La tesis principal de El dilema del omnívoro de Michael Pollan es que la abundancia y diversidad de opciones alimentarias en la sociedad moderna han creado un dilema significativo para los seres humanos sobre qué comer. Pollan explora cómo la industrialización de la producción de alimentos ha llevado a problemas de salud, desconexión con la naturaleza y dilemas éticos. El autor argumenta que es crucial conocer el origen de nuestros alimentos y adoptar un enfoque más consciente y sostenible en nuestra alimentación para mejorar nuestra salud y reducir el impacto ambiental.
En este contexto, Regénesis: Alimentar al mundo sin devorar el planeta de George Monbiot se presenta como un complemento esencial al trabajo de Pollan. Mientras El dilema del omnívoro se centra en las complejidades éticas, ambientales y de salud asociadas con las elecciones alimentarias en una sociedad dominada por los alimentos industriales, Regénesis aborda cómo podemos reformar el sistema alimentario para enfrentar el cambio climático y la degradación ambiental.
Monbiot propone soluciones innovadoras, como la transición de la cría de ganado a fuentes de proteínas alternativas y la implementación de prácticas agrícolas que respeten los ciclos naturales y mejoren la biodiversidad. Su enfoque está en cambiar radicalmente la forma en que producimos alimentos para minimizar el impacto ambiental y garantizar la sostenibilidad a largo plazo.
Ambos libros comparten la preocupación por el impacto ambiental de las prácticas agrícolas y ganaderas actuales y subrayan la necesidad de un cambio hacia sistemas más sostenibles y éticos. Mientras Pollan analiza las cadenas alimentarias y promueve una mayor conciencia y responsabilidad en las elecciones alimentarias individuales, Monbiot propone cambios estructurales en la producción de alimentos para abordar los desafíos ambientales globales.
Juntos, ofrecen una visión comprensiva de los problemas y soluciones potenciales para crear un sistema alimentario más sostenible y justo, destacando la importancia de un enfoque integrado que combine la conciencia individual con la acción colectiva y la innovación tecnológica.
Principales ideas de ‘El dilema del omnívoro’ de Michael Pollan
- La agricultura industrial reduce los costos de los alimentos, pero sus impactos ambientales, de salud pública y éticos son inmensos
- El maíz: un cultivo esencial y altamente subsidiado en Estados Unidos
- La utilización del exceso de maíz en la industria alimentaria: una estrategia rentable pero cuestionable
- La reducción de los precios de la carne gracias a las operaciones masivas de alimentación animal (CAFOs)
- El impacto negativo de las granjas industriales: Compromiso del bienestar animal y riesgos ambientales y de salud
- Los beneficios de los alimentos orgánicos sobre los convencionales
- El sistema alimentario orgánico actual: desafíos y desviaciones de sus ideales originales
- Una alternativa más sostenible: el pastoreo intensivo frente a la sobreproducción de maíz
- Las pequeñas granjas locales: una alternativa económica, ambiental y éticamente sostenible
La agricultura industrial reduce los costos de los alimentos, pero sus impactos ambientales, de salud pública y éticos son inmensos
En el pasado, los agricultores cultivaban y criaban ganado utilizando únicamente el sol y la tierra. Sin embargo, estos métodos tradicionales solo producían cantidades relativamente pequeñas de alimentos locales y de temporada, y ya no eran suficientes para alimentar a la creciente población mundial. Por lo tanto, se desarrollaron técnicas y maquinaria de agricultura industrial para producir alimentos de manera más rápida y a mayor escala.
Algunas personas podrían considerar esto como algo positivo. Anteriormente, era costoso criar, alimentar y sacrificar ganado para obtener alimentos, lo que hacía que la carne fuera cara y no se consumiera diariamente. Sin embargo, los métodos de agricultura industrial han abaratado enormemente la cría de ganado y, en consecuencia, la carne misma.
Las frutas y verduras fuera de temporada también se han vuelto ampliamente disponibles. Si vives en Seattle y deseas espárragos frescos en enero, no hay problema; se envían desde Argentina. Además, las temporadas de crecimiento de muchas plantas se han extendido a largos no naturales mediante técnicas de agricultura industrial, permitiendo la compra de prácticamente cualquier fruta o verdura, sin importar la temporada.
