Por qué recordamos: La nueva ciencia de la memoria de Charan Ranganath es una obra esencial para cualquiera interesado en los campos del aprendizaje continuo, el desarrollo cognitivo y el crecimiento personal. Este libro despliega una visión innovadora de la memoria, no solo como un archivo de experiencias pasadas, sino como un elemento activo y dinámico que influye en nuestra toma de decisiones y en la construcción de nuestra identidad.

Ranganath, con su profundo conocimiento en neurociencia, explica cómo la memoria es fundamental en el aprendizaje a lo largo de toda la vida, permitiéndonos adaptarnos a nuevos entornos y situaciones al almacenar y recuperar información de manera eficiente. Este proceso no es pasivo; es una función activa que se refina continuamente a medida que interactuamos con el mundo, lo que resalta la importancia de una memoria aguda para el desarrollo cognitivo continuo.

Además, el libro aborda cómo nuestras memorias y la forma en que las recordamos pueden influir en nuestra percepción de nosotros mismos y en nuestras interacciones sociales, lo que tiene implicaciones directas en nuestro desarrollo personal. Al entender y mejorar nuestra capacidad de recordar, no solo mejoramos nuestra habilidad para aprender, sino que también fomentamos un crecimiento personal más profundo y significativo.

Por qué recordamos es, por tanto, una lectura crucial para aquellos que buscan entender mejor la intersección entre memoria, aprendizaje y desarrollo personal, ofreciendo estrategias para potenciar nuestra memoria en beneficio de un enriquecimiento personal y profesional continuo.

Principales ideas de Por qué recordamos

  • El arte de recordar y el proceso de olvido
  • Viajes mentales en el tiempo: El poder de la memoria episódica
  • Dominando la memoria: Técnicas de los campeones
  • Reacción cerebral ante lo inesperado: Sorpresa y curiosidad
  • La maleabilidad de la memoria: Entre la realidad y la sugerencia
  • Aprendizaje a través de los errores: Una estrategia efectiva para la memoria
  • La memoria social: Cómo las interacciones moldean nuestros recuerdos
Charan Ranganath | Why We Remember | Talks at Google

El arte de recordar y el proceso de olvido

¿Te has preguntado alguna vez por qué ciertos recuerdos perduran décadas mientras otros se esfuman sin dejar huella? La clave está en cómo los sistemas de memoria del cerebro humano han evolucionado para priorizar información crucial y adaptarse a cambios ambientales.

Diariamente, nuestros cerebros enfrentan un bombardeo de más información de la que podríamos almacenar. Para manejar esta sobrecarga cognitiva, realizan una especie de «votación» sobre qué detalles conservar. Específicamente, se forman conexiones entre células cerebrales que seleccionan qué recordar basándose en lo que captura nuestra atención entre el cúmulo de estímulos.

Este mecanismo nos permite identificar y priorizar eficientemente los detalles más relevantes de nuestro entorno, como distinguir sonidos específicos del habla en medio de ruidos de fondo. Sin embargo, también hace que los eventos rutinarios se vuelvan borrosos con el tiempo debido a la competencia entre memorias similares que se interfieren mutuamente.

¿Cómo podemos entonces convertir deliberadamente una pieza de información en un recuerdo perdurable? La clave reside en dirigir nuestra atención e intención hacia la codificación de detalles distintivos en el momento que se vive la experiencia. Este proceso involucra la corteza prefrontal, que actúa como un ejecutivo central, coordinando la actividad cerebral y clasificando los recuerdos por su importancia.

Una técnica efectiva para fortalecer la memoria es practicar la atención plena. En momentos clave, toma una pausa consciente para absorber completamente el espectro de detalles sensoriales que experimentas, desde la vista hasta las emociones. Esto facilita una codificación más profunda y duradera en el cerebro.

Contrario a la tendencia moderna de documentar cada momento con fotos o videos, estudios indican que este acto puede, paradójicamente, alejarnos de la experiencia real, haciendo que los recuerdos sean menos vívidos.

