En una mayoría de categorías de producto, los cambios se suceden a gran velocidad. Los ciclos de vida del producto se acortan. Son exigencias comerciales del guión, en una película en la que los consumidores, suelen rendirse con frecuencia al mantra de lo último. Da igual que sea pagando más por esa exclusividad temporal, haciendo sacrificios impensables o simplemente comportándonos como auténticos fanboys. Lo último atrae. Muchas veces sin saber a qué demonios nos estamos suscribiendo (p.e. Quora) o si el último gadget electrónico nos es realmente necesario.
Como consumidores apreciamos las constantes novedades, pero ¿qué sucede en el lado de la empresa, de las organizaciones? ¿Cuáles son las implicaciones de adaptarse a esa exigente presión por mejorar los nuevos productos?
Dice Vince Poscente (‘La era de la velocidad’) que adaptarse a ese ritmo no debería implicar necesariamente más estrés, sino por el contrario, la mayor rapidez nos permite hacer las cosas más rápido, hacer más en menos tiempo y esto nos permite ser más eficientes y por lo tanto si lo administramos bien, vivir más relajados.”
Para Poscente “el truco está en no enfrentarse a la velocidad, sino en aprovecharla para beneficio propio. En tiempos en que muchos están en contra de la velocidad de las cosas, quienes sepan hacer un buen uso de ella serán quienes triunfen tanto a nivel profesional como personal”
La velocidad puede ser una aliada o una peligrosa trampa. Si estás en un entorno que requiere velocidad, debes adaptarte o adaptarte. Si lo aceptas, para no estrellarte, es conveniente conocer qué se necesita para tener éxito yendo con el ‘pedal a fondo’.
Estar abierto a nuevas ideas y oportunidades. La búsqueda activa, imprime nervio y velocidad a las organizaciones. Especialmente para las que aceptan mejorar y arriesgarse al fracaso. Esa actitud, ser consciente que se puede mejorar, implica grandes dosis de humildad. Algo que no abunda especialmente.
En contra de lo que comúnmente puede parecer, ni la lentitud es algo sencillo ni la velocidad algo caótico. Tanto la sencillez, como la simplicidad, son ingredientes básicos para alcanzar velocidad. A mayor número de obstáculos, procedimientos, análisis, comités y reuniones, más lentitud.
La generalización siempre es injusta, pero revisando los patrones de comportamientos que propone Poscente, probablemente podríamos identificar -sin demasiadas dificultades- a la mayoría de las empresas que conocemos. Son:
- Los zeppelines: aquellas empresas que requieren innumerables niveles de aprobación de cualquier iniciativa. Son organizaciones que sienten aversión a la rapidez, ‘mamuts’ con grandes dificultades para maniobrar o cambiar de dirección rápidamente.
- Los globos (aerostáticos). Son felices, tienen éxito, no buscan velocidad ni la necesitan. Están por encima de la velocidad, muy arriba. Desde su atalaya interactúan con la cultura de la velocidad a la distancia, sin estresarse lo más mínimo. Suelen ocupar nichos de mercado, en los que su especialización es altamente valorada con independencia del factor tiempo.
- Los cohetes. Han nacido para la velocidad, la aceptan como una religión, pero son incapaces de gestionarla adecuadamente. La velocidad es su obsesión y son incapaces de ajustar el rumbo, ni adecuarse a los cambios de su entorno. Terminan estrellándose.
- Los aviones. Buscan la velocidad como los cohetes, pero saben sortear obstáculos sin apartarse de los objetivos. Controlan la velocidad y la gestionan en beneficio propio. Son ágiles, abiertos a cambios, a la innovación y a la búsqueda de nuevas oportunidades. Para los aviones, la velocidad es una aliada y saben aprovecharla en su favor.
El concepto clave es la anticipación. Hace años las empresas guardaban celosamente sus futuros lanzamientos hasta el día oficial, hoy por hoy seguir esa estrategia ha perdido gran parte de su sentido. El secretismo deja paso a la transparencia, aunque siempre habrá excepciones. Las betas privadas, las betas públicas, etc. Algunos podrían esgrimir que incorporar detalles de avances de proyectos futuros, puede significar pérdida de competitividad…
Este enfoque puede tener una lectura diametralmente opuesta, ya que permite generar deseabilidad entre los consumidores. Afortunadamente Internet es un territorio ideal para involucrarlos en el proceso. También generando exclusividad entre los propios clientes de la marca, ofreciéndoles un trato preferencial. Después, si el producto es bueno o muy bueno, se difundirá boca oreja. Y sino, se estrellará o simplemente se hundirá.