La era post-recesión nos está dejando un panorama interesante. El colapso y cierre de algunos proyectos, escisiones empresariales, despidos más o menos masivos. Todo ello ha liberado una potente e insólita capacidad profesional en el mercado.
Entre estos profesionales, algunos han ido directamente a engrosar la millonaria cola de personal en paro. Otros se han añadido a la numerosa legión de autónomos y unos cuantos, en menor número, se han lanzado a arrancar sus propios proyectos empresariales.
Este conjunto de experiencias, conocimientos, conexiones e intereses (y también temores), representa un enorme mosaico de enorme potencial, que puede convertirse en el crisol de nuevos proyectos ilusionantes nacidos bajo el rigor de un clima de incertidumbre.
Algunos de estos agentes libres, son nodos muy capaces de conectar personas, organizaciones, conocimientos y experiencias, actuando en algunos casos, como auténticos catalizadores de proyectos en otros sólo como meros -pero valiosos- conectores.
El dinero no es evidente. La liquidez sigue escaseando. Las empresas cuidan su tesorería bajo siete llaves y antes de emprender ninguna nueva aventura se lo repiensan hasta que pasa la fiebre emprendedora o la oportunidad. Aunque pueda parecer insólito, para algunas grandes organizaciones preocupadas (con razón) de su futuro y más focalizadas en resistir que en emprender nuevas aventuras que erosionen su tesorería, estos agentes libres pueden representar auténticas boyas para su futuro.
En realidad, muchos de estos agentes/nodos catalizadores son enormes oportunidades para estas organizaciones. Probablemente sean una de las pocas alternativas de explorar nuevas vías de negocio, desde la extrema sencillez, rapidez, aunando en un solo proyecto ingredientes únicos e imposibles de conseguir por la vía de la contratación o de la inversión clásica.
La aportación en especie es otra de las señas de identidad. Me refiero a la capacidad comercial, tecnológica, talento creativo, visibilidad u otros ingredientes, que los participantes ponen encima de la mesa y que se convierten en moneda de curso legal y en el principal activo del proyecto.
Y un último ingrediente fundamental: las relaciones personales. Se trata proyectos de elevada complejidad, sólo viables a partir de una excelente química personal en la que prevalezca la confianza absoluta entre las partes del proyecto.
Estas alianzas asimétricas representan una alternativa emprendedora de primer orden y probablemente una de las únicas vías para aunar determinadas habilidades, capacidades y experiencias en un entorno como el actual.