En un momento histórico donde la Inteligencia Artificial redefine el poder tecnológico y las Big Tech acumulan más influencia que muchos estados, el libro Digitalización democrática de Simona Levi emerge como una hoja de ruta crucial para reequilibrar las fuerzas entre ciudadanía y corporaciones tecnológicas. La obra llega cuando ChatGPT y otras IAs generativas transforman radicalmente nuestra relación con la tecnología, mientras las grandes corporaciones consolidan su dominio sobre la infraestructura digital global, acumulando datos, poder e influencia sin precedentes.

En este contexto, Levi plantea una tesis fundamental: la digitalización, lejos de ser un proceso técnico neutral, representa una batalla por el poder democrático en el siglo XXI.

Presentamos ‘Digitalización Democrática’

La gran estafa digital: Cómo las corporaciones tecnológicas nos convierten en mercancía

En su análisis sobre la dominación corporativa digital, Simona Levi desentraña un complejo mecanismo de control donde las grandes corporaciones tecnológicas (GAFAM) han construido un ecosistema digital que trasciende la mera prestación de servicios para convertirse en una sofisticada maquinaria de vigilancia y extracción de valor. Estas empresas han implementado estrategias de «dumping» digital que les permiten monopolizar servicios esenciales, ofreciendo aparentemente soluciones gratuitas pero con un precio oculto: la cesión masiva de datos personales. El modelo se sustenta en una paradoja perversa donde los usuarios son simultáneamente consumidores y producto, donde cada interacción digital se transforma en un dato monetizable.

Las GAFAM han desarrollado un sistema donde «los servicios gratuitos» son en realidad un elaborado mecanismo de captura de información personal, utilizando tecnologías como inteligencia artificial, análisis predictivo y machine learning para transformar cada clic, cada like, cada búsqueda en un fragmento de un perfil digital que puede ser comercializado. Esta estrategia no solo implica un control tecnológico, sino que representa una nueva forma de dominación donde las corporaciones deciden «cuándo levantar el volumen de una opinión u otra, si te borran, si te venden o si te hunden», erosionando fundamentalmente los principios de libertad digital y privacidad individual.

La dejación digital: Cómo las instituciones abandonaron la soberanía tecnológica

Simona Levi desentraña una crítica profunda sobre la responsabilidad institucional en el proceso de digitalización, argumentando que las administraciones públicas han sido cómplices pasivas de un proceso de privatización tecnológica que ha entregado los espacios digitales a corporaciones multinacionales sin ningún tipo de resistencia estratégica.

Las instituciones no solo han permitido sistemáticamente la apropiación de espacios digitales por parte de las grandes tecnológicas, sino que además han facilitado activamente este proceso, invitando a representantes corporativos a consejos asesores, diseñando marcos regulatorios permisivos y renunciando deliberadamente a construir infraestructuras digitales públicas. Esta dejación de funciones se materializa en la ausencia de una estrategia soberana que proteja los derechos digitales de los ciudadanos, permitiendo que servicios esenciales como correo electrónico, navegación web, almacenamiento en la nube y comunicaciones sean gestionados por empresas privadas con intereses económicos y ideológicos completamente ajenos al bien común.

La consecuencia directa de esta negligencia institucional es la transformación de espacios digitales que originalmente fueron concebidos como territorios libres, neutrales y colaborativos en latifundios corporativos donde un puñado de empresas decide unilateralmente qué información circula, quién puede expresarse y cómo se utilizan los datos personales.

Levi argumenta que las instituciones no solo han fallado en su obligación de proteger los derechos digitales, sino que han actuado como facilitadoras de un proceso de colonización tecnológica, donde las grandes corporaciones actúan como nuevos «señores feudales digitales» que imponen sus propias reglas, modelos de negocio y visiones ideológicas sin ningún tipo de contrapeso democrático. Esta situación representa una grave erosión de la soberanía digital ciudadana, donde los derechos fundamentales quedan subordinados a los intereses corporativos de unas pocas empresas tecnológicas globales.

latifundios corporativos donde un puñado de empresas decide unilateralmente qué información circula y cómo se utilizan los datos personales.

Infraestructuras digitales públicas: La propuesta transformadora de Simona Levi

Simona Levi propone una revolución radical en la concepción de las infraestructuras digitales, planteando que los servicios digitales fundamentales deben ser considerados bienes públicos estratégicos, similares a carreteras o servicios básicos. Su modelo de infraestructuras digitales públicas se sustenta en tres pilares fundamentales: código abierto, auditabilidad y gestión comunitaria. Para Levi, un correo electrónico, un navegador o una plataforma de comunicación no son simples herramientas, sino infraestructuras esenciales para el ejercicio de derechos fundamentales que deben estar bajo control ciudadano y no corporativo.

