Mi amigo Raúl tiene la capacidad para hacer recomendaciones interesantes. Llevaba mucho tiempo insistiendo en que mirara Mad Men. Me daba pereza, me resistía. Hasta que él y Carme me obsequiaron el DVD de la 1ª temporada. Afortunadamente, entonces no quedó más remedio.
No voy a descubrir la sopa de ajo. Mad Men es una serie sobre ejecutivos publicitarios neoyorkinos de principios de la década de los años sesenta. Un elegante retablo de unos profesionales que viven del arte de vender progreso bajo la bandera del ‘american way of life’.
La ambientación y la estética de la serie son excelentes, pero sus personajes, el realismo de sus guiones, con unas situaciones tan intensamente emocionales, resultan soberbios. Hay escenas que sólo los que han vivido en el mundo de la agencia, pueden apreciar en toda su dimensión.
Mad Men recrea un universo salvaje, tan real en cuanto a personajes, situaciones y conflictos que resultan extrañamente vigentes a pesar de mediar más de cuatro décadas. En Mad Men hay tanto exceso de talento, como alcohol, tabaco y machismo. Tan exagerado resulta hoy, como real fue…
Don Draper, el protagonista, es la reencarnación del héroe que aparentemente suena a falsete. Todos conocemos a alguno. Don Draper ha conseguido desarrollar un instinto profesional que lo mantiene con vida, en delicado equilibrio con su lado más oscuro. La secretaria Peggy, el trepa Peter Campell, el elegante y conspicuo Roger Sterlling, Doña Curvas Joan Holloway, y un largo etcétera hasta Bert Cooper el socio fundador maduro, el único que no fuma, no bebe, camina descalzo, cuida a su bonsái y es un fan de Ayn Rand y “La Rebelión del Atlas”. Sencillamente genial.
Sólo una muestra de una galería de personajes, que van creciendo lentamente, y que pretenden avanzar en una sociedad en la que cuesta romper con algunas tradiciones a pesar de encontrarse en la capital del mundo.
Mad Men es una serie para consumir a fuego lento. Parecerá una exageración pero recomiendo ver cada capítulo un par de veces. Sólo así se llegan a apreciar la exquisitez de todos sus detalles.
Su éxito no ha pasado desapercibido. Está cosechando una gran cantidad de galardones (3 Globos de Oro y 9 premios Emmy) en reconocimiento “a su autenticidad histórica, su estilo visual, su guión y sus interpretaciones”.
No parece que vaya a ser una serie que genere un fenómeno fan como otras más ruidosas al estilo de “Lost”. Tampoco parece que vaya a disparar la vocación para trabajar en el mundo de la agencia ahora que ha pasado su etapa más glamurosa y que la inversión publicitaria ha menguado.
Muchas veces se las ha enterrado, pero las agencias de publicidad jamás desparecerán. Son necesarias en la cadena de valor. Se transformará su negocio, evolucionarán su actividad, emergerán nuevos perfiles profesionales, pero en mayor o menor medida, siempre habrá que recurrir a ellas para que ayuden y acompañen a las marcas.
Hay aspectos inmutables. Son algunos de los que Mad Men ha conseguido destilar. Siguen pareciendo extrañamente contemporáneos y cercanos, porque en el fondo tienen que ver con la propia naturaleza humana.
Probablemente esa sea la esencia de la agencia, la creación de ideas que influyan, su venta y las relaciones personales entre aquellos que lo hacen posible. Esa es la esencia que no se extingue.
Nunca se sabe, quizás Mad Men sea esa “llamada de la agencia”. Ese resorte que una vez activado, despierta ese gusanillo que algunos seguiremos conservando para siempre.