Desafortunadamente, la carne barata y los espárragos disponibles todo el año tienen un costo: en nombre de la eficiencia y la producción masiva, la agricultura industrial a gran escala contamina el aire y el agua, introduce químicos y pesticidas en nuestros alimentos, trata a los animales de manera poco ética y propaga enfermedades.
El maíz: un cultivo esencial y altamente subsidiado en Estados Unidos
El maíz es uno de los cultivos más importantes y fuertemente subsidiados por el gobierno de Estados Unidos. Su adaptabilidad y robustez genética permiten cosechas abundantes en menos tiempo que otros cultivos. Cuando los europeos descubrieron el maíz al colonizar América en el siglo XVI, rápidamente se convirtió en un cultivo básico. Con el avance de la tecnología, los agricultores comenzaron a desarrollar híbridos de maíz para optimizar la producción, logrando tallos más gruesos y sistemas radiculares más fuertes que resistían la cosecha mecánica y permitían una mayor densidad de plantas por acre.
La adopción de estas variedades resultó en un aumento significativo de la producción de maíz. En 1920, los agricultores producían 20 bushels de maíz por acre; hoy en día, producen 180. En 2005, el costo de producción de un bushel de maíz era de aproximadamente $2.50, pero debido a la abundancia de maíz, los compradores solo estaban dispuestos a pagar $1.45 por bushel. Si los agricultores perdieran un dólar por cada bushel producido, quebrarían, por lo que el gobierno de Estados Unidos subsidia la diferencia.
Estos subsidios hacen que el sistema de oferta y demanda sea irrelevante. Los agricultores inundan el mercado con maíz y aún obtienen ganancias artificiales por cada bushel. Como resultado, el precio del maíz sigue disminuyendo, pero Estados Unidos continúa produciendo más maíz.
La utilización del exceso de maíz en la industria alimentaria: una estrategia rentable pero cuestionable
En la actualidad, el maíz ha dejado de ser simplemente un alimento para convertirse en una mercancía. De hecho, uno de cada cuatro productos en el supermercado estadounidense promedio contiene maíz en alguna de sus formas. Por ejemplo, los nuggets de pollo suelen estar compuestos por almidón de maíz, aceite de maíz y pollo alimentado con maíz.
¿Por qué hay maíz en todas partes?
Los ejecutivos de la industria alimentaria han enfrentado durante mucho tiempo el problema del «estómago fijo»; cada persona solo puede consumir alrededor de 1,500 libras de comida al año. Para crecer, empresas como General Mills y McDonald’s deben convencer a las personas de (a) gastar más dinero en esas 1,500 libras de comida, y/o (b) consumir más de 1,500 libras de comida al año.
En este contexto, el enorme excedente de maíz en Estados Unidos es particularmente problemático, ya que hay más maíz del que la población puede consumir. Por ello, gran parte de este maíz se destina a los llamados molinos húmedos, donde se transforma en una amplia gama de ingredientes artificiales, como «jarabe de maíz de alta fructosa» o «grasa hidrogenada», que se encuentran en las etiquetas de información nutricional. Estos ingredientes sintéticos se utilizan luego en una variedad de alimentos como refrescos, cenas congeladas, cereales de desayuno, entre otros.
Estos nuevos usos del exceso de maíz son muy rentables para la industria alimentaria. El procesamiento intensivo extiende enormemente la vida útil de los productos, permitiendo a las corporaciones alimentarias obtener una mayor porción de las ganancias y dejando a los agricultores con menos. Cuando compras nuggets de pollo, por ejemplo, pagas muy poco por el pollo real y mucho por los servicios necesarios para convertir el maíz en ingredientes sintéticos y luego en algo que se asemeja a comida.
La reducción de los precios de la carne gracias a las operaciones masivas de alimentación animal (CAFOs)
Además de ser procesado en alimentos, gran parte del excedente de maíz se utiliza para alimentar a los animales de granja que luego consumimos. Desde la perspectiva de la industria alimentaria, los animales son considerados como máquinas que convierten el exceso de maíz en carne vendible, aunque las máquinas suelen recibir un mejor trato.
Aquí entran en juego las Operaciones Concentradas de Alimentación Animal, conocidas como CAFOs por sus siglas en inglés.
Las CAFOs son instalaciones para criar animales que no se asemejan a ninguna granja tradicional. Maximizan la eficiencia y las ganancias al confinar la mayor cantidad posible de animales en jaulas o corrales, mientras automatizan y mecanizan tanto trabajo agrícola como sea posible, incluyendo la alimentación. Este enfoque de eficiencia, junto con el alimento barato debido al excedente de maíz, ha reducido los precios de la carne a niveles sin precedentes.
