Leo el último artículo de Alfons Cornella “hacia las naciones transversales de uno mismo” publicado en el número de julio de la revista If.
En él reflexiona acerca de los ciudadanos avanzados (ni mejores ni peores que el resto), aquellos que ya no son de un solo lugar. Cuyas etiquetas que les caracterizan son múltiples y pertenecen a diferentes tribus. Pertenecen a una u otra, en función del contexto concreto, rompiendo el silogismo de “eres de aquí, piensas así, actúas así”.
Alfons dice sentirse más cómodo con gente “que me entiende” que con la gente de “mi sitio”. Habla de la antigualla del mundo de los países, donde el mapa político está siendo superado por el de las personas. Ve un mundo sin fronteras que se concentra en las ciudades (esto ya es un hecho estadístico). Las mismas que luchan como nunca para atraer el talento (además de atraer turismo…).
En un momento en el que estamos empezando a asimilar la sociedad 2.0, donde la información es ubicua y emerge la tendencia de “abajo a arriba”, donde más que nunca la red se presenta como uno de los grandes terrenos de juego, también emerge con fuerza un mundo horizontal.
Un mundo formado por las comunidades de intereses (MySpace, Forum catMeteo o LinkedIn,…), tribus o de “sentidades” (neologismo acuñado por Alfons que se refiere a “comunidades de sentido”). Un mundo poliédrico, individualista, efímero y también líquido como defiende Zygmunt Bauman.
Mi pensamiento ha evolucionado en los últimos tiempos. Hacia peor. El desencanto tiene que ver con la enorme lentitud de los gobiernos por resolver necesidades. También con la incapacidad manifiesta de la clase política, sus egos y sus partidos, por ser incapaces de satisfacer y defender mis necesidades e intereses.
Comprendo la elevada abstención después del circo mediático con el que nos torturan permanentemente. Síntoma de una enfermedad irreversible. Con un único final posible: un divorcio de intereses entre la visión jerárquica y administrativa frente a una visión de un mundo de intereses de personas, de “países y continentes mentales”.
Habrá que ir despertando. La competencia ya no es entre países, es entre empresas. Entre marcas. Como casi siempre, parece que el marketing y la comunicación se erigen en avanzadilla. Su eficacia se valora y sus victorias se aplauden. Acaso porque se dedican permanentemente a pensar en y para las personas.
Felicito vía email a Alfons por el artículo. Aprovecho y pregunto inocentemente sobre una hipotética solución. Su respuesta es tajante: «No creo que el tema tenga solución. El mundo va más rápido que nuestras piernas. Sólo tenemos que entenderlo y adaptarnos”.
Está claro.