La tesis principal del libro El Precio del Tiempo de Edward Chancellor sobre el impacto de las bajas tasas de interés y el «dinero fácil» sigue siendo muy relevante en el contexto económico actual.
Después de años de tasas de interés ultra bajas por parte de los principales bancos centrales tras la crisis financiera de 2008, en 2022 comenzó un ciclo de endurecimiento monetario para combatir la elevada inflación. El Banco Central Europeo (BCE) elevó sus tipos de interés oficiales en 300 puntos básicos entre julio de 2022 y septiembre de 2023, hasta el 4,5% actual.
Sin embargo, a partir de junio de 2024, el BCE ha iniciado una senda de recortes de las tasas de interés, bajándolas 25 puntos básicos hasta el 4,25%, ante las perspectivas de una desaceleración económica y una moderación de la inflación. Se espera que continúen los recortes graduales en lo que resta de 2024.
Esta política de «dinero fácil» implementada durante años por los bancos centrales, como advertía Chancellor, ha contribuido a generar burbujas de precios en activos como vivienda y bolsa, un mayor endeudamiento, asunción excesiva de riesgos por inversores y una creciente desigualdad.
Ahora, el impacto retardado del endurecimiento monetario está frenando el crecimiento económico, con previsiones de un avance del PIB español del 1,9% en 2024 según el Banco de España, 1,2 puntos porcentuales menos de lo que sería sin la subida de tipos.
Por lo tanto, las advertencias de Chancellor sobre los efectos distorsionadores de las bajas tasas de interés prolongadas siguen estando vigentes. Su análisis histórico detallado cobra relevancia ante el actual ciclo de endurecimiento y posterior relajación monetaria por parte de los bancos centrales para controlar la inflación.
El interés como el precio del tiempo
Una de las ideas centrales del libro El Precio del Tiempo de Edward Chancellor es que el interés no es simplemente el precio del dinero, sino más bien el precio o valor del tiempo. El autor argumenta de manera convincente que todas las actividades económicas y financieras ocurren a través del tiempo, y el interés es lo que permite valorar y asignar eficientemente el capital y los recursos a lo largo de ese tiempo.
Chancellor sostiene que el interés no debe verse únicamente como el precio del dinero, sino como el precio o valor que se le asigna al tiempo mismo. Como explica, «el interés a menudo se describe como el ‘precio del dinero’, pero es mejor llamarlo el ‘precio del tiempo’: el tiempo es escaso, el tiempo tiene valor, el interés es el valor temporal del dinero».
Esta noción fundamental de que el tiempo es un recurso valioso y limitado se remonta a la antigua Grecia y fue expresada por el estoico romano Séneca, quien afirmaba que el tiempo es la posesión más preciada del ser humano.
El autor detalla varias funciones vitales que cumple el interés como «precio del tiempo» en una economía de mercado:
- Incentiva el ahorro: Al ofrecer un rendimiento por posponer el consumo presente, el interés incentiva a las personas a ahorrar en lugar de consumir todo de inmediato. Esto se evidencia en experimentos como la famosa Prueba del malvavisco» de Walter Mischel, que demuestra que los niños necesitan un incentivo adicional para diferir la gratificación inmediata.
- Valora activos y valores financieros: El interés permite calcular el valor presente de los flujos de efectivo futuros, lo que es fundamental para valorar activos como casas, bonos, acciones, etc. Como señaló el economista John Law en el siglo XVIII, «la anticipación siempre está con descuento». El interés actúa como la tasa de descuento que transforma los flujos futuros en un valor presente.
- Asigna capital eficientemente: Las tasas de interés actúan como señales de precios que guían la asignación de capital hacia sus usos más productivos y rentables. Un interés alto incentiva inversiones de retorno más rápido, mientras que uno muy bajo puede llevar a despilfarros e inversiones poco productivas.
- Equilibra oferta y demanda: Las tasas de interés ayudan a equilibrar el ahorro y la inversión, así como la oferta y demanda de fondos prestables en el mercado de capitales, asegurando una asignación eficiente de los recursos.
Crítica a las tasas de interés ultra bajas
Edward Chancellor presenta una crítica profunda y bien argumentada a las políticas de tasas de interés ultra bajas implementadas por los bancos centrales, especialmente después de la crisis financiera de 2008. Según el autor, el «dinero fácil» resultante ha tenido varios efectos negativos significativos en la economía y la sociedad.
Una de las principales críticas de Chancellor es que las bajas tasas de interés han alimentado burbujas especulativas en diversos mercados, como bienes raíces, acciones y criptomonedas. Con el dinero tan barato, los inversores se han visto incentivados a tomar mayores riesgos en busca de rendimientos, lo que ha llevado a una sobrevaloración generalizada de activos.
El autor cita ejemplos como la valoración máxima de $9.000 millones que alcanzó Theranos, la fraudulenta empresa de análisis médicos fundada por Elizabeth Holmes, como un caso de «mala inversión inducida por las tasas de interés ultra bajas». También señala el auge del mercado de las criptomonedas como una «manía nacida de las condiciones monetarias» facilitadas por el dinero barato.
Otro efecto negativo destacado por Chancellor es que las tasas de interés muy bajas han desincentivado el ahorro y fomentado un mayor endeudamiento y consumo.Con rendimientos muy bajos, las personas tienen menos incentivos para ahorrar y posponer el consumo presente, lo que puede llevar a un mayor endeudamiento y una asignación ineficiente de recursos.
Según Chancellor, los inversores se han visto forzados a asumir más riesgos para obtener rendimientos en un entorno de tasas de interés ultra bajas, lo que aumenta la fragilidad financiera del sistema.Esta búsqueda de rendimientos ha llevado a inversiones más riesgosas y especulativas, lo que podría desencadenar futuras crisis financieras.
