Son las 7:30 de la mañana, estoy en casa, acabo de desayunar y abro el email. El primer email que recibo es el de una chica cuyo ‘asunto’ es “jóvenes con futuro”. Está enviado pasada la medianoche. Me adjunto su CV pero en el cuerpo de email me hace un resumen de diez líneas. Tiene tiempo de describirme lo que ha hecho, lo que sabe hacer y lo que le apasiona… también el porcentaje de bonificación que tendré para un contracto de seis meses y que le encantaría trabajar para la empresa. Es un email redondo. No sé como es ella, pero desborda energía y pasión por la profesión. Una persona inquieta. No sé si la contrataré, pero quiero conocerla.
Dice el diccionario María Moliner que inquieto-a: “se aplica a la persona naturalmente bulliciosa y que se mueve mucho. También a la persona siempre dispuesta a emprender nuevas cosas… también “a persona que tiende a promover jaleos, desórdenes o sublevaciones”
Como dice Jesús Fernández del Carmen, “son personas que combaten la complacencia con el ‘cómo son hoy las cosas’, que ambicionan transformarse y transformar a la sociedad a través de la principal fuerza transformadora de que los seres humanos disponemos: el trabajo. Personas que sienten la necesidad de influir en los cambios que se suceden a nuestro alrededor y de implicarse en ello como parte de su camino a la felicidad”
Que los inquietos hablemos acerca de los inquietos, tienen un valor relativo. Solo demuestra que nos entendemos, conectamos fácilmente y que a menudo compartimos una cierta soledad. Por eso es altamente peligroso juntar a dos personas inquietas. En una hora pueden montar startup. Si reúnes a tres montan una revolución….
Bromas aparte, cuando hace unos días mantuve una reunión con uno de los responsables de la Fundación Príncipe de Girona me sorprendieron –gratamente- un montón de detalles, pero especialmente el énfasis y la importancia que en su plan estratégico a identificar y mezclar a las personas inquietas. Allí está el Fórum IMPULSA, la iniciativa “que conecta júniors y los séniors; es la oportunidad de poner en contacto el talento más inquieto con la experiencia y los recursos que pueden convertir las ideas de los más jóvenes en proyectos y hacer realidad sus sueños”.
Para los que somos inquietos con canas, es un cierto orgullo que se dignifique de una vez por todas el rol de las personas inquietas (también denominadas “culos inquietos”). Durante demasiado tiempo hemos disfrutado de cierta etiqueta negativa ¿Quién no recuerda la afirmación de “menos de tantos años de promedio en una empresa, mala señal”?. Quizás hoy la reflexión debería ser “tantos años en la misma empresa, haciendo lo mismo, mala señal”…
Las personas inquietas no tienen por que ser problemáticas, ni guardar nada secreto o peligroso. Solo se resisten a seguir el camino marcado, a encajar con los cánones o a guardar permanente obediencia y disciplina sea en la escuela, en la universidad, en la empresa o en la sociedad.
Quizás no todos podemos ser inquietos, ni con la misma intensidad, pero sin los inquiet@s no progresamos, no hay futuro.