Para los que nos dedicamos al sector tecnológico, una de las conclusiones después del COVID-19 es que ha servido para popularizar un término mucho más positivo, la empatía y, sobre todo, para concienciarnos del valor que tiene en nuestras vidas.
Así lo demostró un estudio realizado entre directivos de 71 países. Al preguntarles cuáles son las cualidades que más valoran en el ejercicio del liderazgo, la empatía sube cinco puntos —del 38 % al 43 %— respecto a las encuestas previas a la pandemia. Tan solo la resiliencia logra superar este aumento y pasa de ser mencionada solo por el 13 % de los preguntados al 34 %.
La empatía es una competencia clave de la inteligencia emocional, esencial en el modelo moderno de habilidades profesionales. El entorno actual es bastante paradójico porque, por un lado, la digitalización ha propiciado el individualismo, pero por otro, cada vez es más necesario un entorno colaborativo entre nosotros. Y con el COVID, todavía más trabajo en remoto y/o en Red.
Dos tipos de empatía
Aunque la empatía sea una de esas palabras de moda, hay cierta confusión con respecto al término, que acaba por perder significado. Probablemente todos conocemos que, a través de la empatía, esa habilidad que permite reconocer e identificarse con la alteridad, somos capaces de percibir lo que el otro puede sentir y pensar. Pero lo que seguramente desconocemos de esta cualidad, que tan positiva ha resultado a lo largo de siglos de evolución para la unión y supervivencia de la comunidad, es que existen dos tipos distintos de empatía: la afectiva o emocional y la cognitiva.
Empatía emocional
Cuando aplicamos la empatía emocional existe una reacción afectiva mediante la que nos identificamos tanto con los sentimientos de la otra persona que podemos llegar a sentirlos en carne propia. En ocasiones, si esta empatía emocional es extrema y la identificación con la otra persona es total, puede llegar a paralizarnos e impedir que seamos capaces de aconsejar y de resultar una ayuda útil para el otro. Sin embargo, la empatía emocional se trata de un sentimiento noble y profundo que, más allá de la compasión, nos permite prestar apoyo sincero sin resultar condescendientes.
Empatía cognitiva
Por otra parte, mediante la empatía cognitiva conseguimos entender y reconocer qué está sintiendo la otra persona, pero siempre desde el intelecto, nunca desde la emoción propia. En este tipo de empatía no existe, por tanto, ningún reflejo afectivo y puede llegar a ser aprendida mediante imitación social. Habitualmente, cuando ponemos en práctica la empatía solemos aplicar un equilibrio entre ambas, siendo capaces de reconocer los sentimientos de otra persona en nosotros y de entender lo que le sucede para prestarle una ayuda efectiva.
La empatía y la tecnología
La empatía permite a las personas amarse y cuidarse unos a otros, su presencia evita conflictos y nos diferencia a los seres humanos de las máquinas. Sin embargo, a medida que la dependencia de las personas de la tecnología sigue aumentando, la empatía parece disminuir. En The Future of Feeling: Building Empathy in a Tech-Obsessed World, Kaitlin Ugolik Phillips pregunta si los desarrolladores podrían usar las tecnologías que causaron estos problemas para solucionarlos. Descubrió que no está sola al responder a esta pregunta. La investigación de Phillips rema a favor de un movimiento creciente formado por desarrolladores, periodistas, educadores, defensores y otros que ven la empatía como un componente esencial de las tecnologías futuras.
Las conclusiones de Kaitlin Ugolik Phillipsson son claras y no sorprenden:
- La tecnología se puede utilizar para bien y para mal.
- Es difícil empatizar con éxito en una era digital: se centra en cómo la tecnología nos aísla cada vez más e impacta en nuestra capacidad de interactuar amablemente con los demás.
- Los entornos «gamificados» (redes sociales, plataformas) se vuelven competitivos y combativos ya que los participantes buscan ganar a toda costa.
- La educación por empatía, aunque no es nueva, ha evolucionado para incluir aplicaciones, juegos y experiencias de realidad virtual (VR).
- La realidad virtual tiene un enorme potencial como herramienta para despertar empatía e involucrar emociones.
- A medida que la empatía (y la inteligencia emocional) emerge como una habilidad deseable en el lugar de trabajo, el entrenamiento en empatía es cada vez más frecuente.
- Los usuarios esperan que la próxima generación de desarrolladores de IA aprenda de los errores de sus predecesores y cree tecnologías más empáticas e inclusivas.
Una presencia insidiosa
En casa y en el trabajo, incluso mientras duermes, tus dispositivos, el smartphone o la tablet, se conectan a ti y te rodean. Tus aplicaciones te monitorean, emiten zumbidos, pitidos y te llaman, e incluso cuando no lo hacen, no puedes resistir su atractivo. Los ingenieros y diseñadores han hecho que el correo electrónico, Facebook (Meta), Instagram, Twitter, Fitbits y otras herramientas sean adictivas. Te recompensan a través de los neuroquímicos que experimentas cuando los usas. Te dan la ilusión de logro y productividad, y mantienen a raya la soledad.
La conversación como antídoto
Y es que, en realidad, la tecnología debería mejorar tu vida, no controlarla. Deberíamos trato de «comportarnos» como personas y recuperar una de nuestras mejores prácticas: la conversación. Esto es justamente lo que defiende Sherry Trukle En defensa de la conversación: El poder de la conversación en la era digital. “La conversación cara a cara es lo más humano y humanizador que hacemos. Plenamente presentes el uno para el otro, aprendemos a escuchar”.
