(Si has llegado hasta aquí, te recomiendo el especial marcos mentales y manipulación emocional)
La semana pasada fue movida. El famoso episodio de la “Ley de la Patada en el Router”, con la que alguien del gabinete ZP le coló un gol a la Ministra de Cultura, animó notablemente el cotarro. Los amigos del establishment cultural (también conocido como el “clan de la ceja”, SGAE incluida) parece que gozan de carta blanca a la hora de proteger sus intereses con premeditación, alevosía y nocturnidad. Lo relevante es que aunque no fuera cierto, o sólo a medias, la percepción es esa.
Más allá de leyes de economía sostenible, manifiestos y concentraciones varias, me quedo con dos conclusiones aparentemente periféricas a la cuestión fundamental.
Primero, no entiendo como el Ministerio de Cultura puede gestionar tan mal una crisis de este tipo. Segundo, relacionada con la primera, el meta-debate de fondo lo tiene perdido el poder, de antemano.
Son los famosos marcos mentales de George Lakoff, el lingüista cognitivo y su teoría sobre el pensamiento metafórico, a los que los gestores de la estrategia del partido demócrata estadounidense y de la estrategia socialista son muy aficionados. “Esa idea de que los políticos deben decir la verdad se ha quedado anticuada. Ahora se lleva infantilizar a los votantes y reemplazar el debate político por la contienda de los valores y las identidades” (recomendable leer ‘Es el marco, imbécil!’)
La idea de Lakoff es muy simple, aunque de notable trascendencia. Como explica Manuel Castells “La ciencia cognitiva ha establecido que pensamos en términos de marcos mentales y metáforas, antes de entrar en el razonamiento analítico. Estos marcos mentales (frames) tienen existencia material, están en las sinapsis de nuestro cerebro, configurados físicamente en los circuitos neuronales. Cuando la información que recibimos (los datos) no se conforman a los marcos inscritos en nuestro cerebro, nos quedamos con los marcos e ignoramos los hechos. Por ejemplo, si se ha activado un marco que define al Presidente como protector contra todos los peligros del mundo, cualquier información que contradiga ese marco (como la falta de conexión entre Al Qaeda y Sadam Hussein, o la inexistencia de armas de destrucción masiva) tiene mucha dificultad para penetrar nuestra decisión consciente. Naturalmente, si ese marco no es operativo o si otro tipo de marco es el activado, entonces ocurre lo contrario, los datos se convierten en argumentos en contra de la política del miedo”
Ahora están probando el sabor de ‘esos marcos’ en sus propias carnes. No deja ser sorprendente a que este Gobierno haya sido pillado a contrapié con un relato coral y colaborativo como el #manifiesto. Sólo se entiende esa obstinación e insistencia a causa del secuestro que sufren por los del “clan de la ceja” y la SGAE. Se refuerza el marco mental subyacente y constituye una vía bloqueda de antemano.
No se me ocurre una estrategia más impopular que esa. La gente confunde permanentemente ‘libertad’ y ‘gratis’, pero eso no se arregla cerrando webs por decisión de una sospechosa comisión nombrada por el Ministerio. No, mientras exista la SGAE y en su absurda carrera inquisitoria, emponzoñe el marco y al Ministro de turno. Todos ellos están bajo sospecha.
Pero además de ZP, la Ministra, el clan de la ceja y la SGAE, hay más perdedores en esta ‘semana horribilis’. Aunque quizás algo exagerado, acierta Daniel Toledo en “El lobby de internet arrasa, el de la prensa no presenta batalla”. Otros que añadir a la lista de perdedores.
A la prensa tradicional le crecen los enanos. Por fin, el gobierno tomaba alguna decisión acertada y con el objetivo de la simplificación administrativa y mejorar la competitividad de las empresas, acababa con la obligación anacrónica de publicitar los acuerdos societarios en prensa. Un anacronismo que suponía para algunos periódicos el 11% de sus ingresos totales.
Es lo que tiene cuando creces artificialmente sin ser competitivo y sin crear suficiente valor. A los medios tradicionales, que hasta ahora gozaban de bula papal, parece que su tsunami particular ha llegado y ellos siguen agarrados a su clavo ardiendo. Piden árnica cuando en realidad deberían resetearse como otros muchos.
Es vergonzoso el capítulo de las subvenciones periódicas de la Administración (central y autonómicas) a la prensa. Si no ocurriera significaría la estocada definitiva para muchos medios tradicionales. Más después de saberse que la última ola del panel Zentinela de ZenithMedia apuntaba que la caída de la inversión publicitaria en la prensa tradicional estaba en -25%.
Las ayudas históricas han acabado por esclerotizar un sector, que luego se otorga la licencia de pontificar y dar lecciones a los demás. A las empresas que hemos nacido ‘en’ y ‘para’ la arena digital, si se nos acaba la financiación o no hacemos suficientemente bien las cosas, cerramos. Ahí están los ilustres casos de Mobuzz, Soitu y una larga lista que se pierde en el tiempo.
Los de la prensa tradicional parece que son un sanedrín insustituible. El suyo ya no es sólo un problema de crisis publicitaria, ni de modelo de negocio. Se han acabado creyendo que su negocio de informar-influenciar era intocable y eterno. Pues probablemente ya no son el adalid de la libertad de la información y puede que ya no sean tan necesarios como antaño. ‘Gajes del oficio’ que dirían.
Además, algunos tienen memoria de pez o simplemente exhiben una infinita caradura. Sólo así se entiende que ElMundo.es “criminalice un colectivo de 25 millones de usuarios, cuando el día 1 de ese mes presumía de ser el líder del mismo”. ¿En qué quedamos?
Al establishment no le van los cambios. Menos aún las revoluciones, salvo que sean para situar en el poder a los de su cuerda. ¿Agitar voluntades? Sí, la del prójimo y de forma interesada. Pero moverse uno mismo, para evolucionar y progresar, lo mínimo por favor. Antes de adaptarme al cambio juntamente con la sociedad, lo intento frenar.
¿Innovar o subsidiar? Otra reflexión de fondo. Hace unas semanas preguntaba al responsable de innovación de un prestigioso periódico acerca de cuando empezarían con su versión para e-book del Kindle. Su respuesta me dejaba frío: “las condiciones de acceso a la plataforma de Kindle hacen que sea un proyecto inviable económicamente”, que “estamos valorando otras opciones, pero que ninguna sería a corto plazo”.
Tienen miedo a internet. Mucho miedo (“el miedo de algunos periodistas a la gente”)
Los hechos de la semana pasada así lo demuestran y confirman. Uno no puede apelar a la Red un día si, y olvidarse al día siguiente. Eso es no entender Internet, sus rasgos psicológicos, ni los cambios tectónicos que está provocando.
Hasta hace poco había, entre los influenciadores profesionales, quien todavía sostenía que “la televisión -y los medios tradicionales- cambian gobiernos, mientras que Internet cambia la sociedad”. Puede que esto también esté cambiando. Algunos dirán que es demagogia, otros ‘piratería’. Yo digo marcos mentales.