El autor argumenta que las bajas tasas de interés han distorsionado la asignación de capital, canalizándolo hacia inversiones menos productivas. Esto ha contribuido a la disminución del crecimiento de la productividad observada en muchas economías desarrolladas en las últimas décadas.
Además, Chancellor sostiene que las políticas monetarias expansivas, como las tasas de interés ultra bajas, tienden a beneficiar más a los ricos que a los pobres, exacerbando la desigualdad de ingresos y riqueza. Esto se debe a que los ricos suelen tener más activos financieros que se benefician de las políticas de dinero fácil, mientras que los pobres dependen más de los ingresos laborales.
Resurgimiento del populismo
Edward Chancellor presenta una argumentación sólida y bien fundamentada sobre cómo las bajas tasas de interés y el «dinero fácil» han contribuido al resurgimiento del populismo y al cuestionamiento del capitalismo y la democracia liberal.
Un punto clave en el análisis de Chancellor es que las políticas de dinero barato han creado ganadores y perdedores en la economía y la sociedad. Como explica, «el ‘dinero fácil’ ha creado ganadores y perdedores, alimentando el descontento social y político».
Los principales beneficiados han sido los ricos y los dueños de activos financieros, cuyo patrimonio se ha visto inflado por las burbujas de precios de activos impulsadas por las bajas tasas de interés. Por otro lado, los perdedores han sido los trabajadores, los ahorristas y los jóvenes que buscan ingresar al mercado laboral o adquirir vivienda.
Chancellor argumenta que esta creación de ganadores y perdedores ha exacerbado la desigualdad de ingresos y riqueza. Como señala, «las políticas monetarias expansivas tienden a beneficiar más a los ricos que a los pobres, exacerbando la desigualdad».
Esto se debe a que los ricos suelen tener más activos financieros que se benefician de las políticas de dinero fácil, mientras que los pobres dependen más de los ingresos laborales. Además, las bajas tasas de interés han perjudicado a los ahorristas y han dificultado la adquisición de vivienda para los jóvenes.
Según Chancellor, esta creciente desigualdad y la percepción de que el sistema económico favorece a los ricos han alimentado el descontento social y político, contribuyendo al resurgimiento del populismo.
Como explica, «el ‘dinero fácil’ ha creado ganadores y perdedores, alimentando el descontento social y político«. Este descontento se ha manifestado en movimientos populistas que cuestionan el capitalismo y la democracia liberal, y que buscan soluciones alternativas al statu quo económico.
Chancellor respalda su argumento con una perspectiva histórica, señalando que el resurgimiento del populismo y el cuestionamiento del capitalismo no son fenómenos nuevos. Como menciona, «el resurgimiento del populismo y el cuestionamiento del capitalismo y la democracia liberal» se han visto en el pasado, como en la década de 1930 después de la Gran Depresión.
Perspectiva histórica
A lo largo del libro, Chancellor ofrece una perspectiva histórica profunda y amplia sobre el papel del interés a lo largo de diferentes épocas y civilizaciones.
El autor rastrea los orígenes del concepto de interés hasta la antigua Mesopotamia, donde se encuentran algunas de las primeras evidencias de préstamos con intereses. Según explica, las tablillas de arcilla sumerias de alrededor del año 2000 a.C. muestran que la tasa de interés comercial normal era equivalente a un 20% anual.
Esta tasa estaba vinculada al sistema de fracciones sexagesimal que utilizaban los mesopotámicos, donde la unidad fraccionaria más pequeña era 1/60. Los acreedores simplemente cobraban a todos los deudores 1/60 del monto principal cada mes, lo que a lo largo de un año equivalía a una tasa anual del 20%.
El autor analiza cómo en la Antigua Grecia, la tasa de interés normal estaba fijada en un 10%, probablemente vinculada a la unidad fraccionaria griega dekate (1/10). Mientras que en la Roma clásica, la tasa legal estuvo fijada durante siglos en 1/12 del principal, equivalente a aproximadamente 8.33% anual, relacionada con el sistema duodecimal romano.
Según Chancellor, estos ejemplos ilustran cómo las economías antiguas basaban sus tasas de interés en la facilidad de cálculo, adoptando simplemente la unidad fraccionaria básica de su sistema numérico local (1/60, 1/10 o 1/12) como la tasa de interés normal.
El libro también aborda cómo la percepción y el tratamiento del interés evolucionaron a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento. Chancellor menciona que en la Edad Media, la Iglesia Católica consideraba cobrar intereses a otros cristianos como un pecado, surgiendo el término «usura» para referirse a las tasas de interés irrazonablemente altas.
Sin embargo, el autor explica que el surgimiento del capitalismo trajo una visión diferente del crédito y el interés, viéndolos como algo productivo que podía conducir al crecimiento económico.[6] Analiza cómo en esta época surgieron instrumentos financieros como los bonos perpetuos holandeses y los Consolidados Británicos, que permitieron a los gobiernos refinanciar su deuda a tasas de interés más bajas.[9]
A lo largo del libro, Chancellor ofrece una perspectiva histórica detallada sobre las fluctuaciones de las tasas de interés a lo largo del tiempo, analizando cómo eventos como guerras, crisis de deuda soberana y cambios en los regímenes monetarios y fiscales influyeron en las tasas.
Por ejemplo, explica cómo durante el Imperio Romano, las tasas alcanzaron su nivel más bajo de alrededor del 4% durante el reinado de Augusto, pero luego aumentaron drásticamente durante la crisis de deuda del 33 d.C. También analiza cómo las tasas tendieron a disminuir gradualmente desde la Edad Media hasta la era moderna, a pesar de reversiones temporales como la Crisis del Siglo XVII.