La conversación y la conexión humana, sostiene, se han deteriorado. Perdemos nuestras habilidades humanas. Evitamos el contacto visual y con eso la capacidad de leer las emociones de los demás. Mientras lees, cuenta la frecuencia con la que miras tu teléfono y cuántas páginas puedes absorber sin distracciones. Mira si puedes concentrarse durante seis minutos. Turkle, al igual que Carl Newport con su “minimalismo digital”, recomienda que despriorices las redes sociales, el correo electrónico y los mensajes de texto para que pueda recuperar la conversación y concentrarse en casa y en el trabajo.
En síntesis, las principales ideas de Turkle son:
- Las conversaciones en persona construyen lazos humanos.
- Para desarrollar empatía e identidad, también necesitas soledad, tiempo a solas para pensar.
- Tu teléfono te distrae. Ya sea encendido o apagado, evita una conversación real.
- Los niños crecen con padres distraídos.
- Los jóvenes se comunican a través de mensajes de texto y redes sociales y no desarrollan las habilidades necesarias: cómo empatizar, aprender el contexto y conversar cómodamente en persona.
- Los empleados se evitan entre sí y a los clientes, prefiriendo realizar múltiples tareas solos en casa o en sus oficinas.
- La tecnología no debe ser un sustituto sino un complemento de tu vida y tu trabajo.
- Conserva tu tecnología, pero úsala deliberadamente, como herramienta.
- Guarda tu teléfono con regularidad, desconéctate del Wi-Fi, crea “espacios sagrados” para conversar en casa y en el trabajo y tómete un tiempo de tranquilidad para concentrarte.
¿Hacia una empatía artificial?
La respuesta es que de momento no. Hace unos años se llegó a esta conclusión en el ámbito de la robótica social, en el que se buscaban interacciones empáticas con la gente común para introducir robots en nuestra sociedad (Towards Artificial Empathy). Después de varios intentos para situaciones específicas, tales intentos se comprobaron limitaciones que disminuían la autenticidad.
Otras vías son a las plataformas de interacción con el consumidor, los chatbots. Dónde las máquinas tienen la capacidad de transcender ciertos límites, pese a lo cual el toque humano sigue siendo un factor diferenciador para los consumidores, que prefieren interaccionar con una persona.
Aunque el estado del arte de la IA lo facilitara, no se debe permitir que la inteligencia artificial reemplace la imperfección de la empatía humana. La IA busca la productividad y la perfección, no el bienestar de las personas.
Economía del sentimiento
Quizás el futuro no sea tan distópico como algunos vaticinan. Podría ser irónico que a medida que se entrena a las máquinas para «pensar», muchas tareas que antes requerían inteligencia humana se están automatizando a través de la inteligencia artificial. Esto producirá un “acercamiento” de las personas hacia los sentimientos. Esta es la tesis que defienden los profesores Roland T.Rust y Ming-Hui Huang en The Feeling Economy: How Artificial Intelligence Is Creating the Era of Empathy.
Sin embargo, es más difícil automatizar la inteligencia emocional, y aquí es donde reside actualmente la ventaja competitiva del trabajador humano sobre las máquinas. Este libro explora el impacto de la IA en la vida cotidiana, analizando la adaptación de los trabajadores a estos cambios, las formas en que los gerentes pueden cambiar la naturaleza de los trabajos a la luz de los desarrollos de la IA y el potencial de que los humanos y la IA sigan trabajando juntos.
El libro sostiene que la IA está asumiendo rápidamente una mayor proporción de tareas de pensamiento, dejando que la inteligencia humana se concentre en los sentimientos. El resultado es la «Economía de los sentimientos», en la que tanto los empleados como los consumidores enfatizan los sentimientos en un grado sin precedentes, con tareas de pensamiento delegadas en gran medida a la inteligencia artificial. El libro muestra evidencia tanto teórica como empírica de que este cambio está en marcha. Además, explora el efecto de Feeling Economy en nuestra vida cotidiana en áreas como compras, política y educación. Específicamente, argumenta que, en esta nueva economía, a través de la empatía y las habilidades interpersonales, las mujeres pueden ganar un grado de poder e influencia sin precedentes.
Recuperando el control
Las nuevas tecnologías prometen complementar tu vida, pero a menudo terminan por cambiarla o controlarla. Enviar mensajes de texto a una conversación «interrumpida»; después, lo reemplaza. La IA emergente reemplaza a los cuidadores humanos y a las niñeras. Los potentes algoritmos recopilan y analizan todo lo que hace online y predicen lo que deseas. Ves lo que algoritmos quieren que veas en función de tu actividad web anterior y terminas en una burbuja. No sabes cómo se desarrolla tu personalidad online o cómo controlarla. Piensas deliberadamente en tu comportamiento. Pon tu teléfono fuera de la vista y habla con tus hijos, pareja y compañeros de trabajo. Pasa tiempo a solas, ya sea pensando o soñando despierto. Habla con personas que no comparten tus puntos de vista. Envía a tus hijos a campamentos de verano sin dispositivos. Exige más transparencia en la web. Y lo más importante, reserva tiempo para una conversación real con persona de carne y hueso.
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