En Bajo un cielo blanco: Cómo los humanos estamos creando la naturaleza del futuro, Elizabeth Kolbert nos sumerge en una exploración profunda y reveladora de cómo las intervenciones humanas están redefiniendo el planeta.
Este libro no solo destaca los desafíos ambientales sin precedentes a los que nos enfrentamos debido a nuestras propias acciones, sino que también nos ofrece una visión de cómo podríamos utilizar nuestra capacidad de innovación para reparar o al menos mitigar algunos de los daños causados.
A través de una narrativa cautivadora, Kolbert examina casos específicos donde la tecnología y la ingeniería ecológica se presentan como posibles soluciones para problemas ambientales críticos, desde la desaparición de especies hasta el cambio climático.
Este post busca explorar los temas centrales del libro, reflexionando sobre la paradoja de nuestra relación con la naturaleza: somos tanto su mayor amenaza como su posible salvador.
Principales ideas de Bajo un cielo blanco de Elizabeth Kolbert
- La paradoja de los diques en Luisiana: Protección que provoca destrucción
- Intervenciones humanas: El doble filo en la ecología de Chicago
- La edición genética: una esperanza para equilibrar ecosistemas alterados por especies invasoras
- El pez cachorrito de Devils Hole: Un símbolo de supervivencia con ayuda humana
- Cría selectiva: una estrategia para la resiliencia de los arrecifes de coral
- La eliminación de carbono: una estrategia crucial para mitigar el calentamiento global
- Geoingeniería solar: una solución fría con consecuencias calientes
La paradoja de los diques en Luisiana: Protección que provoca destrucción
En Luisiana, EE. UU., la parroquia de Plaquemines se está desvaneciendo rápidamente, reducida hoy a dos estrechas franjas de tierra al final del río Mississippi. Cada año, su población disminuye, y los residentes recuerdan cuando edificios enteros se erguían donde ahora solo hay agua.
Este fenómeno no es exclusivo de Plaquemines. La costa de Luisiana en su totalidad se reduce alarmantemente: cada hora y media, se pierde una extensión de tierra equivalente a un campo de fútbol. Irónicamente, la culpa recae en el extenso sistema de diques, muros de contención y barreras contra inundaciones que originalmente se construyeron para contener el agua.
Históricamente, el río Mississippi transportaba enormes cantidades de sedimentos hacia el sur, que durante las inundaciones primaverales se dispersaban por las llanuras adyacentes, acumulándose eventualmente para formar la costa de Luisiana. Sin embargo, la construcción de diques por los colonos franceses cambió drásticamente este ciclo natural. Estas estructuras han prevenido las inundaciones, pero a un alto costo: el río ya no deposita sedimentos, lo que impide la formación de nueva tierra y provoca la compactación del suelo existente, resultando en la pérdida de tierra.
Para contrarrestar esto, se han emprendido proyectos como la inserción de una enorme broca en el lecho del río para levantar y redistribuir sedimentos. Aunque esto ayuda, la velocidad de reposición no es suficiente para compensar la pérdida de tierra. Por ello, la Autoridad de Protección y Restauración Costera de Mississippi propone una solución más audaz: perforar ocho grandes agujeros en los diques para «restablecer el proceso natural de deposición de sedimentos». Esta intervención humana busca reanudar un proceso que, irónicamente, fue alterado por intervenciones anteriores.
Intervenciones humanas: El doble filo en la ecología de Chicago
El Canal Sanitario y de Navegación de Chicago, un curso de agua de 160 pies de ancho, juega un papel crucial en la gestión de residuos de la ciudad, aunque su existencia no esté exenta de consecuencias ecológicas. Antes de su construcción, los desechos de Chicago, incluyendo residuos humanos y animales, eran vertidos en el río Chicago y terminaban en el lago Michigan, fuente vital de agua potable para la ciudad.
Para combatir las epidemias de tifoidea y cólera, el canal fue inaugurado alrededor de 1900, redirigiendo el flujo del río Chicago hacia el río Illinois. Si bien esta solución mitigó el problema de la contaminación, desencadenó una serie de problemas ecológicos. El canal, al conectar el lago Michigan con otros ríos, facilitó el tránsito no solo de personas y barcos, sino también de especies acuáticas, poniendo en riesgo ecosistemas antes aislados.
La fragilidad de estos ecosistemas se ve amenazada por la introducción de especies no nativas, como la carpa asiática, un término que abarca cuatro especies de peces introducidas en el río Mississippi en los años 60 como control biológico de malezas acuáticas. Su voracidad y capacidad de alimentación constante les permiten superar a las especies nativas, alterando el equilibrio ecológico.