Entender cómo funcionan los sistemas selectivos de memoria de nuestro cerebro y aplicar atención consciente durante las experiencias nos permite mejorar significativamente nuestra capacidad para codificar y conservar los momentos que realmente importan.

Viajes mentales en el tiempo: El poder de la memoria episódica

El aroma de las castañas asándose invade tus fosas nasales y, de inmediato, te transporta veinte años atrás a aquel mágico viaje a París, donde el mismo olor te acompañaba en tus paseos nocturnos. Las memorias poseen una capacidad casi mágica de llevarnos a través de los años y vastas distancias, demostrando que la habilidad de viajar mentalmente en el tiempo es una parte esencial de cómo funciona la memoria humana.

Nuestro cerebro maneja dos tipos de sistemas de memoria: la memoria semántica, que usamos para aprender y recordar hechos y conocimientos, y la memoria episódica, que nos permite recordar experiencias personales y eventos pasados. Esta última es la que facilita nuestros viajes mentales en el tiempo.

La memoria episódica depende en gran medida del hipocampo, una región cerebral que codifica los recuerdos con marcas temporales sensoriales, incluyendo olores, emociones y otros sentidos. Al hacer un flashback, el hipocampo reactiva los mismos grupos de células cerebrales de la experiencia original, permitiéndonos revisitar tanto los hechos como las sensaciones del pasado. Estímulos como vistas, sonidos y olores pueden desencadenar este proceso, haciendo que memorias dormidas resurjan vívidamente.

Pero la magia de la memoria episódica no solo nos permite regresar en el tiempo; también nos ancla en el presente e influye en nuestras decisiones futuras. Por ejemplo, al despertar desorientado en una habitación de hotel desconocida, el hipocampo te permite recuperar rápidamente memorias recientes del check-in para ayudarte a orientarte. Asimismo, facilita la reconstrucción de contextos pasados, como recordar dónde dejaste tu cartera, mejorando tu capacidad para retraer tus pasos.

La habilidad de revisitar nuestras experiencias pasadas no solo nos arraiga en el presente, sino que también moldea quiénes somos, demostrando el profundo impacto de la memoria episódica en nuestra vida diaria.

Dominando la memoria: Técnicas de los campeones

Imagina ser capaz de memorizar el orden de una baraja recién mezclada en solo diez minutos. Aunque parezca una proeza sobrehumana, en realidad es una habilidad al alcance de muchos. Scott Hagwood, ganador en cuatro ocasiones del Campeonato de Memoria de EE. UU., es un ejemplo de ello. No nació con habilidades excepcionales; comenzó a entrenar su memoria a los 36 años tras ser diagnosticado con cáncer. Un año más tarde, ya podía memorizar nombres, poesía, secuencias de cartas y combinaciones aleatorias de palabras y números en apenas cinco a quince minutos.

¿Cuál es el secreto? Poseer una memoria excepcional no implica retener una enorme cantidad de datos sin más. Lo crucial es cómo organizamos y accedemos a esa información. Aquí entra en juego el «chunking», una técnica que consiste en descomponer grandes bloques de información en partes más pequeñas y manejables. Es similar a cómo memorizamos un número de teléfono, segmentándolo en grupos de dígitos.

No obstante, el chunking no es suficiente para explicar cómo formamos recuerdos detallados de eventos complejos. Para ello necesitamos los esquemas, estructuras mentales que organizan nuestras experiencias en patrones reutilizables, como los planos de un arquitecto. Por ejemplo, no necesitas formar un nuevo recuerdo cada vez que visitas una tienda IKEA; tu cerebro agrupa las características comunes de todas tus visitas anteriores, permitiéndote enfocarte en las novedades.

Estas técnicas se pueden combinar eficazmente. Al intentar memorizar el orden de una baraja, no memorices cada carta aisladamente. Mejor crea una historia que las vincule, como «El rey usó un sota para cambiar su llanta pinchada y luego condujo siete millas hasta la gasolinera Ace».

