En un caso porque uno de los socios inversores se ha echado para atrás en su compromiso de inversión. El otro caso, se trata de una empresa con muchos años de recorrido, con diversos resfriados a lo largo de estos últimos años a causa de internet, o sea a que estaba más muerta que viva antes de la crisis.
Desde luego que no voy a renunciar al optimismo ahora, pero hay que barajar todas las opciones disponibles. Especialmente ahora. Si el propio secretario de Estado de Economía, David Vegara, ha defendido que el fondo de 30.000 millones de euros, ampliable a 50.000 millones, creado por el Gobierno español para facilitar el acceso de la banca a la financiación «debe ser considerado como una inversión, no como un gasto ni un plan de rescate«… deberíamos tomar nota.
O también deberíamos tomar nota cuando vemos a las administraciones cómo se baten el cobre, en un esfuerzo loable, por mantener el empleo industrial. Algunos casos –como la industria de la automoción- se sabe que el enfermo es terminal. Está en momento extremadamente delicado.
Duele y preocupa, pero por más dinero y buena voluntad que le pongan las administraciones de turno, no podrán enmendar dos problemas estructurales: que el sector de la automoción sufre un exceso de capacidad productiva. O sea, sobran fábricas y marcas. Y además, España está en una posición de gran debilidad, porque además no es sede de ninguna multinacional (las vendimos todas).
Con todo lo que está cayendo, resistir es vencer. En esta travesía del desierto ir a buscar financiación de un proyecto startup y/o de contenidos digitales, y conseguirlo es casi ciencia ficción. Eso es un problema que amenaza con aniquilar una industria entera… ¿eso es un problema para España y el futuro de los españoles? Pues sí.
Leyendo el
Libro Blanco sobre los Contenidos Digitales en España 2008, se afirma con rotundidad que “casi dos tercios de la población consumen ya contenidos digitales” y que “los contenidos digitales ostentan un papel cada vez más protagonista en el impulso y desarrollo de las economías y las sociedades modernas”.Si de verdad los contenidos digitales “constituyen para el Gobierno de España un activo de alta importancia estratégica, económica y social, por su doble faceta de instrumentos para la creación de riqueza en un contexto de economía del conocimiento y de motores de desarrollo de la Sociedad de la Información”, toca actuar y rápido.
Ahora es el momento, por coyuntura económica y porque la industria de los contenidos a nivel mundial está en proceso de transformación hacia lo digital.
Porque sabemos que el futuro de la industria es global, pero que es difícil pero no imposible competir en un sector a pesar que es una industria dominada por compañías extranjeras, todavía hay empresas en España que por tradición, talento y oportunidades pueden despuntar…
Porque sabemos que es un buen momento para capacitar profesionales y para atraer talento (o lo que es lo mismo, evitar fuga de talento).
Y además, porque sabemos que hay una gran incertidumbre en torno a los modelos de negocio digitales, que eso incrementa el grado de exposición y riesgo que las empresas que compiten en este sector, innovando y desarrollando, y porque buscar inversión y/o financiación se ha convertido en misión imposible.
Hablamos de una industria que es una realidad, pero muy atomizada. Formada por compañías muy jóvenes y pequeñas, con máxima exposición a la coyuntura económica. ¿Por qué no tomamos nota sobre el trato favorable que otros países han realizado, por ejemplo hacia la industria de la animación? ¿Por qué no tratamos de aprender algo de esas experiencias?
Además de futuro y de poder tomar posiciones estratégicas en el contexto mundial, la industria de contenidos digitales es fuente de creatividad e innovación, y además es sostenible… ¿qué más argumentos debemos aportar para merecer un “Plan urgente para la industria de contenidos digitales”?
Hablamos de empresas que no temen a Internet, porque son digitales. Que no persiguen a los consumidores, sino que buscan formas para conectar con ellos y que experimentan vías para monetizar –éticamente- esa relación.
No reclamo la sopa boba, ni reivindico subvenciones extrañas. Reivindico que si en España hay unos centenares de empresas tratando de salir adelante con casi todo en contra y consideramos que el sector de los contenidos (digitales) es estratégico de cara a futuro, actuemos en consecuencia.
¿Por qué no dedicamos una porción de lo que se dedica a comprar “activos no-tóxicos” de la banca española, o las ayudas a la industria de la automoción a echar un cable a nuestra industria de contenidos?
¿Nos harán caso? Lo dudo. La realidad es que no pintamos nada. Ni movemos los hilos del poder, ni financiamos partidos políticos. Tampoco cortamos calles, carreteras, ni quemamos neumáticos
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