Para prevenir su entrada al lago Michigan desde el canal, se han instalado barreras eléctricas. Sin embargo, estas no son infalibles, y se buscan soluciones adicionales. Una propuesta es el CarpFest, un evento que busca generar demanda de carpa, aprovechando la tendencia humana a la sobreexplotación. Aunque ingeniosa, la efectividad de esta estrategia para proteger el ecosistema aún está en duda.
La edición genética: una esperanza para equilibrar ecosistemas alterados por especies invasoras
Introducido originalmente para combatir plagas en cultivos de caña de azúcar, el sapo de caña se ha convertido en una amenaza ecológica en regiones como Australia, donde su toxicidad ha diezmado especies nativas. Frente a este desafío, la ciencia ofrece una solución innovadora: la edición genética.
El sapo de caña, con su característico color marrón moteado y una mirada desconfiada, libera una potente toxina cuando se siente amenazado. La enzima bufotoxina hidrolasa, responsable de aumentar la toxicidad del veneno del sapo, es el blanco de una estrategia de conservación que podría cambiar el rumbo de los ecosistemas afectados.
El científico Mark Tizard, junto con Caitlin Cooper, ha recurrido a la tecnología CRISPR, una herramienta de edición genética que permite modificar el ADN con precisión. Su objetivo: desactivar el gen que produce la bufotoxina hidrolasa, creando así sapos de caña no tóxicos.
Este enfoque no solo podría salvar a las especies nativas de la depredación tóxica, sino que también plantea la posibilidad de utilizar a los sapos modificados como «dispositivos de entrenamiento» para la fauna local, enseñándoles a evitar a estos anfibios.
La edición genética se presenta como una alternativa ética y efectiva frente a la erradicación física de los sapos. Aunque la idea de manipular genéticamente a los animales puede generar incomodidad, Tizard argumenta que ya estamos interactuando con ecosistemas alterados por especies invasoras. La edición genética ofrece una oportunidad para restaurar el equilibrio perdido, actuando sobre pequeñas partes del ADN para lograr un impacto positivo y duradero en la biodiversidad.
El pez cachorrito de Devils Hole: Un símbolo de supervivencia con ayuda humana
En el abrasador Valle de la Muerte en California, se encuentra Devils Hole, una caverna que alberga al pez cachorrito de Devils Hole, una de las especies de peces más raras del mundo. Estos peces, de apenas una pulgada de largo y de un vibrante color azul, son conocidos por su comportamiento juguetón que recuerda a cachorros en juego.
La existencia del pez cachorrito está confinada exclusivamente a esta localización única, lo que los hace extremadamente vulnerables. La intervención humana ha sido crucial para su supervivencia. Cuatro veces al año, biólogos de diversas agencias gubernamentales realizan censos para monitorear su población, que ha crecido lentamente desde los 38 individuos contados en 2006 hasta superar los doscientos en años recientes.
La drástica reducción inicial de su número fue causada por el desarrollo en las décadas de 1950 y 1960, donde la extracción de agua del acuífero que alimenta Devils Hole disminuyó significativamente el hábitat vital para la reproducción y alimentación de estos peces. Aunque la Corte Suprema eventualmente ordenó detener el bombeo, los niveles de agua nunca se recuperaron completamente, dejando al ecosistema en un estado frágil.
Para apoyar a los peces cachorrito, el Servicio de Parques Nacionales suministra alimentos complementarios en Devils Hole. Además, se ha creado un hábitat artificial a una milla de distancia que imita las condiciones de Devils Hole, donde viven unos cincuenta peces, como medida de conservación adicional.
Este esfuerzo refleja una preocupación más amplia por evitar ser responsables de la extinción de una especie. Al borde de la desaparición, el pez cachorrito depende completamente de la intervención humana para su supervivencia, simbolizando el impacto profundo y a menudo contradictorio de la humanidad en el mundo natural.
Cría selectiva: una estrategia para la resiliencia de los arrecifes de coral
Durante la década de 1980, los arrecifes de coral del Caribe enfrentaron una devastación sin precedentes, perdiendo la mitad de su población debido al desarrollo, la sobrepesca y la contaminación. Este declive no se limitó al Caribe; el cambio climático elevó las temperaturas oceánicas a niveles intolerables para muchos corales, causando en 1988 la muerte de más del 15% de los corales a nivel mundial.
El calentamiento global y los cambios en la química oceánica por emisiones de combustibles fósiles son amenazas persistentes que podrían llevar a los arrecifes al borde de la extinción. Ante este panorama, la bióloga marina Ruth Gates vislumbró una esperanza a través de la cría selectiva, aprovechando la capacidad de algunos corales de recuperarse tras eventos de blanqueamiento, posiblemente debido a ventajas genéticas específicas.
