Leer textos de filosofía, especialmente los de los estoicos, puede ser fundamental por diversas razones:
- Desarrollo personal: La filosofía proporciona herramientas para reflexionar sobre nuestras vidas, creencias y valores. Al sumergirnos en las obras de los estoicos, podemos cultivar habilidades como el autocontrol, la moderación y la resiliencia, fundamentales para afrontar los desafíos de la existencia.
- Comprensión del mundo: La filosofía nos permite explorar y comprender mejor el mundo que nos rodea, abordando cuestiones fundamentales sobre el significado de la vida, la moralidad y la ética.
- Contexto histórico: La lectura de textos filosóficos nos sumerge en la evolución de ideas y debates intelectuales a lo largo de la historia. En el caso de los estoicos, explorar sus escritos nos brinda la oportunidad de comprender cómo sus conceptos se desarrollaron en respuesta a otras corrientes filosóficas de su época, como el epicureísmo o el escepticismo.
- Apreciación del lenguaje y la literatura: Los textos filosóficos, incluyendo los de los estoicos, son obras literarias y culturales de gran valor. Sumergirse en ellos nos permite apreciar el poder del lenguaje y enriquecer nuestro conocimiento de la literatura clásica.
El arte de la buena vida: Un camino hacia la alegría estoica de William B. Irvine es un libro que introduce los principios fundamentales del estoicismo y explica cómo aplicarlos en la vida moderna para alcanzar una existencia más plena y feliz.
La premisa central del libro es que la filosofía estoica proporciona una serie de técnicas y estrategias para enfrentar los desafíos cotidianos y hallar la serenidad interior, incluso en medio del tumulto exterior. Irvine sostiene que los antiguos estoicos, como Séneca, Epicteto y Marco Aurelio, ofrecen enseñanzas muy pertinentes para nuestra época, de las cuales podemos aprender mucho para mejorar nuestra calidad de vida.
El texto aborda diversos temas clave del estoicismo, como la importancia de la virtud, la aceptación de lo que no podemos controlar, la moderación en la búsqueda de placeres y la práctica de la gratitud y la sencillez. Además, proporciona consejos prácticos para integrar estas ideas en la vida diaria, como reflexionar sobre la muerte, adoptar la pobreza voluntaria y reducir el número de deseos insatisfechos.
La lectura de El arte de la buena vida puede resultar valiosa para quienes buscan una filosofía de vida práctica y aplicable que les ayude a encontrar paz y felicidad en medio de los desafíos de la vida moderna. El libro ofrece una introducción accesible y aplicada al estoicismo, una de las corrientes filosóficas más influyentes de la historia, y puede inspirar a los lectores a profundizar en su propio viaje hacia la sabiduría y la felicidad.
Principales ideas de El arte de la buena vida
- El estoicismo tiene sus raíces en la antigua filosofía griega, la cual enseñaba el arte de vivir una buena vida.
- Los estoicos identificaron dos metas centrales que consideraban valiosas: la virtud y la tranquilidad.
- Para contrarrestar nuestra tendencia consumista insaciable, es crucial aprender a valorar lo que ya poseemos.
- Experimentar malestar voluntario es un camino hacia la apreciación de las personas y las cosas en nuestra vida.
- Cambia tu perspectiva sobre aquello que no puedes controlar.
- Es inútil enojarse con los demás o buscar su aprobación.
- No debemos permitir que la búsqueda de riquezas nos corrompa.
- Los estoicos nos ofrecen lecciones sobre cómo afrontar el dolor y la vejez.
- El proceso de convertirse en estoico transformará tu vida, pero no debes apresurarte.
El estoicismo tiene sus raíces en la antigua filosofía griega, la cual enseñaba el arte de vivir una buena vida.
Si hubieras sido un niño en Grecia alrededor del año 300 a.C. y tus padres deseaban que recibieras una educación superior, en lugar de enviarte a una escuela de negocios como lo harían hoy, te habrían enviado para que te familiarizaras con el estudio de la filosofía. Una de las principales escuelas de la filosofía griega antigua, que aún es muy conocida en la actualidad, es la escuela estoica.
Además de la retórica y la lógica, a los alumnos que estudiaban filosofía se les enseñaba una filosofía de vida, es decir, el arte de vivir una buena vida. Pero ¿qué implicaba esto y por qué se necesitaba una filosofía de vida en aquel entonces (o incluso hoy en día)?
