No se trata de negar la evidencia de que muchos lo están pasando mal. Las cifras están ahí: paro desbocado, récord de concursos de acreedores… y la previsión que los recortes seguirán aumentando.
La inercia en la opinión pública es que “todo empeora”. Las malas noticias (en forma de recortes, cierres, anulaciones) nos rodean y llegan a todos los rincones. Casi nada está a salvo. Todavía quedan algunas torres que parecen inexpugnables. Por el momento solo se ha cruzado tímidamente la frontera de los intocables, casta de privilegiados del establishment que luchan por mantener su ‘frame’. Aquello que les asegura mantener su statu quo contra viento y marea. Llámame demagogo, y aún con el riesgo de ser injusto al generalizar, sustituye la palabra ‘intocables’ por banqueros sin escrúpulos, políticos corruptos y/o incapaces o empresarios cercanos al poder que abusan de su posición. Esta percepción cambiará el día que empecemos a ver algunos de los responsables del desastre, entre rejas.
Seamos realistas, eso tampoco solucionaría nuestros problemas. En un país donde los dos grandes partidos políticos son incapaces de ponerse de acuerdo para replantear el drama de los desahucios, pero sí de cambiar la Constitución a su gusto con nocturnidad, alevosía y premeditación, mejor ser realista en ese sentido.
La incertidumbre seguirá siendo máxima, con ellos o sin ellos, poco alivio habrá. Seguirá la preocupación y el miedo. Persistirá la sensación que nos siguen obligando a jugar al mismo juego, sin comodines, sin confort, con menos vidas. Como si se tratara de un hámster hipnotizado por las vueltas de la rueda, que gira y gira. Ya hace tiempo que hemos despertado abruptamente de la promesa de estabilidad y cómodos plazos. Esto es ‘matrix’ y estamos atrapados. Cuanto antes seamos conscientes y actuemos en consecuencia, mejor.
En un momento de fuerte desesperación, decir que hay a quienes les va bien, parece casi obsceno. Desde luego no me refiero a los bancos estadounidenses (JP Morgan, Goldman Sachs, Bank of America, Morgan Stanley o Citigroup), ni a los países de economías emergentes. Ni tan siquiera al bono alemán o a los paraísos fiscales con un flujo de dinero que se ha multiplicado. Me refiero a empresas de aquí. Algunas grandes compañías, otras simplemente micro pymes. Empresas de sectores maduros, incluso de utilities con buena salud financiera que han podido crecer dobles dígitos. También empresas innovadoras que se han creado su espacio (ver Hoko Esport un campeón de presente y futuro) o comercios de proximidad que han sabido encontrar una mezcla perfecta.
Como me comentaba el propietario de una tienda de vinos que está enfrente mi casa. Ha cerrado un buen año 2012. El consumo se resiente “pero la gente sale menos a comer fuera, y los lotes de Navidad y los regalos de empresa han disminuido” me argumentaba el propietario para justificar la buena marcha de su negocio. Vaso medio lleno o medio vacío.
Los fuertes contrastes despistan. No confundamos las nuevas oportunidades con los ‘brotes verdes’. Los números no engañan, los datos nos sitúan en cifras de hace un decenio.
No hay ‘brotes verdes’, pero si para la desesperación nunca hay un buen momento, ahora menos. Todo está cambiando y nosotros tenemos que insistir, pivotar o reiniciar.
Mejor que cambiemos de chip porque nada volverá a ser igual. Lo hemos oído docenas de veces, pero me lo repito a diario. Sin perspectiva para saberlo con certeza, cada día que pasa se confirma más la sensación –como he oído recientemente- que más que una “era de cambio”, estamos en una “cambio de era”.
El futuro será imperfecto, no me cabe ninguna duda. E imprevisible como comprobamos a diario. Dejarse ir no es una opción aunque solo sea por cuestión de supervivencia. Quejarse, solo hará que agotemos energía además de perder el tiempo estérilmente. Solo tenemos una vida y nuestro mayor tesoro es el tiempo. Sea cual sea tu interés, construye tu proyecto. Ve a por él, ahora. Con o sin dinero, pero con toda tu energía, compromiso y determinación. Eso no es garantía de éxito, pero es común denominador de aquellos a quienes les van bien las cosas. Y por mal que te vaya y fuerte que sea la corriente, por favor, no dejes de nadar.