En el panorama actual de la educación, donde los métodos tradicionales de enseñanza y aprendizaje están siendo cuestionados y revisados, el libro Grasp: The Science Transforming How We Learn de Sanjay Sarma y Luke Yoquinto emerge como una obra revolucionaria.
Este libro no solo destaca por su enfoque en cómo la ciencia del aprendizaje ha avanzado significativamente, sino también por cómo estos avances pueden transformar radicalmente nuestra comprensión y práctica de la educación.
A través de una exploración detallada de descubrimientos en neurociencia y psicología, los autores argumentan a favor de la importancia de la neuroplasticidad, la personalización del aprendizaje y la integración de tecnologías innovadoras en el proceso educativo.
Qué ideas o teorías desafía
Los autores desafían muchas nociones convencionales sobre la educación y el aprendizaje, abogando por un enfoque más científico y personalizado que tenga en cuenta los últimos descubrimientos en neurociencia y psicología cognitiva:
- Estilos de aprendizaje: El libro desmiente la idea de los «estilos de aprendizaje», que sugiere que las personas aprenden mejor cuando la información se presenta de una manera que coincide con su supuesto estilo de aprendizaje preferido (visual, auditivo, kinestésico, etc.). Sarma argumenta que esta noción es una falacia y no se sostiene bajo escrutinio científico.
- Educación basada en habilidades innatas: «Grasp» critica la práctica educativa basada en la teoría de que las habilidades son innatas y no cambian, lo que lleva a sistemas educativos diseñados para seleccionar estudiantes en lugar de educarlos. El libro aboga por un enfoque más personalizado de la educación que reconozca la neuroplasticidad y la capacidad de todos los estudiantes para aprender y mejorar.
- Métodos tradicionales de enseñanza: El libro cuestiona los métodos tradicionales de enseñanza, como las clases magistrales y la memorización, que no se alinean con lo que la ciencia cognitiva ha descubierto sobre cómo aprenden realmente los cerebros humanos. En su lugar, propone métodos que involucran la participación activa, la resolución de problemas y el aprendizaje basado en proyectos.
- Cramming (Estudio Intensivo): Sarma y Yoquinto argumentan contra la práctica de «cramming» o estudio intensivo de último minuto, sugiriendo que el aprendizaje espaciado y la interleaving (intercalación) de diferentes conceptos son técnicas mucho más efectivas para la retención a largo plazo.
- Enfoque único en el contenido: El libro desafía la idea de que la educación debe centrarse únicamente en el contenido y la transmisión de hechos duros, argumentando que los estudiantes también deben tener la oportunidad de seguir sus propios intereses y aprender a través de la exploración y la práctica.
- Uso indiscriminado de tecnología educativa: Aunque reconoce el potencial de las herramientas de instrucción en línea, «Grasp» advierte contra el uso indiscriminado de la tecnología en la educación, señalando que puede ser tanto un aliado poderoso como un impedimento peligroso si se aplica incorrectamente.
El desajuste entre la educación y la neurociencia: Un costo elevado para el aprendizaje
Imagina regresar a la escuela. ¿Te encuentras apretado en un pupitre, observando a un profesor que monótonamente dicta lecciones frente a una pizarra llena de anotaciones incomprensibles? Esta escena, tan familiar y extendida, dista mucho de alinearse con los descubrimientos más recientes sobre el funcionamiento cerebral y las metodologías óptimas de aprendizaje. De hecho, este enfoque tradicional frecuentemente contradice los principios fundamentales de la neurociencia cognitiva.
Durante las últimas décadas, la ciencia cognitiva ha revelado valiosas estrategias para optimizar nuestros sistemas educativos. Sin embargo, antes de adentrarnos en estos hallazgos, es crucial redefinir nuestro concepto de «educación».
Según expertos en la materia, educar implica transmitir conocimientos profundos, contextualizados y aplicables, más allá de la mera memorización de datos. Es esencial comprender cómo se interconecta la información aprendida con el entorno y cómo se puede utilizar cuando sea necesario.
Consideremos, por ejemplo, una clase de ingeniería sobre la dinámica de las ondas de presión en tuberías. Aunque un estudiante pueda memorizar y reproducir esta información para un examen, ¿de qué sirve si, enfrentado a una situación real en una plataforma petrolera, es incapaz de aplicar esos conocimientos para resolver problemas prácticos?