Tener una filosofía de vida es muy similar a tener una hoja de ruta para tu vida. La filosofía te inspira a reflexionar sobre lo que realmente deseas, para que puedas articular y definir tus objetivos. Por ejemplo, si decides que tu objetivo es ser más solidario y atento, una filosofía de vida te ayudará a encontrar el mejor enfoque para alcanzarlo.
Por el contrario, no establecer metas puede significar que vivas tu vida de una manera de la que te arrepientas a medida que envejeces. Pero determinar tus objetivos puede ser complicado y tedioso en el mundo moderno, donde miles de distracciones compiten por tu atención a diario y te impiden reflexionar sobre tu vida.
Sin embargo, el estoicismo puede ayudarte a orientarte en la dirección correcta, ya que enseña una forma de vida moderada; no predica ni un ascetismo absoluto ni una existencia precaria, ni un hedonismo despiadado. Los estoicos respaldaron un camino intermedio, el camino de la moderación. Un estoico, entonces, puede disfrutar de una buena comida y compañía, siempre y cuando no dependa de esos placeres todo el tiempo. En nuestro mundo material moderno, los estoicos argumentarían que no deberíamos depender de bienes prescindibles que prometen una felicidad de corta duración. Más bien, deberíamos encontrar la felicidad y la alegría en nuestro interior.
Los estoicos identificaron dos metas centrales que consideraban valiosas: la virtud y la tranquilidad.
Hemos comprendido la importancia de establecer metas. ¿Pero qué tipo de metas de vida perseguían los estoicos? Su objetivo era alcanzar la virtud y la tranquilidad, considerándolas como principios fundamentales para una vida plena.
En primer lugar, consideremos la virtud. La noción de virtud para los estoicos puede no coincidir con la percepción moderna de la palabra «virtud», que evoca la imagen de figuras como la Madre Teresa. Para ellos, la vida virtuosa implicaba vivir de acuerdo con nuestra naturaleza humana.
Para comprender cómo ser virtuosos, debemos reconocer nuestra capacidad única de razonar, que nos diferencia de los animales. Dado que somos seres profundamente sociales, tenemos responsabilidades hacia los demás. Por lo tanto, es importante reconocer que nuestras acciones no solo nos afectan a nosotros mismos, sino también a quienes nos rodean. Ser virtuoso puede implicar honrar a nuestros padres o mostrar empatía hacia nuestros amigos y compañeros.
En segundo lugar, está el objetivo de alcanzar la tranquilidad. Para los estoicos, la tranquilidad no significa un estado de indiferencia insensible. Más bien, se logra al liberarse de las emociones negativas, permitiendo que las emociones positivas florezcan.
La tranquilidad está estrechamente ligada a la virtud. Para alcanzar la virtud, es necesario usar nuestra capacidad de razonamiento; lo mismo ocurre con lograr un estado mental tranquilo. Vivir una vida tranquila y, por ende, buena implica tener control sobre uno mismo, evitando que las emociones nos abrumen o dominen nuestro intelecto.
Por ejemplo, si un estoico se encuentra atrapado en un atasco de tráfico y siente que su ira está creciendo constantemente, debería intentar no permitir que la ira se apodere de él. Un estoico comprende que los sentimientos de ira, especialmente hacia el tráfico, son inútiles. En cambio, examinaría la situación y las posibles causas de su ira, utilizando su capacidad mental para mantener la calma.
Para contrarrestar nuestra tendencia consumista insaciable, es crucial aprender a valorar lo que ya poseemos.
Aunque muchos nos consideramos personas razonables y sensatas, compartimos una imperfección problemática: siempre deseamos más, incluso sabiendo que obtener lo que anhelamos no necesariamente nos hará más felices de lo que ya somos.
Los psicólogos Shane Frederick y George Loewenstein llaman a este fenómeno «adaptación hedónica», que sigue una progresión común: anhelas una nueva adquisición, como un televisor de pantalla grande o un bolso llamativo. Una vez lo obtienes, disfrutas de él por un tiempo, pero pronto pierde su atractivo.
Con el tiempo, incluso comienzas a darlo por sentado, ahora que es parte de tu vida. Entonces, buscas algo nuevo y mejor, como un televisor con una pantalla aún más grande. Muchos hemos experimentado este ciclo y podemos reconocerlo como un ciclo vicioso en el que nunca parece ser suficiente.