En un mundo inundado de datos, mejorar nuestra capacidad para codificar y recuperar recuerdos significativos es posible mediante la maestría de técnicas como el chunking y el uso de esquemas.

Reacción cerebral ante lo inesperado: Sorpresa y curiosidad

Imagina que te acercas a la entrada de tu casa y ves algo inusual en el suelo: ¿es eso una chaqueta? Al entrar, tu corazón se acelera y tus ojos escanean rápidamente el entorno, notando que los muebles están desordenados. Una sensación de temor te invade… ¡has sido robado!

Este escenario no solo muestra cómo la memoria nos orienta hacia el pasado, sino también cómo nos alerta sobre irregularidades en el presente. La sensación que te alertó del robo es un ejemplo de lo que los neurocientíficos denominan la «respuesta de orientación», un reflejo cerebral que se activa ante la novedad o las irregularidades, desencadenando cambios neurológicos como la dilatación de las pupilas y el aumento del flujo sanguíneo al cerebro, ayudándonos a identificar qué es diferente.

Este reflejo no solo nos alerta sobre las diferencias; también facilita la codificación de estos eventos inesperados en nuestra memoria. Sin embargo, otro elemento que potencia este proceso es la curiosidad. Un estudio de Caltech reveló que los centros motivacionales del cerebro se activan con preguntas de trivia que despiertan la curiosidad, mejorando la retención de las respuestas y, sorprendentemente, también de información no relacionada presentada en ese estado de curiosidad.

No obstante, la curiosidad sobre lo desconocido puede ser ambivalente. Demasiada incertidumbre puede provocar ansiedad y miedo, ya que el hipocampo detecta discrepancias entre nuestras experiencias actuales y nuestros recuerdos pasados. Si la coincidencia es mínima, el mundo puede parecer amenazante en lugar de presentar oportunidades de aprendizaje.

Ante lo nuevo, ¿optaremos por retraernos o podremos cultivar una curiosidad paciente que nos impulse a explorar los límites de nuestro entendimiento? Esta es la elección que enfrentamos al abordar la novedad.

La maleabilidad de la memoria: Entre la realidad y la sugerencia

Sumergirse en los recovecos de la mente y moldear los recuerdos puede parecer propio de la ciencia ficción, pero refleja aspectos reales de cómo opera nuestra memoria. Al evocar un recuerdo, lo modificamos, entrelazando pasado y presente en una versión que puede diferir notablemente del evento original.

Los recuerdos, susceptibles a influencias externas, pueden incluso ser creados de cero. El experimento «perdido en el centro comercial» de Elizabeth Loftus es un claro ejemplo: participantes empezaron a «recordar» un evento ficticio de su infancia bajo sutiles sugerencias. Este hallazgo revela que es posible implantar recuerdos falsos, una realidad con profundas implicaciones, especialmente en el ámbito legal donde la credibilidad de los testimonios es vital.

No obstante, es crucial reconocer que no todos los recuerdos son frágiles o susceptibles a ser alterados caprichosamente. Si bien pueden ser influenciados y en ocasiones fabricados, esto no invalida la confiabilidad general de la memoria. La susceptibilidad a los recuerdos falsos varía entre individuos y el contexto de recuperación de los recuerdos es determinante. En la terapia, por ejemplo, la interacción entre paciente y terapeuta puede afectar significativamente los recuerdos recuperados. Sin embargo, muchas personas que han vivido traumas mantienen recuerdos consistentes y precisos que pueden relatar sin influencias externas.

Este conocimiento matizado de la memoria es esencial, particularmente en debates como los surgidos en torno al movimiento #MeToo y en situaciones donde la exactitud de los recuerdos es cuestionada. Abordar los recuerdos, especialmente los de eventos traumáticos, con una perspectiva que reconozca tanto la posibilidad de distorsión como la de precisión, es fundamental.

