Quizás pueda parecer un día normal. Un lunes más, de inicio de primavera. Pero no, es un día especial, el sincrotón Alba se inaugura hoy. Deber serlo porque ha sido calificada como el «mayor proyecto de infraestructura científica y tecnológica” realizado en España. En realidad es una apuesta estratégica de primer orden.
Se han tardado cuatro años y una inversión de 201 millones de euros. La puesta en marcha del sincrotrón Alba disminuye la falta de grandes instalaciones científicas que padece España. Está situado en Cerdanyola del Vallès, junto al campus de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), muy cerca de donde vivo.
En el mundo hay unos 40 sincrotrones más de características similares, ninguno en la zona sur del Mediterráneo. Hasta ahora los científicos españoles que necesitaban trabajar con este tipo de instalaciones debían desplazarse a otros países, especialmente a Francia. La experiencia de otros países con este tipo de instalaciones ha demostrado que su puesta en marcha es un fuerte estímulo para aumentar el nivel medio de la ciencia española, excelente noticia de futuro.
Ahora te preguntarás a qué viene mi interés por la ciencia. Con este laboratorio, los científicos “estudiarán en directo reacciones químicas que apenas duran unas fracciones de segundo, analizarán nuevos materiales para mejorarlos, como plásticos más ligeros y resistentes, determinarán la estructura de proteínas, hormonas y virus o podrán diseñar nuevos fármacos”. Algo que sí nos afecta directamente.
Eso y que, casualidades o no al margen, en los últimos meses ha circulado por mi entorno el embrión de algún proyecto empresarial relacionado con la química y la biología, moléculas y proteínas, y las posibilidades que da Internet a la hora procesar ingentes cantidades de información de forma inteligente. Nuevas disciplinas (para mí) de las que entiendo muy poco o casi nada, pero que cada vez me interesan más… quizás sea “mi” Alba de la ciencia.