El libro Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de John Maynard Keynes es un clásico de la política económica. No es extraño leer un libro publicado en febrero de 1936, ya que muchos de los principios económicos básicos que Keynes propuso en esa época siguen siendo relevantes y son discutidos en la actualidad.
Además, la economía es una disciplina que se construye sobre el trabajo de las generaciones anteriores, lo que hace que la lectura de textos históricos sea una forma importante de aprender sobre el pensamiento económico.
Por último, muchos economistas y pensadores contemporáneos siguen cimentando sus ideas en las teorías de Keynes, lo que hace que su obra sea una lectura fundamental para entender el contexto histórico de muchos de los debates económicos de hoy.
La Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero es considerado un libro importante porque Keynes desafió las ideas dominantes sobre la estabilidad del mercado laboral y propuso una teoría de la demanda agregada como el principal motor de la actividad económica. Además, tuvo un impacto significativo en la política económica. Las ideas de Keynes sobre el gasto público y la política fiscal han influido en la formulación de políticas públicas en muchos países.
Principales ideas de Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de Keynes
- Las teorías económicas clásicas malinterpretan las causas del desempleo
- El empleo y el desempleo están directamente relacionados con el consumo y la inversión generales
- La inversión y el empleo están interrelacionados
- Las decisiones de inversión no siempre son racionales
Las teorías económicas clásicas malinterpretan las causas del desempleo
En su crítica de la teoría económica tradicional, Keynes analizó un par de supuestos centrales de la economía clásica. Profundicemos en sus argumentos:
En primer lugar, los economistas clásicos sostienen que el salario de un trabajador refleja el valor que aporta a una empresa. Creen que si una empresa decide no contratar a alguien, la pérdida de la empresa es igual al salario que le habrían pagado al trabajador. En otras palabras, piensan que la contribución de un trabajador al valor de una empresa está directamente ligada a su salario.
El segundo supuesto de la economía clásica es que el salario de un trabajador es la cantidad más baja por la que estaría dispuesto a trabajar. Esto a menudo se ve como un punto de equilibrio donde la demanda de mano de obra coincide con la oferta.
Pero Keynes discrepó de estos supuestos porque vio que no daban cuenta de un fenómeno significativo del mundo real: el desempleo involuntario.
Keynes señaló que hay situaciones en las que los trabajadores quieren y pueden trabajar con el salario actual, pero no pueden encontrar empleo. Los economistas tradicionales suelen argumentar que en realidad se trata de una forma de desempleo voluntario porque suponen que los trabajadores simplemente se niegan a trabajar por salarios más bajos. Creen que el alto desempleo durante las crisis económicas se debe a la negativa de los trabajadores a aceptar recortes salariales.
Keynes cuestionó esta visión, argumentando que la tasa de desempleo puede fluctuar significativamente sin ningún cambio correspondiente en las demandas salariales o la productividad de los trabajadores. Esto indica que hay otros factores en juego que influyen en la tasa de desempleo, factores que la teoría clásica no considera plenamente.
Creía que los supuestos de la teoría clásica no reflejaban con precisión las complejidades del mundo real, particularmente en relación con el desempleo involuntario y las actitudes de los trabajadores hacia los salarios. Su crítica buscó exponer estas deficiencias y ofrecer una comprensión más matizada del empleo y los salarios.
El empleo y el desempleo están directamente relacionados con el consumo y la inversión generales
Entonces, pasemos ahora a la teoría del propio Keynes. Intenta explicar cómo interactúan el empleo, los ingresos y los hábitos de gasto en una economía.
En primer lugar, los ingresos que obtiene una comunidad, que pueden ser en forma de dinero o activos reales, dependen del número de personas empleadas. El ingreso total es función del volumen de empleo.
El siguiente es este término: propensión a consumir. Esta es básicamente una forma elegante de decir qué tan probable es que las personas gasten sus ingresos. Cuanto más gana la gente, más probabilidades hay de que gaste, pero el aumento del gasto no suele ser tanto como el aumento de los ingresos. Parece que esta discrepancia forma parte integral del rompecabezas económico general.
Entonces, ¿cómo deciden las empresas cuánta mano de obra deben contratar? La teoría sugiere que depende de dos cosas: el gasto esperado de los consumidores y cuánto planea invertir la comunidad en nuevas empresas. Cuando sumas estos dos, obtienes lo que se conoce como demanda efectiva.
Ahora hay empleo de equilibrio. Es un punto óptimo determinado por el volumen de oferta, la propensión a consumir y el volumen de nuevas inversiones. El problema aquí es que el equilibrio del empleo no puede ir más allá de cierto punto, que es el punto en el que los salarios reales igualan la insatisfacción que los trabajadores sienten al trabajar.
Esta teoría también contrasta con la clásica, que sugiere que el empleo puede llevarse a su máximo valor mediante la competencia. Afirma que el aumento del empleo no siempre conduce a un aumento de la inversión suficiente para llenar la brecha entre el precio de oferta y lo que los empresarios pueden esperar recibir del gasto de los consumidores. En términos más simples, es posible que un aumento del empleo no siempre impulse la economía como esperamos.
