Personalmente hace mucho tiempo que no miro una película en televisión en abierto. No es de extrañar. España es el país con mayor saturación publicitaria. Ya empieza a ser caso de estudio la paciencia que demuestran una gran parte de los televidentes españoles al aceptar –si no mienten los audímetros- la tortura de los bloques publicitarios. La emisión de bloques de 19 minutos de publicidad y ¡55 spots publicitarios consecutivos! permite emplear muchos adjetivos. Ninguno positivo.
Es increíble que los anunciantes persistan en esta fórmula para acercarse al público. No hay que hacer ningún estudio para garantizar su ineficacia.
Las cadenas de televisión a lo suyo. Exprimir la gallina de los huevos de oro. Saben que tarde o temprano ni tendrán gallina, ni tendrán oro. Mientras, supongo que la industria del DVD les tiene que estar agradecida porque gracias a ellos viven con respiración asistida.
Habrá que ver cómo se adaptan a los tiempos de IPTV y de la InternetTV. Pero a corto plazo el panorama de la TV parece terreno abonado para los dispositivos tipo TiVO.
A pesar de todo me sigue pareciendo inverosímil este nivel de maltrato de determinadas cadenas de televisión. Pero igual de sorprendente me resulta la actitud del gobierno chileno, menospreciando a sus ciudadanos.
Me explico. La polémica se desató cuando el gobierno chileno declaró sin concurso público, transparencia ni alternativas, proveedor informática de la administración a Microsoft.
Parece justificado el enfado de muchos chilenos. Pero el tema ha ido a más. Algunos van y montan en la Red el Movimiento de Liberación Digital con el objetivo de manifestar su descontento e influir en los políticos para cambiar esta decisión.
Acostumbrémonos a este tipo de fenómenos, pasar de la Red a la calle, porque cada vez serán más habituales. Da igual si la causa es un apagón, un escándalo financiero o para quejarse de la incompetencia de los políticos.
La revolución hace tiempo que se ha iniciado. Esto ya no funciona de arriba-abajo, sino de abajo-arriba. Todos los saben, pero algunos insisten en defender lo indefendible y prolongar un poco más sus privilegios anacrónicos.