En Nikodemo hemos tenido muchos aciertos y también hemos cometido algunos errores. Algunos de más bulto que otros. Los más importantes: no tomar consciencia del tempo inicial del proyecto o especialmente, retrasar determinadas decisiones. Además de errar en las proyecciones de negocio, algo bastante habitual.
Con esto quiero decir que para bien o para mal, estamos donde estamos, enteramente gracias a nuestros méritos o deméritos. Eso y de algunas personas que nos han ayudado en positivo, consciente o inconscientemente.
Pero de lo que quería hablar era del efecto del capital riesgo. En concreto de determinado capital riesgo que es el que he experimentado. Capital riesgo que denomino “pseudo capital riesgo” o “capital riesgo blando”, lo digo sin ironías ni eufemismos.
Seamos francos. Cuando haces la primera ronda de financiación y consigues inversión, lo celebras por todo lo alto. Has conseguido recursos económicos para seguir invirtiendo en tu proyecto. Se trata de crecer bien y rápido. Esa es una excelente noticia.
Primer problema. Si la cantidad levantada es inferior a la cantidad que finalmente requerirás, tienes un problema serio. Te quedarás sin caja a mitad de la travesía. Esto no es obvio. Puede fallar por muchas razones, la más habitual es que has previsto generar ingresos antes de tiempo o en una cuantía que no encaja posteriormente con la realidad. También está la opción que simplemente has encajado la cantidad solicitada, a las limitaciones de lo que la entidad financiera quería dejarte. O la combinación de ambas. El resultado es similar, quedarse sin gasolina.
Segundo problema. Cuando el business plan no se cumple, al inversor le entran dudas. O simplemente no desea ampliar el dinero metido en el proyecto. Ahí viene una dificultad extra de conseguir financiarse vía a través de oficinas bancarias… salvo que algún socio -emprendedor o no- esté dispuesto a ponerlo de su bolsillo. La otra alternativa es endeudarse, si puedes, hasta las cejas y un poco más. No hay muchas más opciones.
El capital riesgo presiona, lógicamente siempre en beneficio propio. La trampa de los préstamos participativos es la siguiente: ellos arriesgan poco cantidad pero invierten -en teoría- en muchos proyectos. Si la inversión va según sus plazos, convierten a capital y a esperar plusvalías. Si la inversión (perdón si el dinero prestado) no cunde lo suficiente, lo convierten en préstamo normal, con una calendario de pagos al que deberás hacer frente como puedas…
La otra opción es que desde el primer desembolso consagres tu tiempo a buscar más capital. Lo que es un contrasentido. O te decicas a buscar capital o a desarrollar tu negocio. Nosotros decidimos lo segundo y nos equivocamos.
Otro de los problemas del capital riesgo blando o el pseudo capital riesgo, es que suele ser capital poco inteligente y su aportación de valor al proyecto suele ser escasa o inexistente. Es cierto que depende mucho de la tipología del sector, probablemente en algunos casos sea contrastable, pero en otros es próximo a cero.
No te dejes engañar por la “marca” de ese capital riesgo blandengue. Eso lleva a muchas equivocaciones. Me explico. Cuando este capital riesgo no es ni tan siquiera capaz de desbloquear una generosa cifra de dinero, retenida en una oficina bancaria de idéntico logo, perteneciente al 50% del importe un crédito concedido (sí, de esos ICO-Avanza2) pero pignorado como garantía de cobro, a pesar de que más de la mitad del importe del crédito ya ha sido devuelto… es que no existe tal valor añadido de “marca”.
Esto último, es especialmente doloroso cuando periódicamente te cae una factura de unos honorarios de gestión de proyecto. Honorarios que al principio no importan, pero que cuando la caja está vacía y ya ha habido tiempo para valorar la pseudo aportación de tu partner financiero, escuece.
Puede haber un tercer problema. La llamada “zona gris”. Aquella en la que «ni como ni dejo comer”. La entidad financiera no cree (o no entiende) suficiente tu proyecto, no quiere poner más dinero y exige –a lo mejor- sacrificios excel en mano (o sea recortar gastos echando gente). Supongamos que te has movido y has encontrado un posible socio, probablemente un potencial socio industrial, a quien le interesa entrar en el capital de tu empresa…
Entonces serás testigo de la transformación de la cara de tu “partner financiero”. Quizás oirás de su boca decir que durante ese tiempo “se ha desarrollado el proyecto y se ha generado valor y se ha incrementado la valoración de la empresa”. “¿En qué quedamos?” te preguntarás.
Acto seguido verás a tu “partner financiero” enrocarse en valoraciones justas (según su lógica, claro) pero que pueden hacer perder las posibilidades de asociación de ese potencial socio industrial y quien sabe si acabar dinamitando el proyecto empresarial.
Conclusión 1: siempre, repito siempre, agradeceré a ese “capital riesgo blando” que apostara en su momento por Nikodemo. No es un sarcasmo, es la verdad. Porque probablemente no habríamos llegado a donde hemos llegado sin su dinero.
Conclusión 2: en esta película no hay ni buenos ni malos, pero si te quedas aquí buscando capital riesgo, en el fondo arriesgas el doble. Como me dijo Pau García-Milà (eyeOS), “mejor invierte en un billete de avión y cruza el charco. Allí tendrás más posibilidades, de entrada, y quizás regreses con diez veces más de capital”.
Ya lo sabes, sé positivo, emprende, pero cómprate un billete a Estados Unidos.