Así que ahí lo tienes: al final del día, el nivel de empleo no está determinado sólo por cuánto le gusta o no le gusta a la gente el trabajo, sino también por la propensión a consumir y la tasa de nueva inversión.
Curiosamente, parece que las comunidades más ricas podrían en realidad tener una brecha mayor entre su producción real y potencial. ¿Por qué? Bueno, no consumen tanta parte de su producción y necesitan encontrar más oportunidades de inversión para generar pleno empleo. ¿Y si no pueden encontrar estas oportunidades? Es posible que necesiten reducir su producción para igualar sus niveles más bajos de consumo e inversión.
En pocas palabras, esta teoría destaca la importancia de tres cosas: comprender nuestra tendencia a consumir, definir la eficiencia del capital y descubrir cómo funcionan las tasas de interés. Una vez que los tengamos definidos, podremos comenzar a comprender cómo los precios encajan en el panorama general.
La inversión y el empleo están interrelacionados
Veamos ahora las interacciones entre las decisiones de inversión y el empleo.
En el centro de nuestra historia, encontramos dos conceptos contradictorios: la propensión marginal al consumo (o MPC para abreviar) y el multiplicador económico. Desempeñan papeles fundamentales en el gran teatro de la dinámica de inversión y empleo.
El MPC es como una bola de cristal que predice cómo una sociedad dividirá el siguiente trozo del pastel económico entre el consumo y la inversión. En cierto sentido, es el corazón de la psicología del consumo de la comunidad. Digamos, por ejemplo, que una sociedad consume nueve de cada diez dólares adicionales que gana: eso es un MPC alto. En este caso, el efecto multiplicador –un eco que nos dice cuánto aumentará el ingreso total con un aumento de la inversión– también aumenta.
Este multiplicador tiene un gemelo: el multiplicador de empleo . Éste mide cuánto aumentará el empleo total en respuesta a un repunte del empleo relacionado con la inversión. Pero los dos no siempre están perfectamente sincronizados debido a posibles variaciones entre diferentes industrias.
Se produce un giro en la historia cuando la gente no cambia su consumo a pesar de un aumento de los ingresos. Este escenario sólo reflejará el impulso directo al empleo generado por una mayor inversión, como las obras públicas. Pero si la gente gasta todos sus ingresos adicionales, existe el riesgo de una inflación de precios ilimitada, una bestia que nadie quiere despertar.
La historia da un giro notable cuando el valor del MPC se acerca a uno. Incluso pequeños ajustes en la inversión pueden provocar fluctuaciones masivas del empleo. Pero un pequeño aumento de la inversión podría ser suficiente para lograr el pleno empleo. Por otro lado, si el CPM está ligeramente por encima de cero, pequeños nerviosismo en materia de inversión causarán pequeños temblores en el empleo, pero alcanzar el pleno empleo podría requerir un fuerte impulso de inversión.
Podemos tener una idea de cómo se desarrollan estas interacciones en la práctica observando las obras públicas, es decir, proyectos a gran escala financiados y contratados por el Estado. Digamos que un gobierno contrata 100.000 nuevos trabajadores con un multiplicador de 4. Uno pensaría que el empleo aumentaría en 400.000, ¿verdad? ¡No exactamente! Diferentes elementos pueden amplificar o amortiguar el impacto.
Por ejemplo, el método de financiación de la nueva política podría provocar un aumento de las tasas de interés, lo que desaceleraría otras inversiones. Además, el programa del gobierno podría alterar la confianza, impactando potencialmente la eficiencia del capital. En una economía global, algunos de los beneficios del aumento de la inversión también podrían fluir hacia otros países, desplazando los impactos sobre el empleo interno.
A medida que aumenta el empleo, la gente podría decidir gastar menos de sus ingresos adicionales. Además, factores como el aumento de los ingresos de los empresarios o una disminución de los ahorros negativos asociados con el reempleo también podrían modificar el MPC.
La escala de la inversión también influye en el efecto multiplicador: en general, tiende a ser mayor en el caso de pequeños aumentos de inversión que en los de mayor magnitud. Y para cambios significativos, debemos considerar el multiplicador promedio en el rango en cuestión.
En resumen, incluso las pequeñas repercusiones de la inversión pueden generar cambios significativos en el empleo y los ingresos, gracias a la magia del principio multiplicador. Todo esto nos muestra que comprender el intrincado ballet de la inversión, el consumo y el empleo es fundamental para tomar decisiones políticas inteligentes y hacer pronósticos precisos.
Es fascinante que incluso actividades como enterrar dinero en antiguas minas de carbón y pagar a la gente para que lo desentierre pueden estimular la economía al aumentar el empleo y el consumo, especialmente en épocas de alto desempleo. Pero, como insiste Keynes, si hay formas menos “despilfarradoras” de aumentar el empleo –construir casas, por ejemplo–, esas deberían ser las primeras en implementarse. Entonces, aunque pueda parecer contradictorio, a veces incluso un gasto aparentemente inútil puede ser una especie de truco de magia económica, que enriquece a una comunidad al impulsar el empleo y el consumo.
