La idea principal de El extraño orden de las cosas  de Antonio Damasio es explorar la relación fundamental entre los sentimientos y la creación y evolución de las culturas humanas, a través del concepto de homeostasis. Damasio argumenta que los sentimientos no solo son cruciales para la regulación personal de la vida, sino que también juegan un papel esencial en la formación y desarrollo de nuestras culturas y sociedades.

El autor sostiene que los sentimientos son una expresión de la homeostasis, un proceso biológico que regula y mantiene la estabilidad interna de los organismos frente a los cambios externos. Esta conexión entre los sentimientos y la homeostasis es lo que ha permitido a los seres humanos desarrollar complejas estructuras culturales y sociales a lo largo de la evolución.

Damasio también discute cómo esta interacción entre cuerpo y cerebro, mediada por los sentimientos, es fundamental para entender la mente humana y su capacidad para crear y sostener culturas. Además, el libro aborda cómo los avances tecnológicos y los cambios sociales influyen en esta dinámica, planteando reflexiones sobre el futuro de la humanidad y la tecnología.

Programa Redes – Educación Emocional con António Damásio 12/06/06. Emoción, sentimiento y conciencia

La influencia crucial de los sentimientos en el desarrollo humano

Cuando escuchaste por primera vez cómo se desarrolló la civilización humana, probablemente percibiste la historia como un relato ordenado y claro. Sin embargo, una mirada más detallada revela que este relato promueve un orden peculiar, relegando los sentimientos humanos a un segundo plano frente al intelecto, cuando en realidad, la importancia debería ser inversa.

Esta narrativa es engañosa. Los sentimientos han jugado un papel esencial en nuestro desarrollo, especialmente como mecanismo de retroalimentación. Considera algo tan fundamental como comer: las sensaciones de hambre y satisfacción nos proporcionan información vital sobre el estado de nuestro cuerpo y pueden incitar a la mente a actuar si se necesita alimento.

Los sentimientos como el dolor y la curiosidad impulsan a la mente a buscar remedios para las dolencias y soluciones para los problemas. Así, los sentimientos nos han motivado a cuestionar y entender mejor el mundo, y a crear innovaciones para superar los desafíos que enfrentamos.

Gracias a la información e inspiración que nos brindan nuestros sentimientos, hemos logrado avances significativos en la provisión de alimentos, ropa, refugio y atención médica, mejorando nuestra salud, calor y seguridad.

Sin embargo, los sentimientos no solo desencadenan desarrollos; también actúan como un mecanismo de retroalimentación continuo que sirve para evaluar la eficacia de algo y determinar si necesita mejoras.

Un aspecto del comportamiento humano que frecuentemente se malinterpreta es nuestra conducta social. A menudo atribuimos nuestras capacidades cooperativas a funciones cerebrales avanzadas, pero estos comportamientos instintivos preceden a las grandes ideas humanas.

Los estudios han mostrado que el comportamiento social también se observa en bacterias, uno de los organismos más simples de nuestra historia evolutiva. Aunque carecen de emociones, estas procesan información sensorial sobre su entorno, lo que eventualmente evolucionó en nuestros propios sentimientos. Esta percepción sensorial es suficiente para manifestar comportamiento social.

Por ejemplo, las bacterias se agrupan para construir defensas contra amenazas o para acceder a recursos. Si algunos miembros del grupo no contribuyen adecuadamente, son excluidos por los demás.

Así, los sentimientos son fundamentales en las interacciones sociales actuales. A continuación, exploraremos cómo surgieron estos sentimientos.

La evolución de los sentimientos y su papel en la homeostasis

Los sentimientos, aunque parezcan muy distintos de las simples percepciones de las bacterias, están intrínsecamente unidos a un concepto conocido como homeostasis. Este término describe el deseo instintivo de equilibrio o estabilidad, esencial para la supervivencia de todos los seres vivos. La homeostasis es la fuerza motriz detrás de los procesos internos que han permitido a los organismos prosperar desde los albores de la vida.

Cualquier sentimiento personal, como el hambre o el miedo, actúa en nombre de la homeostasis, ayudando a mantenernos vivos y seguros. Con el tiempo, a medida que nuestros cerebros evolucionaron, también lo hicieron nuestros sentimientos. Lo que comenzó como mecanismos de retroalimentación básicos se transformó en autoconciencia, permitiéndonos reflexionar sobre la homeostasis y nuestra propia existencia.

Esta evolución emocional no solo nos ha llevado a desarrollar técnicas para satisfacer nuestras necesidades básicas de salud y seguridad, sino que también ha inspirado la creación de arte y filosofía, explorando así la profundidad de nuestros sentimientos. Además, la política, la tecnología y la ciencia pueden considerarse respuestas a las experiencias placenteras y dolorosas derivadas de la búsqueda de la homeostasis.

La homeostasis, fundamental para la vida, se considera tan antigua como la vida misma, estimada en unos 3.8 mil millones de años. Sin embargo, fue necesario mucho tiempo para que los componentes adecuados se alinearan y permitieran la existencia de los sentimientos como los conocemos hoy.