Gates propuso un enfoque de cría selectiva para fortalecer genéticamente a los corales. Aunque falleció antes de ver los resultados, otros científicos han continuado su trabajo, sometiendo a los corales a altos niveles de estrés y cruzando selectivamente a los individuos que sobreviven. Este proceso de evolución asistida busca desarrollar «super corales» capaces de resistir condiciones extremas y repoblar los arrecifes.
Sin embargo, la adaptación de los corales podría no ser suficiente para competir con el rápido calentamiento de los océanos. La cría de super corales ofrece una solución temporal, pero la acción global contra el cambio climático es fundamental para asegurar la supervivencia a largo plazo de los arrecifes y las innumerables especies que dependen de ellos. La alternativa, dejar a los corales a su suerte, podría tener consecuencias catastróficas para la biodiversidad marina.
La eliminación de carbono: una estrategia crucial para mitigar el calentamiento global
Durante los últimos diez mil años, la Tierra ha gozado de un clima estable que ha permitido el desarrollo humano, desde la agricultura hasta la urbanización. Sin embargo, este desarrollo ha tenido un costo ambiental significativo, principalmente en forma de emisiones de CO2 resultantes de la deforestación y la quema de combustibles fósiles. Estas actividades han alterado los ciclos naturales de carbono, manteniendo altos los niveles de CO2 atmosférico cuando deberían haber disminuido.
Hoy en día, la influencia humana en el clima ha alcanzado un punto crítico. Las consecuencias de altas concentraciones de CO2 son devastadoras: sequías prolongadas, tormentas intensas y olas de calor extremas. Los científicos advierten que debemos limitar el aumento de la temperatura global a 2 grados Celsius para evitar un punto de no retorno climático. Sin embargo, lograr esto requiere más que solo reducir las emisiones futuras; necesitamos eliminar activamente el CO2 ya presente en la atmósfera.
La eliminación de carbono ofrece una solución potencial para revertir parte del daño ya hecho. Este enfoque implica extraer CO2 directamente de la atmósfera y secuestrarlo de manera segura. Un método prometedor se está implementando en Islandia, donde el CO2 capturado se mezcla con agua y se inyecta en formaciones rocosas volcánicas subterráneas, donde mineraliza y se convierte en piedra. Este proceso natural de mineralización, que normalmente tomaría cientos de miles de años, se acelera significativamente mediante la intervención tecnológica.
Aunque la eliminación de carbono no puede ser la única estrategia para combatir el cambio climático, complementa esencialmente los esfuerzos para reducir las emisiones. Frente a la urgencia de la crisis climática, no podemos permitirnos esperar a que los procesos naturales se encarguen del exceso de CO2. La eliminación de carbono se presenta como una herramienta indispensable en nuestro arsenal para asegurar un futuro sostenible.
Geoingeniería solar: una solución fría con consecuencias calientes
La erupción del monte Tambora en 1815 nos demostró cómo las partículas volcánicas pueden enfriar la Tierra al bloquear la luz solar. Inspirados en este fenómeno natural, los científicos consideran la geoingeniería solar como una posible técnica para combatir el cambio climático. Esta estrategia implica esparcir partículas reflectantes en la estratosfera para disminuir la temperatura global. Sin embargo, esta solución no está exenta de riesgos y controversias.
La geoingeniería solar podría ofrecer un alivio temporal al calentamiento global, pero no aborda la causa subyacente: las emisiones de carbono. Además, crea una dependencia de la tecnología, ya que las partículas deben reponerse continuamente para mantener el efecto de enfriamiento. Interrupciones en este proceso podrían desencadenar un rápido aumento de la temperatura, exacerbando el problema que se pretendía solucionar.
Los científicos advierten sobre posibles consecuencias no deseadas, como alteraciones en los patrones climáticos regionales, impactos en la biodiversidad y cambios en los regímenes de lluvias y monzones. Estos efectos secundarios podrían superar los beneficios y desencadenar desastres climáticos. Además, la tecnología podría distraer de la urgente necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
A pesar de los riesgos, algunos científicos consideran la geoingeniería solar como una opción inevitable en un mundo que lucha por limitar el calentamiento global. Sin embargo, la comunidad internacional, incluidos países como México, ha adoptado una postura precautoria y se opone a la experimentación con estas tecnologías sin un marco de gobernanza y justicia climática adecuados. En resumen, la geoingeniería solar podría ser una herramienta en la lucha contra el cambio climático, pero su implementación requiere una consideración cuidadosa de los riesgos y un compromiso global para abordar las causas fundamentales del calentamiento glob