Todo viene de mi almuerzo, ayer, con un emprendedor dedicado a la eco-innovación. Este empresario me contaba su particular periplo en búsqueda de financiación. Decir, que además de lo típico de avalar un crédito con su casa, tuvo que vender su coche para conseguir tirar adelante el negocio.
Han pasado algunos años, y afortunadamente ha conseguido hacer de la eco-innovación un negocio rentable, doblando su cifra de negocio año tras año.
Me comentaba sus ambiciosos planes de futuro. Necesitaba invertir y crecer. Le faltaban recursos económicos. Había estado hablando –durante largo tiempo- con capital riesgo, pero finalmente había desestimado esta opción. Un capital riesgo del que muy a menudo sólo se queda en capital “reto”. Respetable, pero lógicamente con una actitud y unas capacidades muy diferentes.
Este empresario tuvo claro en su momento que debía reorientar su búsqueda o enamoramiento hacia un socio industrial. Hoy ya tiene diversos pretendientes. Prefiere llevar el proyecto muy lejos. Para ello le encaja más un compañero de viaje más centrado en el negocio. Más acorde con la idea de encontrar y explotar juntos nuevas oportunidades. Menos enfocado al excel…
Con semblante serio también se referiría a otras fuentes de financiación, como algunas entidades financieras. Se refería a algunas en términos próximos a la usura y abuso, especialmente para el pequeño empresario.
Compartía con él un gran desencanto (es un eufemismo) con algunas de esas entidades. No pretendo disimularlo. Y si alguno leyera este post, mejor. Los episodios habituales con bancos e inversores potenciales, tanto en Nikodemo como en Multiplica, no los catalogaría de alegres encuentros… aunque afortunadamente hay de todo.
Recordaba con mi amigo emprendedor, una reciente reunión con un posible inversor representante de una entidad financiera. Éste insistía -de hecho imponía como condición- que una vez llegado al acuerdo de inversión teníamos que ir a una oficina de la (misma) entidad financiera a pedir un crédito… ¿La razón? Se justificaba por aquello de valorar que los emprendedores también se comprometan (más) financieramente con la empresa.
Estupefactos, uno de mis socios y yo, intentábamos comprender medio-indignados el porqué de pedir otro “préstamo”, cuando era eso justamente lo que andábamos buscando.
¿Qué lógica financiera tiene pedir (por ejemplo) un millón de euros y que luego esta entidad financiera te obligue solicitar un préstamo de 30 mil €? Compromiso, respondió tajante la entidad financiera.
¿Pero acaso no hay más compromiso que avalar la financiación del circulante con el sofá de casa? Además de miles de hora de esfuerzo y dedicación ¿Qué más quieren? ¿Nuestra alma in eternum?
Luego se preguntan por qué la gente no quiere emprender y prefiere el confort del funcionario…. Y todo eso con un ciclo económico expansivo. No quiero ni pensar con esa estanflación mundial que pronostican (recesión + inflación), todos acabaremos trabajando en un banco o para un banco.
¿Qué es mejor?