramienta de evolución

La estrategia no es un documento estático ni un plan rígido, sino una herramienta dinámica que permite adaptarse y evolucionar con el entorno. No basta con definir una meta ambiciosa; es fundamental desarrollar un enfoque estructurado que facilite la toma de decisiones y la ejecución efectiva.

Seth Godin, con This Is Strategy, nos recuerda que las estrategias exitosas no se basan en suposiciones, sino en una comprensión profunda de los sistemas, la cultura y las dinámicas del cambio. Al identificar puntos de apalancamiento, aprovechar estructuras existentes y tomar decisiones alineadas con una visión a largo plazo, es posible no solo mantenerse relevante, sino liderar la transformación en cualquier sector.

En un mundo donde la incertidumbre es la norma, la estrategia sigue siendo la mejor herramienta para convertir la complejidad en oportunidades.