¿Cómo podemos escapar de esta trampa? Los estoicos sugerirían que dejemos de dar por sentado lo que tenemos y, en cambio, aprendamos a apreciarlo. En lugar de desear constantemente más cosas nuevas, debemos entrenarnos para valorar lo que ya poseemos.
Para lograr esto, los estoicos desarrollaron métodos para cultivar la apreciación por las cosas y personas que nos rodean. Uno de estos métodos es la «visualización negativa».
Para entender cómo funciona la visualización negativa, imagina que las cosas y personas que das por sentado, como tus seres queridos, desaparecen repentinamente. La sensación de pérdida es abrumadora, pero este ejercicio te brinda la oportunidad de reflexionar sobre la fortuna de tenerlos aún presentes en tu vida real.
Aprovecha esta oportunidad para sentirte más feliz y agradecido por las posesiones y personas que te rodean. Aprender a valorar lo que tienes te permitirá disfrutar del mundo de manera más profunda y significativa.
Experimentar malestar voluntario es un camino hacia la apreciación de las personas y las cosas en nuestra vida.
Al igual que con el ejercicio de visualización previo, cuando imaginamos la pérdida de ciertas cosas, tendemos a valorarlas más en el presente. Sin embargo, este principio puede llevarse aún más lejos.
En lugar de simplemente imaginar la privación de las cosas que nos brindan placer y comodidad, ¿qué sucedería si optáramos deliberadamente por abstenernos de ellas? Esta práctica, conocida como malestar voluntario, se basa en lo que el famoso estoico romano Séneca llamó «practicar la pobreza». Sin embargo, no hay necesidad de preocuparse; no se trata de sufrir privaciones extremas. De hecho, los estoicos solo buscaban generar una leve incomodidad.
Quizás te preguntes por qué deberías elegir sentirte incómodo voluntariamente. Bueno, en primer lugar, esto te fortalecerá, lo que significa que enfrentarás con mayor resiliencia situaciones verdaderamente difíciles. En segundo lugar, aprenderás a valorar más tu comodidad cuando la recuperes, ya que no la darás por sentada.
Puedes comenzar a aplicar esta táctica de manera gradual. Por ejemplo, podrías optar por andar en bicicleta en lugar de conducir, tomar duchas frías o incluso vestirte con menos capas durante los meses de invierno. De esta manera, aumentarás tu aprecio por los viajes en automóvil y más adelante disfrutarás aún más de las largas duchas calientes o de tu ropa cómoda.
También puedes decidir abstenerse ocasionalmente de ciertos placeres, lo que te ayudará a controlar tus impulsos. Esta moderación puede ser muy beneficiosa, ya que las gratificaciones temporales, como las que proporcionan las drogas, pueden fácilmente superar nuestra voluntad de renunciar a ellas y convertirse en una fuerza dominante en nuestras vidas.
La abstinencia puede fomentar un sólido y estoico sentido de autocontrol, lo que nos permite decidir en contra de ese vaso de vino o esa deliciosa galleta de vez en cuando.
Cambia tu perspectiva sobre aquello que no puedes controlar.
Es común anhelar cosas que deseamos tener pero que simplemente están fuera de nuestro alcance, como una familia perfecta o un gran avance en nuestra carrera. Sin embargo, estas aspiraciones en gran medida escapan a nuestro control. El problema surge cuando permitimos que nos afecten negativamente debido a nuestra incapacidad para influir en ellas.
Entonces, ¿cómo actuaría un estoico? Distinguirían entre aquello que pueden controlar y lo que está más allá de su influencia. Dejarían de lado la búsqueda de lo incontrolable y se enfocarían en encontrar la felicidad a través de lo que sí pueden manejar.
Por ejemplo, el clima, como una jornada lluviosa, está fuera de nuestro control. Por lo tanto, no deberíamos permitir que los cambios climáticos nos afecten; deberíamos aceptarlos. Dejar que nos perturben solo empeora las cosas.
Además, podemos ejercer control sobre nosotros mismos, nuestras metas y nuestros valores. Nada ni nadie puede impedirnos convertirnos en personas virtuosas, alegres, dignas de confianza y compasivas.
Pero ¿qué sucede con las cosas sobre las que tenemos cierto control, aunque no total, como el resultado de un partido de tenis? Dado que ganar o perder no está completamente en nuestras manos, no deberíamos fijar nuestra meta en ganar el partido (un objetivo externo más allá de nuestro poder), ya que eso podría conducirnos a una posible decepción. La mejor opción sería internalizar nuestro objetivo.
