El final de la televisión analógica está cerca. Con el apagón cerraremos una etapa de espectaculares crecimientos económicos e iniciaremos una andadura de un periodo con una sana incertidumbre –por fin- con la TDT.
TDT o la mejor solución para tratar de mantenerse en el poder. Una estrategia pensada y ejecutada para conservar el modelo de negocio del oligopolio de los operadores de TV tradicionales. Simple y llanamente.
Es de dominio público que lo de la TDT es una apuesta que nace muerta. Que ha mantenido alegres las ventas de los fabricantes de televisores y que el día siguiente del apagón ya iniciarán el nuevo discurso de venta. ¿Será el de la tele con acceso a Internet? Hagan sus apuestas.
Todo esto viene a coincidir con el anuncio de que Google también quiere saltar a los televisores. Google está desarrollando un “todo en uno” para nuestros televisores domésticos: televisión, interent y televisión de pago (gracias al decodificador integrado). En esta ocasión los compañeros de viaje parecen que son Sony e Intel.
Mientras unos maquinan y ejecutan su estrategia para dominar el mundo. Otros llevan tiempo pergeñando otra estrategia de escala local para dominar el panorama televisivo del país. O sea para desarrollar y controlar la máquina de construcción de influencia política de primer orden.
La teoría conspiratoria es sencilla y simple. Desmantelamos la actual televisión pública estatal, a través de su inanición publicitaria. Como hay que mantener al mamut, pasaremos el platillo a las teles privadas y a las operadoras. Una tele sin publicidad y con “mejor servicio público” es algo relativamente fácil de vender a la plebe… aunque no se conozca la letra pequeña ni se acabe de entender lo del “servicio público”. Que más da.
Simultáneamente llevarían tiempo desequilibrando el actual modelo de televisiones públicas y privadas, juntamente con esa desarticulación de la actual televisión pública española, que sin los ingresos publicitarios y con un sostén del estado cada vez más cuestionado, le es imposible comprar producción externa y todavía más costoso producir internamente. Las cifras actuales engañan. Ahora está viviendo de la inercia pasada, pero languidecerá irreversiblemente.
En paralelo, los que están ahora en el poder, se habrían asegurado de tejer sus propios grupos mediáticos cercanos. Tarea para la que se han aplicado con enorme potencia y eficacia. No hace falta poner nombres a las cosas.
Para los que vengan después, aunque caigan en la tentación de intentar usar el aparato público más dúctil, de influencia masiva, llegarán tarde. Quedará poco más que una tele de “servicio público” y sus grandes cifras de audiencia del pasado, serán sólo recuerdos.
Desde luego es más fácil crear uno o varios grupos mediáticos amigos que intentar dominar la Red, afortunadamente.
Se ha iniciado un proceso de cambio y el futuro pasa por la red. Sólo hay que echar un vistazo al último ejercicio de TV3. Una tele pública que en muchos aspectos marca tendencias, estrenando un servicio de televisión a la carta vía Internet, dentro de los nuevos televisores Sony Bravia.