Antes de la llegada de las CAFOs, el cuidado, tiempo y recursos necesarios para criar animales en pequeñas granjas locales hacían que la carne fuera cara: un lujo poco frecuente. Sin embargo, hoy en día, una hamburguesa con tocino y queso, por ejemplo, es tan barata que puedes consumir una todos los días si así lo deseas, algo que muchas personas hacen.
El impacto negativo de las granjas industriales: Compromiso del bienestar animal y riesgos ambientales y de salud
Las Operaciones Concentradas de Alimentación Animal (CAFOs, por sus siglas en inglés) representan un modelo de producción que, a primera vista, podría parecer beneficioso por ofrecer productos cárnicos a precios accesibles. Sin embargo, este sistema incurre en graves costos: el bienestar animal se ve sacrificado, y se generan significativos riesgos ambientales y para la salud pública.
En las CAFOs, la producción se optimiza al máximo, priorizando las ganancias económicas sobre cualquier otra consideración. Los animales son confinados en espacios extremadamente reducidos, sin acceso a pastizales o libertad de movimiento, lo que resulta en sufrimiento y en la propagación de enfermedades. Además, se alimentan con maíz, un producto para el cual muchos de ellos no están evolutivamente adaptados, provocando serias afecciones de salud.
Para mantener a los animales vivos hasta su sacrificio bajo estas condiciones, se recurre al uso intensivo de antibióticos. Esta práctica conlleva al desarrollo de superbacterias resistentes a los antibióticos, representando una amenaza directa para la salud humana.
Además, las CAFOs contaminan el medio ambiente, liberando hormonas y metales pesados en las aguas y propagando potencialmente nuevas cepas letales de E. coli debido a las condiciones insalubres en las que se mantienen los animales.
En conclusión, las CAFOs comprometen gravemente el bienestar animal, la salud pública y el medio ambiente, subordinando estas consideraciones esenciales a la maximización de la eficiencia y las ganancias económicas.
Los beneficios de los alimentos orgánicos sobre los convencionales
El movimiento orgánico surgió inicialmente como una iniciativa para abordar los problemas derivados de la agricultura industrial, como la contaminación, el uso de pesticidas y la demanda de combustibles fósiles para el transporte de frutas y verduras. Si bien los productos orgánicos eran más costosos que los convencionales, el proceso de producción era más respetuoso con el medio ambiente y los alimentos resultantes eran más saludables.
En los inicios del movimiento, muchos agricultores vendían sus productos en puestos a lo largo de las carreteras, en lugar de distribuirlos a nivel nacional. En lugar de utilizar pesticidas y fertilizantes químicos, empleaban compost natural y estiércol de granjas cercanas.
Numerosos estudios han comparado los productos orgánicos con los cultivados industrialmente. Los resultados indican que los alimentos cultivados sin pesticidas ni insumos químicos presentan un mejor sabor y son más beneficiosos para la salud.
Cuando los tomates crecen a un ritmo natural, sin la intervención de químicos para acelerar su desarrollo, desarrollan paredes celulares más gruesas, lo que les confiere sabores más concentrados y, por lo tanto, un mejor sabor.
Además, otras investigaciones han demostrado que las frutas y verduras orgánicas contienen mayores niveles de vitaminas y polifenoles con propiedades anticancerígenas en comparación con las convencionales.
El sistema alimentario orgánico actual: desafíos y desviaciones de sus ideales originales
La imagen idílica de una vaca pastando en un campo verde entre colinas onduladas suele asociarse con la producción de leche orgánica. Sin embargo, esta representación no siempre refleja la realidad actual del sistema alimentario orgánico.
A medida que el movimiento orgánico ganó popularidad y la demanda aumentó, las pequeñas granjas idílicas no pudieron satisfacer los requerimientos del mercado. Como consecuencia, se vieron obligadas a expandirse, sacrificando algunos de los principios originales del movimiento. De hecho, muchos de los problemas presentes en la agricultura convencional también se han manifestado en las granjas orgánicas a gran escala.