Esto implica redefinir nuestra meta como algo que sí podemos controlar. En el caso del partido de tenis, nuestro nuevo objetivo sería simplemente jugar lo mejor posible. Por lo tanto, no nos sentiríamos desanimados si perdemos, siempre y cuando hayamos alcanzado nuestro objetivo de jugar al máximo.
Lo asombroso aquí es que al enfocarnos en nosotros mismos y en nuestras habilidades, en lugar de obsesionarnos con ganar el partido de tenis, podríamos tener un mejor desempeño y, al hacerlo, aumentar nuestras posibilidades de éxito, sin concentrarnos exclusivamente en ganar.
Es inútil enojarse con los demás o buscar su aprobación.
Todos hemos experimentado la sensación desagradable que surge cuando un comentario insensible de un compañero de trabajo o amigo arruina nuestro día por completo. Los estoicos observarían esta situación y señalarían que permitimos que otros perturben nuestra tranquilidad. Sin embargo, resulta desafiante mantener la calma frente a personas molestas y maliciosas. Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto?
Encabezando la lista de cosas que no podemos cambiar, se encuentra la categoría de «otras personas», o más específicamente, «los defectos de otras personas». A pesar de que a veces no tenemos más opción que interactuar con los demás, vale la pena incrementar nuestra tolerancia en lugar de dejarnos irritar, lo cual solo empeora la situación.
Para ser más tolerantes con el comportamiento ajeno, es fundamental recordar que todos tenemos defectos. Experimentamos envidia, frustración, ignorancia, etc., y ninguno de nosotros desea tener estas debilidades. Sin embargo, es fácil caer en patrones de comportamiento negativos, incluso debido a predisposiciones naturales. Lo mejor que podemos hacer es aspirar a la comprensión y la tolerancia.
Otro aspecto sobre el cual no tenemos control es la opinión que los demás tienen de nosotros. Por más esfuerzo que dediquemos, algunas personas encontrarán fallas en lo que hacemos y formarán opiniones negativas. Con esta conciencia, lo más prudente es dejar de buscar la aprobación de los demás y practicar la indiferencia hacia sus opiniones.
Esforzarnos por obtener la admiración de los demás implica otorgarles poder sobre nosotros, ya que nos vemos obligados a realizar acciones que los complazcan. Del mismo modo, renunciamos a aspectos de nuestra personalidad que podrían desagradarles, incluso si son importantes para nosotros.
Buscar la admiración de los demás también implica adaptarnos a sus conceptos de éxito. Por ejemplo, en el hemisferio occidental, donde el éxito suele asociarse con la riqueza, podríamos pasar nuestra vida persiguiendo una fortuna para ganarnos el respeto de los demás, independientemente de si el dinero realmente nos hará felices a largo plazo.
No debemos permitir que la búsqueda de riquezas nos corrompa.
La sociedad a menudo considera la búsqueda de riqueza como un objetivo deseable y honorable, con la creencia de que nos traerá felicidad. Pero ¿cuál es la perspectiva de los estoicos sobre esto y cómo ven el dinero?
Según los estoicos, nuestro estado mental contribuye mucho más a nuestra felicidad que la acumulación de riquezas.
Por ejemplo, el filósofo estoico Musonio argumentaba que el dinero no aliviaría nuestras penas. Simplemente señaló que nuestro mundo está lleno de personas ricas pero infelices. Yendo más allá, Musonio afirmó que el dinero puede, de hecho, hacernos miserable.
En una ocasión, Musonio prestó una gran cantidad de dinero a un amigo que resultó ser un estafador. Sorprendentemente, en lugar de exigirle al impostor que le devolviera su dinero, Musonio sonrió y expresó que si la persona era un impostor, merecía conservar el dinero.
Pero ¿cómo puede el dinero o una vida lujosa hacernos infelices? Los estoicos sostienen que vivir en la opulencia es un deseo antinatural que nunca puede satisfacerse.
Esto nos recuerda el fenómeno de la adaptación hedónica, que también se aplica al lujo. Si vivimos rodeados de lujos, no solo anhelaremos más, sino que también perderemos el aprecio por las cosas simples de la vida.
