Hasta hace un par de meses sólo conocía dos cosas de Mataró, el TecnoCampus y Hoko Sport. El primero por razones profesionales, el segundo por mi afición al running.
Cuando arranqué con el proyecto TecnoCampus le comenté a algún amigo que ojalá que fuera capaz de relacionar ambos mundos…
El día que Luz Fernández, responsable de servicios de empresa de TecnoCampus, me comentó que Hoko Sport había sido uno de los ganadores históricos de los Premis Cre@tic se me abrió el cielo. Siento una especial devoción por Hoko Sport desde que conocí a Joaquín León Cid, el fundador y alma máter de la empresa. Parte de esa admiración quedó reflejada en el post ‘Hoko Sport: marketing con sentido común’.
Ayer tuve ocasión de hablar con él con calma. “Me da casi apuro decir que me va muy bien, pero es que me va muy bien” me decía solo empezar la conversación. Es cierto. Mientras estábamos sentados en su espartano despacho-almacén pintado por él mismo, se respiraba futuro y optimismo.
En realidad no hay milagro. Solo tener claro lo que quiere el cliente, una determinación y perseverancia de corredor de fondo consciente de sus posibilidades. «Cuando empecé calculé que tenía que vender 200€ diarios para hacer viable la empresa”. Hoy multiplica por siete esa cifra y terminará el año superando sus propias previsiones, por encima de los 400 mil € de facturación. La empresa es él, aunque tiene un equipo de tres personas y proveedores esenciales. Todo lo produce aquí (concretamente en Mataró) coherente con la obsesión por la calidad y los detalles. Algo que no impide contener los costes y entregar el máximo «value for money» al cliente.
Como escribía un año atrás, la esencia de su negocio radica en un público objetivo claro (atleta popular exigente), un buen producto, bien pensado y afinado. Un canal de distribución directo con el que controlar las transacciones y tener el feedback del cliente en tiempo real, algo imprescindible para poder ponerse en su piel.
Cuando nos mostraba alguno de sus últimos prototipos, contándonos el proceso de refinamiento, prototipaje y pruebas, se entendían muchas cosas. Brillo en los ojos. Pasión y mucho mimo con lo que hace. Tocando con los pies en el suelo, de alguien que ha tenido que hipotecar su casa para empujar su proyecto.
Hoko Sport, una vez demostrado que el modelo funciona, lo está empezando a escalar. No quiere que el tamaño le haga perder la relación con el cliente final. Al contrario, quiere incrementarla. No sabe lo que es una base de datos, pero tiene claro que no quiere invadir su privacidad. Se trata de un respeto hacia el cliente sin fisuras.
Joaquín nos esboza algunas de sus planes de futuro. Alguno de sus planteamientos me han sorprendido, darán que hablar. Es un soñador con los pies en el suelo, que explicándolo con sus palabras hasta parece fácil. Formal y exigente, consigo mismo y con los demás. Insiste en seguir pagando (y cobrando) al contado. Quiere seguir siendo fiel a su filosofía y su aproximación está demostrando ser un exitazo.
Joaquín no es ningún chaval, pero encarna un nuevo tipo de empresario emprendedor diferente, realista y pragmático, pero muy atrevido e innovador. Es un brote verde en una comarca que vivió durante muchas décadas mayoritariamente del textil. Un monocultivo que languideció durante largos años, hasta casi desvanecerse por completo ante la incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos.
De esas cenizas han nacido proyectos como Hoko Sport. Otros liderazgos, otras actitudes. Joaquín está triunfando porque está cambiando las reglas de juego. No conoce la metodología Canvas y tampoco ha sido inspiración divina. Es oficio, pasión y mucho trabajo. Como los buenos corredores, no vive de la gloria pasada sino del trabajo del presente, esencial para seguir siendo competitivo en el futuro.
Quizás se acabe convirtiendo en un campeón internacional. De momento solo sé que seguiré recomendado Hoko a otros runners, mientras sigo buscando a más constructores de futuro como Joaquín.