En concreto, su propuesta de infraestructuras digitales públicas contempla desarrollar servicios como un correo electrónico europeo completamente soberano, un navegador público gestionado por una fundación independiente y plataformas con transparencia total en su funcionamiento. El modelo se inspira en el concepto de software libre, donde cualquier ciudadano pueda «ver el motor» de la herramienta digital, es decir, acceder y comprender su código, garantizando que no existan mecanismos ocultos de vigilancia o manipulación.

Levi argumenta que estas infraestructuras deben ser financiadas con fondos públicos bajo el principio «Public Money, Public Code», lo que significa que cualquier desarrollo tecnológico financiado con dinero público debe ser necesariamente de código abierto y accesible para toda la ciudadanía, rompiendo así el actual modelo de monopolio tecnológico dominado por las grandes corporaciones.

Soberanía digital: Reconstruyendo el ecosistema tecnológico desde la ciudadanía

Simona Levi concibe la soberanía digital como un ecosistema tecnológico radicalmente democratizado donde los ciudadanos recuperan el control perdido frente a las grandes corporaciones tecnológicas. Sus principios buscan desmantelar el actual modelo de monopolio digital mediante una estrategia de empoderamiento tecnológico. La interoperabilidad se presenta como un concepto revolucionario: los servicios digitales deben poder comunicarse entre sí sin depender de plataformas cerradas, rompiendo las barreras artificiales creadas por las grandes tecnológicas que fragmentan y condicionan la experiencia digital del usuario. Este principio implica desarrollar estándares abiertos que permitan que diferentes herramientas y plataformas dialoguen libremente, generando un ecosistema digital fluido y colaborativo.

El control de datos personales se configura como un derecho fundamental digital, donde los usuarios no son meros objetos de extracción de información, sino sujetos activos con capacidad de decisión. Levi propone un modelo donde cada ciudadano pueda decidir exactamente qué datos comparte, con quién y bajo qué condiciones, utilizando herramientas de software libre (FLOSS) que garanticen transparencia y seguridad.

El software libre se concibe no solo como una alternativa tecnológica, sino como una filosofía de empoderamiento digital que permite a comunidades, desarrolladores independientes y pequeñas empresas crear soluciones tecnológicas sin depender de las grandes corporaciones. Esta estrategia busca facilitar la competencia de pequeñas empresas tecnológicas, generando un ecosistema diverso donde la innovación no esté centralizada en unos pocos gigantes corporativos, sino distribuida y democratizada, permitiendo que nuevos actores emerjan y ofrezcan soluciones más éticas, personalizadas y respetuosas con los derechos digitales.

La teoría del 10%: El poder de las minorías activas en la transformación digital

Basándose en cuatro décadas de experiencia en activismo social y digital, Simona Levi nos presenta una visión sorprendentemente optimista sobre cómo podemos transformar el actual ecosistema digital. Su propuesta más provocadora es la teoría del 10%, que plantea que no necesitamos mayorías absolutas para generar cambios profundos en la sociedad, sino solo un núcleo activo y comprometido que actúe como catalizador de la transformación.

«He aprendido en estos 40 años de activismo que todo depende siempre de un 10%», afirma Levi. «Las cosas avanzan porque hay un 10% de la sociedad civil que hace las cosas bien, y necesitamos el mismo porcentaje en las instituciones«. Esta idea se materializa en lo que ella llama «doísmo», un término que toma prestado del inglés «to do» (hacer) y que representa una filosofía de acción directa heredada de la cultura hacker: menos discusión, más acción concreta. Lo verdaderamente revolucionario de su propuesta es que no busca la confrontación directa con los gigantes tecnológicos, sino la construcción de alternativas viables y democráticas.

Para Levi, estamos ante «la tormenta perfecta»: un momento único donde convergen una sociedad civil organizada y sectores institucionales comprometidos con el cambio. Esta sinergia entre activistas e instituciones es, según ella, la clave para desarrollar herramientas y sistemas que demuestren que otra digitalización es posible, una que ponga la tecnología al servicio de las personas y no al revés.

El mensaje final de Levi es claro: la transformación digital democrática no es una utopía inalcanzable, sino un objetivo práctico que podemos alcanzar con la acción coordinada de una minoría comprometida y activa. No necesitamos convencer a todo el mundo, solo necesitamos ese 10% dispuesto a construir alternativas reales.

Los derechos digitales no son negociables

Cuando Simona Levi habla de derechos digitales, no se limita a la protección de datos o la privacidad online. Va mucho más allá. Para ella, estamos ante una nueva frontera de derechos fundamentales que determinará cómo viviremos en las próximas décadas. Y no, no es una exageración.