Lamentablemente, muchas instituciones educativas ignoran esta perspectiva amplia, posiblemente debido a que el sistema está diseñado no solo para educar sino también para clasificar a los estudiantes en «aptos» e «inaptos», mediante un proceso conocido como «cribado». Este enfoque, basado en pruebas estandarizadas y métricas de inteligencia, no solo falla en capturar la esencia de la inteligencia humana, sino que también promueve un aprendizaje ineficiente y excluye injustamente a numerosos talentos potenciales.
El costo de este desajuste es elevado. Innumerables mentes brillantes, posibles Einsteins, se han perdido debido a limitaciones del sistema que no considera factores como la geografía, el género o la clase social. Si aspiramos a enfrentar desafíos globales significativos, como el cambio climático, es imperativo adoptar un enfoque educativo que aproveche al máximo todas las capacidades intelectuales disponibles. Para lograrlo, debemos comenzar por desmitificar y reevaluar nuestras prácticas educativas actuales.
El aprendizaje no tiene que ser desagradable: Funciona mejor cuando no lo es
Para desaprender ciertos conceptos, volvamos a la infancia. Imagina que eres un niño pequeño jugando en la playa. Todo es nuevo. Tocas el agua y descubres que está fría. Salpicas agua en la arena y observas cómo se agrupa. Te quedas demasiado tiempo al sol y sientes que quema.
Mientras asimilas todo esto, estás construyendo una imagen de cómo funciona el mundo. Estás contextualizando la información para estructurar la manera en que interactuarás con tu entorno en el futuro. En cierto modo, no eres tan diferente de un científico.
A menudo pensamos en la educación como algo impuesto desde arriba, pero aprender es nuestro estado natural. Es la razón por la que hemos podido sobrevivir como especie. Así que el primer mito que necesitamos derribar es que aprender debe ser difícil.
Si ese es el caso, ¿por qué el aula a menudo se siente tan distante de jugar y explorar en la playa?
Una razón es que nuestros sistemas educativos surgieron de suposiciones anticuadas. Por ejemplo, la idea de que aprender debería ser como levantar pesas: sin dolor, no hay ganancia. Gran parte de la enseñanza moderna también se basa en ideas de hace un siglo que favorecían métodos que se podían medir y estandarizar fácilmente. Ese tipo de técnicas pueden ser útiles cuando intentas construir un sistema a gran escala, pero no siempre son buenas para estimular nuestro amor natural por el aprendizaje.
La educación exitosa necesita ser más atractiva. El objetivo no debería ser solo aprender física, por ejemplo. Debería ser aprender a pensar usando los principios de la física, ver el mundo e interactuar con él de una manera diferente. Para eso, necesitas más que información cruda; necesitas contexto. Memorizar los nombres de las capitales del mundo está bien, pero sería mejor entenderlas dentro de un arco más amplio de eventos y personas. O, volviendo a nuestro ejemplo de ingeniería, ver cómo realmente funcionan esas ondas de presión en las tuberías de petróleo.
La escuela puede lograr esto. Considera el «Curso 2007», una clase de ingeniería en el MIT. Allí, a los estudiantes no solo se les enseña teoría, sino que también se les pide constantemente que la pongan en práctica a través de desafíos prácticos. En lugar de un examen final, construyen robots para enfrentarse en una competencia al final del semestre. Tiene todas las ventajas de un examen sin ese desagradable efecto de criba.
No todos pueden ir al MIT. Pero muchas ideas de la ciencia cognitiva pueden ayudarnos a estructurar el aprendizaje con tanto éxito como ellos, incluyendo muchas que puedes aplicar tú mismo.
El aprendizaje espaciado: Una estrategia fundamental desatendida en la educación
La noche previa a un examen crucial, es común que los estudiantes se sienten con sus apuntes e intenten absorber grandes volúmenes de información mediante sesiones intensivas de estudio, conocidas como «aprendizaje masivo». Si bien esta práctica puede resultar efectiva para rendir satisfactoriamente en evaluaciones puntuales, es contraproducente para el aprendizaje y la retención a largo plazo.
Este enfoque entra en conflicto directo con los principios fundamentales de la neurociencia cognitiva sobre cómo aprende de manera óptima el cerebro humano. La evidencia científica sugiere que el aprendizaje espaciado, es decir, la distribución de sesiones de estudio más breves a lo largo de períodos prolongados, fortalece significativamente la consolidación de la memoria y el recuerdo duradero.