Comprender la delicada relación entre inversión, consumo y empleo no sólo es vital para los economistas y los formuladores de políticas, sino también para que todos podamos navegar mejor en nuestro complejo mundo.
Las decisiones de inversión no siempre son racionales
Muy bien, terminemos hablando del papel de las convenciones en el comportamiento económico.
Podemos empezar observando cómo formamos expectativas sobre el futuro. Le damos más peso a aquello en lo que confiamos, incluso si no se aplica directamente a la situación. Entonces, nuestra situación actual da forma a nuestras expectativas futuras. Por ejemplo, si vemos grandes cambios en el horizonte pero no conocemos los detalles, nuestra confianza puede tambalearse.
A continuación, abordamos la influencia de la confianza en la economía, particularmente en la rentabilidad de las inversiones. La confianza influye en cómo tomamos decisiones de inversión. Esto se debe a que predecir los beneficios futuros de las inversiones no siempre es sólido. Tomemos como ejemplo un ferrocarril o una mina de cobre. ¿Puedes adivinar cuánto producirán en diez años? Probablemente no. Es prácticamente una apuesta.
En los viejos tiempos del capitalismo industrial del siglo XIX, los negocios eran como un juego de habilidad y azar. Las inversiones eran a menudo apuestas, influenciadas por la ambición y las corazonadas más que por los cálculos. Pero hoy en día las cosas son diferentes. Los mercados nos permiten reevaluar las inversiones y cambiar nuestros compromisos como queramos. Es como si un granjero decidiera si desea cultivar según el clima del día. Pero este enfoque también puede influir en nuevas inversiones y, a veces, no de la mejor manera.
Aquí está el giro: nuestras evaluaciones de inversiones se basan en una convención, un acuerdo para asumir que las cosas seguirán igual a menos que esperemos un cambio. Pero sabemos que la vida es impredecible. Sin embargo, esta convención aporta cierta estabilidad, siempre y cuando la respetemos. Las inversiones a corto plazo se vuelven más seguras porque podemos cambiarlas antes de que sucedan grandes cosas.
La convención no es perfecta y puede crear incertidumbre para las grandes inversiones. ¿Quién quiere apostar grandes cantidades cuando el futuro es turbio?
Al mismo tiempo, ha habido una disminución del conocimiento real debido a un aumento de la propiedad por parte de personas que no administran o no saben mucho sobre las empresas en las que invierten. Esta tendencia debilita la capacidad del mercado para tomar decisiones verdaderamente informadas.
Los inversores también tienden a reaccionar de forma exagerada ante las fluctuaciones temporales de los beneficios de las inversiones, que podrían no influir significativamente en los resultados a largo plazo. Por ejemplo, las acciones de las empresas fabricantes de hielo pueden alcanzar precios más altos en verano debido a las altas ganancias, y el sistema ferroviario británico podría aumentar su valor debido a un feriado bancario. Estos ejemplos revelan una tendencia poco realista del mercado a reaccionar exageradamente ante circunstancias transitorias.
Las valoraciones de mercado también pueden variar enormemente debido a la psicología de masas, a menudo causada por factores que no afectan significativamente el rendimiento esperado. Estos cambios pueden generar oleadas de optimismo y pesimismo que no se basan en cálculos de inversión concretos.
En lugar de corregir las imprecisiones del mercado, los inversores profesionales a menudo se centran en anticipar cambios de valoración a corto plazo, siguiendo la misma dinámica psicológica que el público en general. Keynes critica este comportamiento y sugiere que la inversión calificada debería apuntar a superar incertidumbres futuras, en lugar de simplemente burlar a otros en el mercado.
Keynes concluye analizando la compleja interacción entre el sentimiento de los inversores, las instituciones crediticias y la salud general del mercado, subrayando la necesidad de un delicado equilibrio entre especulación y empresa, y el papel del optimismo espontáneo. Nos deja con una advertencia: las actividades económicas, al ser esfuerzos profundamente humanos, a menudo están impulsadas por algo más que cifras frías y concretas.
Los principales detractores del libro ‘Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero’
- Los economistas de la escuela austriaca de economía, como Friedrich Hayek y Ludwig von Mises, que han criticado las ideas keynesianas por su enfoque excesivo en el gasto público y la intervención estatal.
- Los monetaristas, como Milton Friedman, que han criticado las ideas keynesianas por su falta de énfasis en la inflación y la política monetaria.
- Los economistas clásicos, como Adam Smith y David Ricardo, que han criticado las ideas keynesianas por su énfasis en la intervención estatal en vez de en las fuerzas del mercado.
Libros críticos con la ‘Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero’
- Camino de Servidumbre de Friedrich Hayek: Avisa que las políticas keynesianas llevarían a una menor libertad económica y un mayor control del gobierno en la economía.
- El Capital del Siglo XXI de Thomas Piketty: Expone que las desigualdades de riqueza en la economía global son una consecuencia del capitalismo y las políticas keynesianas no han hecho mucho para resolver este problema.
- The Case against the Fed de Murray Rothbard: Argumenta que la Reserva Federal y la política monetaria keynesiana han contribuido a la inflación y la inestabilidad económica.