La historia nos privilegia con vivir un capítulo histórico, el inicio de la era Obama. Hay esperanza, hay bastante miedo. A pocas horas de su investidura ya son evidentes los recelos ante su plan para atajar la crisis. Todos esperan que Obama haga el cambio prometido. ¿Traicionará a sus electores o cumplirá? Mientras, el empeoramiento de la situación, añade un poco más de presión al próximo presidente de los EEUU.
En tiempos de incertidumbre es recomendable revisar lo que dicen los expertos, especialmente si tienen más de cincuenta años (o sea que han vivido alguna recesión importante). Paul Samuelson, premio Nobel de Economía, lo tiene claro “Obama puede con la recesión pero tardará”. Así sea.
No hay que ser muy listo para preveer que ante la trascendencia de la situación mundial, se avecinan grandes e históricos cambios en todos los ámbitos. A nivel global, pero también a nivel local y particular.
Releyendo John Naisbitt (“Mente Futura”) y su “rompecabezas del futuro”, éste recomienda evitar hacer una lectura secuencial de los elementos y hechos para tratar de “adivinar” el futuro, básicamente porque impide hacer las conexiones adecuadas…
Para Naisbitt la forma de entrever el futuro es conectando detalles, a priori inconexos. Unos detalles y elementos, que la gente puede ver, pero que la inmensa mayoría de los mortales somos incapaces de vincular o relacionar. Cuando se iniciaron las primarias demócratas, nadie pronosticaba el triunfo de Obama…
“Hacer conexiones es un acción más intuitiva que calculada” dice Naisbitt, y añade “A mayor comprensión del rompecabezas más exacta será la visión del futuro”. Vamos que el futuro continuará siendo igual de impredecible como hasta ahora, o más.
Algo que sí está en la mano de los mortales, según Naisbitt es que “Cuando busques la forma del futuro, acude a quienes aprovechan las oportunidades y no a quienes solucionan los problemas”. Interesante, ya que es la diferencia entre los que piensan en el estancamiento o en el pasado, y quienes suscriben el dinamismo y el cambio.
En verdad, esta máxima puede aplicarse no sólo al ámbito de la empresa y a la política, aplica a la cultura, a las creencias religiosas…y encaja a la perfección a nivel personal.
Ser impermeable al cambio, obstinarse en mantener situaciones… suele acabar mal. A menudo el propio declive de un producto, el posicionamiento personal/profesional o un planteamiento político, consume tal cantidad de energía y recursos que suele paralizar la capacidad para buscar e invertir en nuevas oportunidades. Marcas, partidos políticos, personas, religión,…me vienen a la cabeza un montón de ejemplos.
El novelista irlandés George Bernard Shaw dijo: “Las personas culpan a las circunstancias de lo que ellas son. Yo no creo en las circunstancias. La gente que progresa en ese mundo es la que se yergue y busca las circunstancias que quiere y, si no las encuentra, ¡las crea!”
Para los que no somos brillantes, sino más bien del montón, es bueno saber, como apunta Malcom Gladwell (“Outliers: The story of succes”) que el éxito “no es cosa de genio innato, sino una mezcla de habilidad, suerte y voluntad de esforzarse”. Es más, Gladwell cree firmemente “que si uno cambia las circunstancias bajo las que vive y trabaja la gente, puede cambiar el resultado”.
Así pues, tanto si eres de los que se conforman con esperar el futuro o prefieres ser de los que lo construyen, los ganadores son los que hacen cosas fuera de lo ordinario aprovechando las oportunidades…