Las teles son cosa difícil. La barrera de entrada es como una fortaleza infranqueable. Son y representan el statu quo a derrocar. Algunos, los inteligentes, se han puesto manos a la obra y a trabajar con propuestas más abiertas. Otros siguen transitando y exhibiendo su trasnochada soberbia vestida de rancio glamour. Mientras, masajean nerviosos a su vieja gallina de los huevos de oro.
Lo que son las cosas. A los que venimos de lejos, la fortaleza, nos la imaginábamos como El Dorado. Un paraíso en la tierra, aunque en verdad un espejismo. Sea por la dureza de la travesía o porque nacimos cuando sólo existían dos canales. Y en blanco y negro.
Ha empezado la revolución y no hay vuelta atrás. Con el acoso y derribo de los múltiples pretendientes del negocio de las teles tradicionales, la contienda se está endureciendo. La publicidad anda despistadísima, aunque a estas alturas deberían tenerlo claro. El momento en el que el usuario (que no telespectador) asuma el control y se convierta definitivamente en el protagonista, está cerca.
La televisión digital nace casi obsoleta, la cuota de los DVRs crece cada día que pasa (en USA llega al 30% de los hogares), pero los usuarios queremos y ya no nos asusta empezar en una experiencia televisiva enriquecida con Internet. La internetización de la tele y la audiovisualización de Internet. Paradojas.
La resistencia al cambio en las teles tradicionales es antológica. No se sabe si por miedo a perder su trabajo o por estupidez de serie. Como comentaba una profesional del sector con muchas horas de vuelo “Ni te imaginas la cantidad de cretinos que hay en las tv’s y adyacentes…”.
Las vergüenzas al aire. Los últimos son las cadenas de televisión. Si algunos han demostrado que con menos de un centenar de empleados se puede hacer televisión de calidad, es difícil justificar lo injustificable, especialmente las teles públicas.
Pero no, andábamos equivocados. El mercado televisivo no es El Dorado. Es la Bastilla. No sé cuando sucederá la toma de la Bastilla audiovisual, pero trabajamos duro para que suceda pronto. Quizás cuando los estrenos de una web-televisiva logren congregar unos cuantos centenares de miles de usuarios únicos en un solo día, puede que en ese momento los anunciantes y la industria publicitaria abran definitivamente los ojos.
Si todo un “Padre de Familia” es capaz de aguantarse con 710.000 espectadores y 5,3%, o un todopoderoso Cuatro con “House” cosecha 830.000 de audiencia con un 10,4% de share. ¿Estamos tan lejos?
Entonces el antiguo régimen de las televisiones tradicionales, toca su fin. El absolutismo y la arbitrariedad de los medios tradicionales generará un gran seísmo. Especular con las consecuencias es ciencia ficción. Pero ni el dinero de los emporios mediáticos, ni disparar con pólvora del rey evitará la pérdida de la plaza. El usuario quiere su experiencia audiovisual, no seguir la arbitrariedad de los de siempre. El despotismo de las teles tradicionales los ha llevado a un callejón sin salida.
La historia cuenta que a las 8 de la mañana del
15 de julio de 1789, en el Palacio de Versalles, en el momento de su despertar, el duque de Rochefoucauld-Liancourt informó a Luis XVI de la toma de la Bastilla.No habrá juicios sumarísimos, pero tampoco se espera capitulación ni amnistía de ningún tipo.