El Sr. Anderson la ha vuelto a liar. El descubridor de la –también discutida- teoría del Long Tail ha querido significarse en este mundo tan complicado de los gurús y ha anunciado a bombo y platillo que The Web is dead. Long live the Internet.
La principal tesis que defiende Chris Anderson
¿Y qué hay de los 500 millones de usuarios de Facebook?
Anderson está en su derecho de defender (e intentar demostrar) que el futuro puede ser de entornos cerrados, porque sólo así se puede encontrar modelos económicos sostenibles. Ahora que ya sabemos que el maná de la publicidad online sigue lejos de las esplendorosas predicciones de hace 10 años y que el comercio electrónico es menos obvio de lo que parecía, las grandes corporaciones continúan pergeñando sus planes para dominar el universo (Tuenti?)
Lo que estoy convencido que ha fracasado es el modelo web como actualización del modelo broadcast tradicional. El consumo de medios es difuso. Nuestros ‘feeds’ no son fijos, evolucionan permanentemente y podemos reconfigurarlos a diario. No hay lealtades inquebrantables. Ni al discurso de las marcas, ni a los constructores y guardianes de la opinión publica. El público es cada vez menos pasivo y aunque todavía quedan muchos, no todos obedecen disciplinadamente sus dictados, de aceptar sin más, que alguien les diga qué tienen que pensar, opinar y comprar. Comparten y cambian sus feeds. La hipersegmentación es un hecho, por lo que el pilar de la relevancia difícilmente tendrá los mismos ingredientes que los focos de atención de antaño. Hoy somos eclécticos digitales.
En el fondo hay una interesante paradoja. A pesar del creciente caudal de información accesible, que a menudo nos apabulla, satura y exige tirar necesariamente de aplicaciones, herramientas, personas que devuelvan a todo “ese caudal” una escala más humana y manejable, también somos gregarios en un territorio poco explorado. De forma natural tenemos tendencia a buscar –consciente o inconscientemente- las recomendaciones de otro. Además, no de una forma estática, sino dinámica. El resultado final, alimentado por nuevas generaciones de dispositivos, ahora smartphones, mañana los tablets, y antes o después, otros que probablemente ni imaginamos. Por eso creo que lo único que está “garantizado” es que los usuarios evolucionamos y somos cada vez más ‘eclécticos’ respecto a través de quiénes y por dónde consumimos/producimos información.
En mi opinión, la clave del asunto no va de entornos abiertos o entornos cerrados, la clave está en la relevancia y en su sostenibilidad económica. Y ésta puede venir indistintamente por las dos vías. Lo importante es dar con el modelo de explotación adecuado, porque lo que sí está demostrado es el incremento geométrico de tráfico en las redes se acelera. Y ciertamente, cada vez que aparece un nuevo dispositivo o una nueva aplicación, damos una vuelta de tuerca más a la complejidad de nuestro universo. Especialmente para la gente con responsabilidades y funciones dentro del marketing. Nuevas posibilidades de comunicar, de relacionarse, de medir, de invertir,…
El artículo de Anderson es una tormenta de verano. Como ya han denunciado numerosos expertos, tiene fallos conceptuales importantes (puedes no abrir el browser para usar servicios como Youtube, Twitter o Facebook, pero el uso que hay detrás sigue siendo tecnología web) y también metodológicos (el problema de basarse en un gráfico y en porcentajes, es que a veces engañan). No obstante, creo que es bueno el debate de fondo, aunque sólo sirva para tomar conciencia de dónde venimos y a dónde parece que nos encaminamos.
En cualquier caso, creo que el Sr.Anderson ha conseguido lo que buscaba, agitar un poco el gallinero y ser foco de atención en pleno agosto.