Este fenómeno se explica por el proceso de potenciación a largo plazo, mediante el cual las conexiones sinápticas se refuerzan con mayor intensidad cuando el aprendizaje se distribuye en el tiempo, en contraposición al aprendizaje masivo. Existen numerosas técnicas que permiten implementar el aprendizaje espaciado, como la realización de pre-exámenes, la intercalación de diferentes materias en las sesiones de estudio y la revisión periódica de contenidos previamente aprendidos.
Paradójicamente, el olvido parcial y la posterior recuperación de la información también contribuyen a forjar conexiones mnémicas más sólidas y duraderas. Cuando nos permitimos olvidar temporalmente ciertos datos y luego los recordamos, despejamos las asociaciones descartadas y consolidamos profundamente esos conocimientos.
A pesar de las contundentes evidencias que respaldan los beneficios del aprendizaje espaciado, esta estrategia sigue siendo ampliamente desatendida en los sistemas educativos actuales. Es imperativo que las instituciones reevalúen sus enfoques pedagógicos y adopten prácticas respaldadas por la neurociencia cognitiva, a fin de optimizar el aprendizaje y la retención de conocimientos a largo plazo en los estudiantes.
La curiosidad como catalizador del aprendizaje enriquecido
Imaginemos regresar a la infancia, cuando explorábamos la playa con curiosidad innata. Al hundir los pies en la arena y recorrer la orilla, nuestros sentidos se avivaban ante cada nuevo descubrimiento. Un destello en una poza cercana captaba nuestra atención, revelando un hermoso coral que despertaba un sinfín de interrogantes: ¿Qué es? ¿Cómo se formó? ¿Por qué está aquí?
Esta curiosidad inherente, que nos impulsa a indagar y comprender el mundo que nos rodea, es precisamente lo que nos llevó a examinar el coral, dejando de lado la grava. La neurociencia contemporánea ha demostrado que la curiosidad potencia la potenciación a largo plazo, optimizando así el proceso de aprendizaje.
Mucho antes de que técnicas como la resonancia magnética funcional permitieran estudiar este fenómeno en detalle, numerosos educadores ya habían reconocido el poder transformador de la curiosidad en el ámbito educativo e intentado canalizarlo para mejorar las prácticas pedagógicas.
La curiosidad posee la capacidad de catalizar el aprendizaje y constituir un componente fundamental del mismo. Ilustres pedagogos como John Dewey se esforzaron por estructurar entornos de aprendizaje que estimularan los intereses innatos de los estudiantes, aunque sus enfoques no lograron popularizarse ampliamente. Por otro lado, las escuelas Montessori, más conocidas, han logrado mayor éxito en esta misma línea, fomentando un ambiente lúdico y exploratorio donde el aprendizaje y el juego se fusionan de manera orgánica, evocando la experiencia de descubrimiento en la playa.
Estos enfoques basados en el descubrimiento comparten la creencia de que los impulsos internos y la imaginación deben ser los motores del proceso educativo. El influyente psicólogo Jean Piaget llegó a postular que el conocimiento es algo que las personas construyen activamente, en contraposición a la noción de una mera transmisión pasiva de información, como ocurre en las clases magistrales tradicionales.
Numerosos estudios respaldan la eficacia de estos enfoques centrados en la curiosidad y el descubrimiento. Por ejemplo, los egresados de escuelas Montessori han demostrado un desempeño superior al de sus pares en instituciones convencionales. Sin embargo, estas metodologías también presentan desafíos y limitaciones, como la dificultad para escalarlas y replicarlas debido a los recursos y la capacitación docente que requieren. Para que la educación sea verdaderamente accesible, debe ser viable para una amplia población, no solo para unos pocos privilegiados.
Quizás el mayor desafío radica en encontrar el equilibrio adecuado entre la libertad de exploración y el andamiaje instruccional necesario para canalizar y dar forma al aprendizaje. Esta búsqueda nos conduce de vuelta al entorno del aula tradicional.
La importancia de la estructura y la instrucción formal para un aprendizaje efectivo a gran escala
Es hora de dejar la playa definitivamente. Aunque has aprendido mucho sobre el mundo, aún desconoces el origen de la arena o por qué se comporta de cierta manera. Quizás te inventes una historia: fue creada por pequeños gnomos, por ejemplo.
Más tarde, en el aula, el profesor de ciencias explica sobre la erosión, la fricción y las estructuras moleculares de la arena. De repente, tu experiencia en la playa cobra sentido. Así que no eran gnomos después de todo.
El punto aquí es que, aunque el descubrimiento y la imaginación son impulsos efectivos, a veces se necesita la instrucción formal para cohesionar los conocimientos. Una instrucción estructurada, bien ejecutada, puede enriquecer tu comprensión del mundo, dando vida a conocimientos que de otro modo permanecerían inertes.