Tomemos la comida como ejemplo. Mientras que en la juventud uno podría disfrutar de un simple plato de macarrones con queso y un vaso de leche, con el tiempo, el apetito podría exigir un risotto elegante y un vino costoso, o una ensalada gourmet. Estos deseos incesantes nos convierten en esclavos del deseo de más y más.
En cambio, un estoico que mantiene una dieta sencilla puede deleitarse con una manzana cuando tiene hambre. Al apreciar las cosas simples, puede encontrar tanto placer en una manzana como una persona adinerada en un costoso chuletón.
Los estoicos nos ofrecen lecciones sobre cómo afrontar el dolor y la vejez.
Es natural sentir una aversión particular hacia ciertos temas, y para la mayoría de nosotros, la muerte está en la cima de esa lista. ¿Cómo abordan este tema los estoicos?
Los estoicos sostienen que ante la pérdida de un ser querido, es natural llorar. Sin embargo, también nos ofrecen formas de evitar que ese dolor nos consuma.
Una manera de reducir nuestro sufrimiento, incluso antes de que ocurra la pérdida, es mediante una estrategia que ya hemos discutido: la visualización negativa. Al contemplar la posibilidad de la muerte de otros, podemos prepararnos emocionalmente para ese momento.
Además, esta práctica nos insta a apreciar más a las personas cercanas y a tratarlas con amabilidad mientras están con nosotros, para no lamentar después cómo las tratamos.
Además de la visualización negativa, podemos recurrir a la razón para mitigar nuestro dolor. Podemos pensar que la persona que hemos perdido preferiría que recordáramos los buenos momentos que compartimos juntos en lugar de sumirnos en la tristeza.
Lidiar con la muerte de un ser querido es una cosa, pero ¿cómo enfrentamos nuestra propia mortalidad? A medida que envejecemos y la muerte se acerca, es fácil caer en pensamientos negativos o en la depresión.
La vejez nos obliga a confrontar más de cerca la realidad de la muerte. En la juventud, la muerte parece distante, y a menudo vivimos con la ilusión de que somos inmortales. Por lo tanto, los jóvenes pueden dar por sentado muchos aspectos de la vida y, a veces, incluso aburrirse. En ese caso, un estoico sugeriría aprender a valorar cada día.
Un octogenario que abraza cada día puede encontrar más alegría en la vida que sus nietos, valorando cada aspecto de su existencia en lugar de darlo por sentado.
El proceso de convertirse en estoico transformará tu vida, pero no debes apresurarte.
Ahora que hemos explorado los consejos de vida que los filósofos estoicos nos ofrecen, surge la pregunta: ¿cómo podemos incorporar un enfoque estoico en nuestras vidas? O, en otras palabras, ¿cuáles son los beneficios y razones para adoptar el estoicismo?
Dado que el estoicismo es una filosofía de vida, puede otorgar dirección y significado a nuestra existencia. Nos enseña qué vale la pena buscar, como la tranquilidad, y qué no, como los placeres externos. Por lo tanto, simplifica enormemente nuestras vidas.
Otro beneficio del estoicismo es que facilita la toma de decisiones. Solo necesitas evaluar si una decisión contribuye o dificulta tu tranquilidad y si te acerca o aleja de tus metas. Este enfoque simplifica las posibilidades de tomar decisiones equivocadas que puedas lamentar más adelante.
Si la idea de adoptar el estoicismo te resulta atractiva, fantástico. Pero recuerda, no te apresures: la transformación no sucede de la noche a la mañana.
Desarrollar una mentalidad estoica lleva tiempo y esfuerzo, por lo que es mejor aplicar gradualmente cada técnica, una a la vez. Comienza practicando la visualización negativa; esto te familiarizará con la idea de enfrentar la pérdida de las cosas y personas que valoras.
Luego, puedes reflexionar sobre las áreas de tu vida que están fuera de tu control y trabajar en aceptarlas. A continuación, considera las áreas donde tienes cierto control pero no absoluto. Cuando identifiques estas áreas, piensa en cómo puedes internalizar tus metas relacionadas con ellas, como el ejemplo del partido de tenis. Recuerda, en lugar de enfocarte en ganar el partido, establece el objetivo de dar lo mejor de ti.
Finalmente, es importante evitar proyectar negativamente en otras personas. ¡Recuerda que todos tenemos nuestros defectos! A medida que practiques estos pasos, te encontrarás en un estado mental mucho más propicio para experimentar la alegría pura de la vida.