El desarrollo del sistema nervioso, ocurrido hace unos 600 millones de años, fue crucial porque facilitó que los mensajes de todo el cuerpo, como el dolor y el hambre, alcanzaran el cerebro. El siguiente paso evolutivo importante fue el desarrollo de procesos mentales que transformaron estas respuestas mecánicas en experiencias conscientes. Así, no fue hasta que estas dos piezas estuvieron en su lugar que emergieron los sentimientos modernos.

La conexión entre sentimientos y la creación de imágenes mentales en nuestra evolución

Nuestra trayectoria evolutiva comenzó con organismos unicelulares como las bacterias, que solo podían percibir y reaccionar a estímulos físicos o químicos, limitándose a respuestas mecánicas. Con el tiempo, estos organismos desarrollaron sistemas nerviosos y procesos mentales, fundamentales para la aparición de los sentimientos que experimentamos hoy.

Estos avances permitieron a los organismos no solo percibir y reaccionar, sino también mapear sus percepciones. Un organismo podía, de manera literal, trazar un contorno o «dibujar» una imagen de un objeto percibido en su entorno mediante la activación de células específicas en su sistema nervioso. Similarmente, cuando tú cierras los ojos y tocas un objeto, los nervios en tus dedos te permiten crear un mapa mental de su forma, ayudado por tu percepción de la temperatura y la textura.

Este mapeo marcó un cambio significativo, ya que permitió a los organismos generar imágenes no solo de su entorno externo sino también de su mundo interno. Por ejemplo, si un organismo era atacado, podía mapear la zona afectada. Los mapeos internos, que tienden a ser más interpretados y «sentidos» que visualizados detalladamente, son lo que denominamos «sentimientos».

La capacidad de reflexionar sobre estos sentimientos proporcionó una ventaja evolutiva crucial, permitiendo que los organismos «sentientes» prosperaran y transmitieran este rasgo beneficioso. Los organismos que podían percibir y responder eficazmente a los sentimientos, como el dolor, la enfermedad y el peligro, tenían más probabilidades de sobrevivir y prosperar.

Con el tiempo, los cerebros de estos organismos evolucionaron para desarrollar nuevas habilidades, como la capacidad de imaginar imágenes más abstractas, que podrían transformarse en objetos innovadores. Otros desarrollos importantes incluyeron la memoria y la capacidad de retener y reproducir eventos completos, pavimentando el camino para la inteligencia creativa humana.

La interconexión de sentimientos, mente y cuerpo en nuestra percepción del mundo

Nuestra capacidad para imaginar y crear imágenes mentales ha evolucionado de la mano con nuestra habilidad para sentir. Las imágenes que visualizamos en nuestra mente vienen cargadas de sentimientos, y la vividez de estas imágenes intensifica dichos sentimientos. Esta fuerte conexión entre imágenes mentales y sentimientos se debe a que ambos responden a nuestras experiencias, clasificándolas en un espectro que va de lo agradable a lo desagradable, creando así experiencias cualitativas.

La «valencia» es el término utilizado para describir los niveles emocionales con los que evaluamos una experiencia, donde la cantidad de valencia positiva o negativa de una emoción define la calidad de dicha experiencia. Este proceso es vital para enriquecer nuestra vida.

Contrario a la creencia popular de que dejarse llevar por las emociones es negativo o peligroso, y que deberíamos permitir que la razón y la lógica guíen nuestro comportamiento, ignorar nuestras emociones es en realidad más perjudicial. Las emociones aportan una riqueza esencial para nuestro bienestar.

Reconocer la importancia de nuestros sentimientos es crucial para la unión entre cuerpo y mente, hasta el punto de que es prácticamente imposible separarlos. La mente y el cuerpo están tan entrelazados que uno puede influir en el otro. De hecho, se podría considerar al cuerpo y la mente como dos caras de la misma moneda, siendo esta moneda el ser humano.

A pesar de la opinión popular de que el cuerpo y la mente están separados, con el sistema nervioso actuando como enlace, una perspectiva fisiológica revela que el cerebro y el cuerpo están continuamente conectados. El cerebro, siendo parte del sistema nervioso, está profundamente vinculado al cuerpo, por lo que los sentimientos surgen de una interacción simultánea entre ambos.

En conclusión, mente y cuerpo no están separados fisiológicamente; están intrínsecamente entrelazados, jugando un papel fundamental en cómo percibimos y experimentamos el mundo.

Subjetividad y percepción: Los pilares de la conciencia humana

En cualquier momento del día, tu mente puede estar inundada de imágenes, como si se proyectaran en una gran pantalla de cine dentro de tu cabeza. Lo fascinante es que somos conscientes de que nuestra mente actúa tanto como el proyector como la audiencia. Esta capacidad se conoce como conciencia, permitiéndote ser espectador tanto del mundo externo como del interno.

