Andan los tiempos muy agitados. Desde mi último post ha pasado algo que nunca me había pasado en mis más de cuatro años de blogger: acabar censurando comentarios. Sí, lo digo así de claro.
He podido comprobar que el movimiento 15M genera extremismo, a favor y en contra. No deseo meterme en ningún jardín político porque este nunca ha sido el objetivo de este blog, pero miro a mi alrededor y no me siento nada cómodo.
Como espacio personal, siempre he intentado agitar o incluso provocar. Sólo con ánimo compartir y generar nuevos caminos o simplemente tensar ideas. Lo que ha sido medianamente útil e inocuo estos años, parece que ahora es una afrenta. La sensibilidad está a flor de piel. Cualquier recurso retórico, sea hipérbole, metáfora, etc., corre riesgo de ser malinterpretado.
Aclaro e insisto que nadie tiene ninguna obligación de leer y compartir estas palabras. Acepto (y publico) las críticas, pero siempre hay un límite. La falta de respeto es la línea.
El perfil del 15M es confuso y a su alrededor está generando una inercia oportunista. Aborrezco a todos los famosos que se posicionan a favor o en contra con ostentación. Da igual que sea desde un artículo en un periódico, el plató de televisión o desde su cuenta en Twitter.
Me fastidia la supuesta superioridad moral exhibida por algunos indignados activistas (lo defino así para diferenciarnos de los indignados que no acampamos, ni nos manifestamos). Pero también me fastidian los que ningunean el movimiento o usan el photoshop para ajustar la realidad a sus intereses.
El péndulo es peligroso y como cuenta Antoni Puigverd (Malestar) parece que la situación se extrema, hacia la derecha o hacia la izquierda. O estás a favor o estás en contra ¿Acaso no tengo derecho a discrepar de unos y otros?
No puedo ni quiero dar lecciones a nadie, pero me pregunto por qué ha tardado tanto en manifestarse la ‘indignación activista’. El sistema está colapsado desde hace tiempo. Ha habido un cúmulo de malas decisiones, una intención clara de huida hacia delante (alguien se acuerda de los famosos planes E?), algunos se han tomado la política como si de la gestión de tu cortijo se tratase (ahí están los corruptos e imputados) o una vocación pertinaz para gobernar ideológicamente aunque se perpetuara el error.
Cuentan que los recortes sociales son la gota que colma el vaso. No deja de ser paradójico que en tiempos en los que se reclama honestidad y transparencia, la única administración autonómica que está diciendo casi toda la verdad a los ciudadanos (La plaza y el palacio), recibe numerosos palos. En el resto de las autonomías –trece de ellas en fase de cambio o ajuste de gobierno– se sigue disimulando.
Aunque el exceso de ruido no ayuda, muchas cosas tendrán que cambiar. Pero no nos engañemos, a sistema no se le puede dar una vuelta como a un calcetín. Entre otras cosas porque no mandamos nosotros, mandan nuestros acreedores.
Manifestarse es un derecho democrático, pero también lo es no estar de acuerdo ni con los indignados activistas, ni con el establishment ni los partidos políticos.