Pensemos en el derecho a emprender. «¿Cómo puede competir una pequeña empresa contra gigantes que ofrecen servicios ‘gratis’?», se pregunta Levi. La respuesta es simple: no puede. Las grandes tecnológicas han creado un campo de juego trucado donde ellas ponen las reglas y cambian el tablero a su antojo. «No son ONG», advierte con ironía, «son empresas que han diseñado una estrategia perfecta para eliminar cualquier competencia real».

Pero quizás lo más preocupante es la falta total de transparencia en el uso de nuestros datos. Levi lo explica con un ejemplo demoledor: «Tu informe médico, tus fotos íntimas, tus conversaciones privadas… todo está en la nube, viajando de servidor en servidor, y tú no tienes ni idea de qué está pasando con esa información». Es como si hubiéramos entregado las llaves de nuestra casa a un desconocido y confiaramos en que «no mirará en los cajones».

La solución que propone es radical pero necesaria: necesitamos un control ciudadano real sobre las herramientas digitales que usamos. «El software libre no es una opción técnica, es una necesidad democrática», insiste. «Es como el motor de un coche: deberías poder abrirlo y ver qué hay dentro». Sin esta transparencia, sin este control efectivo, la digitalización se convertirá en la mayor herramienta de vigilancia y control social que hayamos conocido.

Y no, no es una batalla perdida. «Cada vez más gente entiende que sus derechos digitales son tan importantes como cualquier otro derecho fundamental», concluye Levi. «La pregunta es: ¿queremos ser ciudadanos digitales o súbditos digitales?».

La economía digital que necesitamos: Más allá del monopolio

Simona Levi plantea una crítica demoledora al actual modelo económico digital, donde las grandes tecnológicas han creado un ecosistema que elimina cualquier posibilidad de competencia real. «Se ha permitido a las grandes empresas el ‘dumping’, ofreciendo servicios aparentemente gratuitos que han acabado con cualquier alternativa local o regional». Esta práctica, según Levi, no solo afecta a la competencia empresarial, sino que ha destruido la posibilidad de desarrollar un ecosistema tecnológico diverso y soberano.

La activista propone un modelo económico alternativo basado en tres pilares fundamentales. Primero, fomentar activamente la diversidad tecnológica mediante políticas públicas que protejan y estimulen la innovación local. Segundo, invertir específicamente en pequeñas y medianas empresas tecnológicas que desarrollen soluciones basadas en software libre y código abierto. «Debemos exigir a nuestras instituciones que dejen de utilizar software que viola derechos y que empiecen a invertir en un código público – más barato -, ágil y de calidad«.

El tercer pilar, quizás el más revolucionario, es la creación de modelos de negocio basados en servicios reales, no en la extracción y comercialización de datos personales. «Ya sabemos que cuando algo es gratis, el producto somos nosotros mismos», advierte Levi. Su propuesta implica un cambio radical en la forma en que entendemos el valor en la economía digital: pasar de un modelo extractivo basado en la vigilancia a uno basado en la prestación transparente de servicios útiles para la ciudadanía. «Lo que proponemos es mucho más ventajoso para una sociedad de calidad».

Europa: Entre el liderazgo y la contradicción digital

Cuando hablamos de regulación digital, Europa está marcando el paso a nivel mundial. Simona Levi lo tiene claro: «Europa es lo más avanzado que tenemos en legislaciones justas para el mundo digital». Y no es para menos. Con la Ley de Servicios Digitales y el nuevo Reglamento de Identidad Digital Europea, la UE está sentando las bases de cómo debería ser una internet más democrática y respetuosa con los derechos ciudadanos.

Pero aquí viene la parte irónica, y Levi no se corta al señalarla: las propias instituciones europeas son las primeras en saltarse sus propias normas. «Es como si el que hace las normas de tráfico fuera el primero en saltarse los semáforos», bromea con cierta amargura. El ejemplo de las ‘cookies’ es especialmente revelador: «Algunas instituciones todavía no han arreglado ni siquiera esto, y mira que es fácil poner un botón para rechazar o aceptar«. Esta brecha entre legislación y práctica es, según Levi, uno de los mayores obstáculos para una verdadera transformación digital.

Sin embargo, no todo son malas noticias. El potencial de cambio es enorme, especialmente con las nuevas normativas que obligan a las grandes plataformas a rendir cuentas. Iniciativas como el código abierto en servicios públicos y la cartera de identidad digital europea son pasos en la dirección correcta. «Tenemos las herramientas, tenemos el marco legal, solo nos falta la voluntad política de hacer que todo esto funcione de verdad», insiste Levi.

«Lo que proponemos es mucho más ventajoso para una sociedad de calidad», concluye. Y tiene razón. Europa tiene en sus manos la oportunidad de liderar no solo en legislación, sino también en la práctica de una digitalización más democrática. Solo falta dar el paso definitivo: pasar de las palabras a los hechos.