El primer aspecto esencial de la conciencia es la subjetividad, definida por tu percepción personal y tus sentimientos. Mientras se desarrollan las imágenes mentales, experimentamos lo que los psicólogos denominan afecto, o la influencia de las emociones en nuestros comportamientos y percepciones. Esto da lugar a la subjetividad, ya que cada uno de nosotros tiene emociones y sentimientos únicos que tiñen nuestra percepción personal de las cosas.

La subjetividad no tiene una representación física; no es una versión miniatura de ti mismo sentada en un escritorio en tu cerebro tomando decisiones sobre tus sentimientos. Más bien, se compone de dos ingredientes principales: tu perspectiva única, que incluye lo que ves y oyes, proporcionando la base para esas imágenes mentales, y tus afectos personales, que son las emociones y significados que aplicas a tus percepciones.

El segundo aspecto crucial de la conciencia es la experiencia integrada. Este proceso implica aplicar una pieza de imaginería mental subjetiva al contexto más amplio de tus experiencias, lo cual es vital para dar sentido a las cosas. Como dice el adagio, si solo miras los árboles, no verás el bosque. En otras palabras, no percibirás el panorama general si solo te enfocas en las partes componentes.

Con la experiencia integrada, la pantalla de cine en tu mente no reproduce imágenes aleatorias, sino que presenta una trama reconocible. Cuando la mente comenzó a integrar imágenes asociadas con sentimientos subjetivos, las piezas faltantes de la trama se unieron, haciendo que las cosas comenzaran a tener más sentido y revelando la belleza de la conciencia tal como la conocemos hoy.

La esencia emocional de la cultura humana

La cultura humana trasciende el teatro y los museos repletos de arte; es la suma de nuestras invenciones, ideas y logros creativos. A menudo se piensa que el intelecto es el motor detrás de cada avance cultural, desde la invención de la rueda hasta la exploración espacial. Sin embargo, la inteligencia por sí sola no basta para explicar la creatividad humana; los sentimientos y la conciencia son ingredientes esenciales en este proceso.

Mirando hacia atrás en la historia, es evidente que nuestros sentimientos han influido directamente en los momentos decisivos del desarrollo cultural. Las primeras innovaciones humanas surgieron como respuestas a necesidades básicas y sentimientos homeostáticos, como el hambre, el miedo y el frío, llevando a la creación de refugios, vestimenta, fuego y herramientas.

La religión, por ejemplo, probablemente emergió en respuesta a los sentimientos de dolor y pérdida, así como al miedo y la ira provocados por desastres naturales, ofreciendo explicaciones y una sensación de seguridad en tiempos inciertos.

Las artes, incluyendo la música, la danza, la pintura, la poesía y el teatro, surgieron como medios para proporcionar consuelo y elevar el espíritu humano, demostrando cómo los sentimientos profundos y placenteros pueden ser evocados a través de la expresión artística.

La filosofía se desarrolló impulsada por el asombro y la maravilla ante el cosmos, mientras que la ciencia moderna, desde la medicina hasta la física y la química, ha avanzado gracias a la motivación para aliviar el dolor, la frustración y la incomodidad, buscando mejorar la condición humana.

En conclusión, los sentimientos no solo han sido un poderoso motivador para el desarrollo cultural, sino que son el corazón mismo de todas las expresiones culturales humanas, demostrando que sin emoción, la riqueza de nuestra cultura sería inimaginable.

La homeostasis: Clave para entender los desafíos contemporáneos

Vivimos en una era de avances sin precedentes en ciencia y tecnología, que han mejorado significativamente nuestra salud y confort. Sin embargo, esta era dorada viene acompañada de una sensación de crisis persistente. A pesar de los avances, muchos se encuentran distraídos y con una felicidad menguante, enfrentándose diariamente a amenazas como el cambio climático, la ciberguerra y el peligro nuclear.

Este panorama, aunque abrumador, puede ser parcialmente explicado a través de la homeostasis, un concepto que subraya la importancia del equilibrio interno en los seres vivos. La homeostasis se enfoca en el bienestar individual, lo que a menudo resulta en una preocupación limitada a nuestro entorno inmediato, en detrimento del bienestar colectivo.

Aunque la homeostasis puede extenderse a la familia o grupos pequeños, raramente se aplica a colectivos más amplios y diversos, como naciones o comunidades. Esto se debe a que, en esencia, cada individuo está motivado por sus propios intereses.

Por lo tanto, no es sorprendente que enfrentemos problemas globales complejos en nuestra sociedad cosmopolita. Nuestras respuestas homeostáticas, perfeccionadas a lo largo de millones de años de evolución, no están adaptadas para abordar las necesidades de una población culturalmente diversa y recientemente formada.

La homeostasis, con sus raíces en el mundo natural, dicta nuestra experiencia y respuesta al entorno, basándose más en emociones que en lógica. Sin embargo, hemos creado un mundo que intenta regular nuestra experiencia de manera lógica y científica, lo que nos lleva a un conflicto interno y confusión sobre la vida moderna.

Nos esforzamos por reemplazar procesos instintivos con tecnologías y comodidades que buscan simular un equilibrio, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Hemos ido demasiado lejos en nuestro intento de controlar y mejorar nuestra existencia?