En respuesta al crecimiento del negocio orgánico, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos estableció estándares laxos que permitieron a las empresas alimentarias realizar concesiones y, aun así, obtener etiquetas como «orgánico» o «de libre pastoreo», por las cuales los consumidores conscientes del medio ambiente están dispuestos a pagar un precio más elevado. A pesar de los esfuerzos de los productores más pequeños por lograr regulaciones más estrictas, las grandes corporaciones prevalecieron.
Bajo estas directrices ambiguas, prácticas cuestionables se han vuelto comunes, como confinar a 20,000 pollos en un cobertizo con acceso limitado a un pequeño patio y etiquetarlos como «de libre pastoreo». Asimismo, han surgido productos inusuales como «cenas de TV orgánicas» y «jarabe de maíz de alta fructosa orgánico».
Si bien aún existen pequeñas granjas orgánicas, la mayoría de los alimentos orgánicos en los supermercados provienen de grandes explotaciones que realizan concesiones. Esto se debe a que los supermercados buscan ofrecer una amplia gama de frutas y verduras durante todo el año, independientemente de la disponibilidad local y estacional. Desafortunadamente, las pequeñas empresas suelen producir únicamente lo que crece localmente y de temporada, mientras que las grandes pueden emplear técnicas industriales para superar estas limitaciones.
Una alternativa más sostenible: el pastoreo intensivo frente a la sobreproducción de maíz
Como hemos analizado, el maíz desempeña un papel crucial en la generación de numerosos problemas asociados al sistema alimentario convencional, siendo uno de los más significativos el impacto negativo en los sistemas digestivos del ganado vacuno. Sin embargo, el cultivo de maíz también ignora importantes relaciones coevolutivas naturales que podrían ser aprovechadas de manera beneficiosa.
Una de las mejores alternativas para optimizar la producción de forma sostenible es el cultivo de pastos en lugar de maíz, combinado con la implementación del pastoreo intensivo. Esta técnica agrícola implica el traslado diario del ganado a diferentes pastizales, promoviendo así un crecimiento óptimo de los pastos al aprovechar su ciclo natural de desarrollo.
Este método aprovecha la relación coevolutiva entre el ganado vacuno y los pastos, una dinámica completamente ignorada en la agricultura industrial convencional. Las vacas no sobrepastan sus especies de pasto favoritas, permitiendo que prospere una diversidad de especies en los pastizales. Al mismo tiempo, los animales pueden disfrutar de su dieta natural en lugar de consumir el dañino maíz, que suele provocar enfermedades e hinchazón. Como resultado, el ganado más saludable produce carne de mejor calidad.
Además, el pastoreo intensivo es más beneficioso para el medio ambiente. La biodiversidad natural de los pastos que florecen, impensable en el mar de maíz que caracteriza al Medio Oeste estadounidense, maximiza la absorción de energía solar y la captura de carbono. Los pastos efectivamente extraen miles de libras de carbono de la atmósfera y lo almacenan bajo tierra.
Las pequeñas granjas locales: una alternativa económica, ambiental y éticamente sostenible
El sistema actual de producción de alimentos prioriza la eficiencia y las ganancias sobre las preocupaciones éticas, la sostenibilidad ambiental y la salud de los consumidores.
¿Qué podemos hacer al respecto? Una solución es optar por comprar en pequeñas granjas locales en lugar de en grandes explotaciones industriales.
En primer lugar, comprar localmente reduce la cantidad de combustibles fósiles necesarios para transportar los alimentos desde el productor hasta el consumidor, una distancia que hoy en día puede abarcar países o incluso continentes.
Desde una perspectiva económica, comprar localmente asegura que las ganancias beneficien a pequeños empresarios y agricultores en lugar de a grandes corporaciones.
Además, las pequeñas granjas locales no dependen de pesticidas ni de técnicas de cultivo antinaturales para producir grandes cantidades de alimentos. En su lugar, cultivan alimentos de temporada, promoviendo el ecosistema natural en lugar de interferir con él, lo que las convierte en la opción ambientalmente más responsable.
Finalmente, las granjas locales suelen ser la opción más ética. La posibilidad de visitar y observar directamente el trabajo de carniceros y agricultores crea un sentido de responsabilidad y transparencia, reduciendo la probabilidad de prácticas poco éticas, como el maltrato animal para aumentar las ganancias.
En resumen, apoyar a las pequeñas granjas locales no solo es una elección económica y ambientalmente sostenible, sino también una decisión ética que contribuye al bienestar de nuestras comunidades y del planeta.