Muchos de nuestros sistemas educativos actuales aún fallan en este aspecto. Demasiadas escuelas están sesgadas hacia lo que se puede medir, cuantificar y escalar. Sin embargo, hay indicios de que los estilos de enseñanza más flexibles pueden aprovechar los conocimientos de la ciencia cognitiva y, al mismo tiempo, mantener el poder y la escalabilidad del aprendizaje estructurado.
Un ejemplo intrigante es «42», una escuela privada y sin fines de lucro de programación con sedes en París y California. En lugar de avanzar a través de clases y recibir calificaciones, los estudiantes solo pueden progresar tras completar proyectos de complejidad creciente, un proceso conocido como aprendizaje por dominio. Además, hay muy pocos instructores, lo que significa que los estudiantes a menudo deben enseñarse unos a otros.
El MIT ha logrado avances similares con un sistema conocido como aprendizaje activo habilitado por tecnología (TEAL). Aquí, las conferencias, simulaciones, experimentos y el trabajo en grupo se fusionan en una experiencia coherente. Se ha demostrado que TEAL mejora el rendimiento académico y ayuda a los estudiantes a superar factores perjudiciales como la amenaza del estereotipo.
Cada vez parece más claro que la elección entre el aprendizaje tradicional y estructurado y el aprendizaje por descubrimiento es una falsa dicotomía. Es posible tener ambos. ¿Cómo? Desbloqueando el poder motivacional de la mente inquisitiva, abriendo brechas de curiosidad, desplegando tecnología para dar forma al conocimiento crudo y escalando esa metodología a sistemas educativos más grandes a través de técnicas más tradicionales.
Un nuevo enfoque educativo sin atajos: Oportunidades y desafíos
La playa es ahora un feliz recuerdo de la infancia, al igual que el aula. Ahora es momento de ponerse serio. Estás en la universidad, de hecho, en el MIT.
Es el final del semestre en el Curso 2007, y la calidad de los robots en exhibición es impresionante. Mientras los ves derribar barreras, saltar obstáculos y volar por el aire, apenas puedes creer que unos simples estudiantes de primer año los hayan creado.
El curso ha logrado superar uno de los desafíos más difíciles: conseguir que los estudiantes no solo memoricen los principios que han aprendido, sino que los utilicen. Y lo hizo tanto impartiendo información sólida a través de la instrucción como dando a los estudiantes espacio para experimentar y poner en práctica ese nuevo conocimiento.
Una educación efectiva como esta debe combinar ambos elementos de la expresión latina «mens et manus», que significa «mente y mano». Es un equilibrio complicado, pero el Curso 2007 demuestra que es posible.
Por supuesto, sería ideal poder exportar las clases del MIT a todo el mundo. Lamentablemente, eso aún no es posible, aunque la tecnología avanzada ha ampliado enormemente el potencial para poner en práctica las mejores metodologías de la escuela.
Eso no significa que no debamos intentar mejorar. Vivimos en un mundo lleno de cambios. ¿Por qué no aprovechar este momento para reflexionar sobre el legado de nuestras estructuras educativas y desechar prácticas antiguas y no cuestionadas que no nos benefician, reemplazándolas por métodos más nuevos y basados en la ciencia?
Al hacerlo, vale la pena recordar que la tecnología no es una panacea. Ninguna tecnología puede separarse de su contexto social y económico. En algunas escuelas con fondos insuficientes, por ejemplo, el aprendizaje en línea se ha utilizado como una forma de reemplazar a los maestros reales perdidos debido a recortes presupuestarios. Eso no beneficia a nadie.
Hay otros peligros también. La tecnología ofrece la oportunidad de llegar a más estudiantes, pero también puede permitir que las escuelas los registren y monitoreen, los clasifiquen según sus expresiones faciales y registren cada trazo de su pluma en un expediente permanente. ¿Es esto lo que queremos?
Aun así, no hay duda de que el cambio debe llegar. Todos necesitamos desafiar las partes de nuestra estructura educativa que nos han frenado. Es hora de mejorar el acceso, dejar de enfatizar las diferencias innatas y desarrollar métodos que brinden a los estudiantes tanto los hechos como las habilidades para usarlos.
Queda un largo camino por recorrer, pero tenemos la tecnología y el momento es propicio. Aprovechar la oportunidad es mucho mejor que perder otra generación de Einsteins debido al proceso de selección.