Aprendizaje a través de los errores: Una estrategia efectiva para la memoria

En el trabajo, en la escuela y en la vida cotidiana, frecuentemente se nos insta a evitar los errores. Sin embargo, equivocarse es esencial para el aprendizaje, una verdad que se destaca en la experiencia de un profesor universitario durante la pandemia de COVID-19. Ante el desafío de enseñar virtualmente y observando la dificultad de su hija para mantenerse enfocada en clases en línea, este profesor encontró inspiración en su investigación sobre la memoria. Decidió reemplazar los exámenes tradicionales por cuestionarios semanales de libro abierto, permitiendo que los estudiantes revisaran sus respuestas posteriormente. Este método resultó ser un éxito rotundo, con un 85% de los estudiantes reportando que los cuestionarios mejoraron significativamente su aprendizaje.

¿Por qué fue efectivo este método? Se basa en el aprendizaje impulsado por errores, un mecanismo cerebral que sugiere que aprendemos mejor cuando necesitamos activamente recuperar información de nuestra memoria. Durante los cuestionarios, los estudiantes no solo absorbían pasivamente el material, sino que activamente recuperaban y reforzaban la información.

Este proceso se apoya en la estructura neural de la memoria, donde las memorias se forman a través de redes de neuronas activas conocidas como ensamblajes celulares. Al intentar recordar la respuesta a cada pregunta del cuestionario, los estudiantes estimulaban estos ensamblajes. Si no lograban recordar correctamente, sus cerebros identificaban las áreas que necesitaban fortalecimiento, permitiendo una actualización y mejora de la memoria.

Este enfoque destaca la importancia de aceptar los errores como parte integral del aprendizaje. Reconceptualizar el error no como un fracaso sino como un paso crucial hacia la maestría, permite crear ambientes educativos que promueven la experimentación y el crecimiento personal y académico.

La memoria social: Cómo las interacciones moldean nuestros recuerdos

A menudo consideramos que nuestros recuerdos son exclusivamente personales, pero en realidad están profundamente influenciados por nuestro entorno social. La memoria es esencialmente colectiva, entrelazada con nuestras relaciones e interacciones.

Desde temprana edad, la forma en que nuestras familias narran experiencias compartidas configura las historias que contamos sobre nuestras vidas. Investigaciones indican que los adolescentes de familias que rememoran juntos eventos compartidos tienden a experimentar menos problemas de salud mental, como depresión y ansiedad, lo que resalta el impacto de las dinámicas familiares en el desarrollo de las memorias autobiográficas.

La dimensión social de la memoria introduce complejidades adicionales. Por ejemplo, en las interacciones grupales puede surgir la inhibición colaborativa, donde las voces dominantes pueden suprimir los recuerdos de miembros más reservados. Imagina una discusión sobre una película; si alguien critica vehementemente la actuación de un actor, podría influir en tu recuerdo, haciendo que olvides las actuaciones de otros actores y solo recuerdes las escenas del criticado.

En contraste, la facilitación colaborativa se manifiesta cuando los miembros del grupo valoran y respetan las contribuciones individuales, lo que puede mejorar la memoria colectiva más allá de la individual. Además, las parejas de largo plazo a menudo desarrollan estrategias compensatorias que optimizan su recuerdo conjunto. Incluso se ha observado que personas con trastornos de memoria pueden mejorar su capacidad de resolver problemas complejos tras interactuar con sus parejas.

Los recuerdos también pueden distorsionarse al compartirse en redes sociales, donde los errores se propagan y pueden reemplazar la realidad. Además, la tendencia a recordar información negativa más que la positiva puede alterar la percepción de los eventos.

Este panorama subraya la importancia de mantener la integridad de nuestras narrativas colectivas. Al adoptar perspectivas diversas y participar en una amplia gama de experiencias, podemos mitigar las fuerzas homogeneizadoras del recuerdo grupal y enriquecer nuestras narrativas compartidas.