El Motivo: Por qué tantos líderes incumplen su principal responsabilidad de Patrick Lencioni, reconocido autor por sus obras sobre liderazgo y trabajo en equipo. En esta obra, Lencioni explora la razón fundamental que impulsa a las personas a convertirse en líderes empresariales y la importancia de comprender el propósito detrás de liderar una organización.
La idea central de El Motivo es que el principal objetivo de liderar una empresa debe ser el anhelo de servir a los demás y mejorar sus vidas, en lugar de buscar únicamente el éxito personal o la riqueza. Lencioni arguye que los líderes efectivos se encuentran motivados por un sentido de propósito que trasciende el dinero o el prestigio, centrando su enfoque en el bienestar de sus equipos y clientes.
El libro sostiene que aquellos líderes verdaderamente motivados por el deseo de servir y mejorar la vida de otros tienden a construir organizaciones más saludables y exitosas a largo plazo. Lencioni desafía a los líderes a reflexionar sobre sus motivaciones intrínsecas y a reorientar su enfoque hacia un propósito más profundo y significativo en su liderazgo empresarial, trascendiendo las meras metas financieras o de reconocimiento personal.
Principales ideas de El Motivo de Patrick Lencioni
- El motivo equivocado para liderar
- Señales de que tu motivo para liderar es incorrecto.
- El motivo correcto para liderar.
- Aboga por la adopción de un liderazgo impulsado por la responsabilidad.
El motivo equivocado para liderar
Imagina a un joven astro del fútbol que entra en la élite de la National Football League. Deslumbrado por su recién adquirida fama, se encuentra más interesado en el glamour que en el verdadero esfuerzo. Es el atleta que se relaja durante los entrenamientos fuera de temporada y no entrega todo en el juego. Al estar en ello por las recompensas, demuestra menos compromiso, menor diligencia y, eventualmente, menos éxito.
Ahora, cambia de perspectiva e imagina a un padre, emocionado por su nuevo título: Papá. Pero él cree que la paternidad es solo otro trofeo para presumir. Claro, podría jugar un juego de mesa ocasional o asistir a un recital escolar si le conviene. Pero ¿levantarse para alimentar al bebé a medianoche o ayudar con la tarea de álgebra? No es lo suyo.
Este mismo guion es el que se está desarrollando en las salas de juntas de las principales corporaciones en todo el mundo. Podrías pensar que los trajes y corbatas deberían saberlo mejor, pero no es así. El ámbito corporativo está lleno de CEOs impulsados por uno de los dos motivos principales que dictan cómo alguien aborda el liderazgo, y ese motivo es el llamado seductor de las recompensas. Es la emoción del poder, el brillo del dinero, el atractivo embriagador del estatus y el simple placer de divertirse. Esta perspectiva centrada en las recompensas pinta el liderazgo como un lujoso premio, algo en lo que indulgirse, en lugar de un deber honorable para elevar y servir a quienes les rodean.
Cuando los líderes están cegados por sus propias ganancias, descuidan involuntariamente las tareas ásperas y menos glamorosas que son la columna vertebral de una organización próspera. En su lugar, tratan sus roles como un viaje a un parque de diversiones, siempre persiguiendo las emociones fuertes mientras evitan las tareas de mantenimiento necesarias. Parecen olvidar que con un gran poder – y una oficina elegante – viene una gran responsabilidad.
Lo peor es que estos líderes ávidos de recompensas a menudo ni siquiera se dan cuenta de que están fallando. Están demasiado ocupados delegando sus deberes a otros, o peor aún, ignorando problemas que solo ellos tienen la experiencia para abordar. Algunos incluso se pasean, exhibiendo sus prioridades equivocadas como si fuera la última tendencia de moda. «¡Mírenme, soy un CEO y solo quiero las partes divertidas!»
¿Y el resultado? Sus equipos quedan en el limbo, luchando sin dirección. Imagina trabajar duro, buscando orientación y encontrando… bueno, nada. Es como tener un capitán de barco demasiado ocupado tomando el sol como para guiar. Los empleados se rascan la cabeza, preguntándose si su situación es real, y lamentablemente, para muchos, lo es.
Aquí está la parte desconcertante: esto no se aplica solo a un puñado de personas desorientadas. Un número impactante de CEOs, por lo demás brillantes, juegan este arriesgado juego. Ven su posición como un boleto dorado para placeres personales: riqueza, prestigio, emoción, lo que sea. Al perseguir solo las recompensas y evadir lo áspero, debilitan su agarre en el verdadero liderazgo.
¿Te preguntas si tienes el motivo equivocado para liderar? Echemos un vistazo a las señales reveladoras.
Señales de que tu motivo para liderar es incorrecto.
Es fácil identificar a los líderes centrados en recompensas desde lejos. Son aquellos que a menudo pasan por alto una o todas estas cinco responsabilidades vitales.
Primero, está construir su propio equipo de líderes. Es intrigante que mientras la mayoría de los CEOs hablan apasionadamente sobre el valor de sus equipos ejecutivos, una parte considerable, de manera misteriosa, opta por externalizar la crucial tarea de construir ese mismo equipo. Delegan esta labor a Recursos Humanos, simplemente porque ven la formación de equipos como demasiado emocionalmente complicada o menos urgente que, por ejemplo, las finanzas o la estrategia. Pero la verdad es que descuidar la verdadera esencia del trabajo en equipo podría afectar donde más duele: tus resultados financieros. Pregúntate a ti mismo, ¿crees que es inútil invertir en mejorar la dinámica interpersonal del equipo? ¿O planeas ejercicios de «construcción de equipo» que evitan las discusiones serias sobre cómo podrían mejorar como unidad? Si es así, entonces tal vez es hora de recalibrar tu brújula de liderazgo.
La segunda responsabilidad vital que los líderes centrados en recompensas evitan es gestionar a sus colaboradores directos y asegurarse de que esos colaboradores directos hagan lo mismo. Muchos altos mandos en las organizaciones a menudo confunden la gestión con tareas rígidas como iniciar revisiones de desempeño o determinar compensaciones. Pero la verdadera gestión se trata de guiar a las personas, comprender la dirección de su trabajo y prever posibles obstáculos. También se trata de ayudarles a refinar su comportamiento para obtener mejores resultados. Un pensamiento comúnmente equivocado entre los CEOs es que confían en sus equipos, por lo que no necesitan gestionarlos. Desafortunadamente, la confianza no es una excusa para desentenderse. Mantenerse al tanto de cómo están desempeñándose tus colaboradores directos no es microgestión, es liderazgo responsable. Además, los líderes senior también deben asegurarse de que sus colaboradores directos estén gestionando efectivamente sus propios equipos.
La tercera responsabilidad crítica es participar en diálogos desafiantes sobre temas sensibles. Liderar un equipo no se trata solo de movimientos estratégicos o gráficos de productividad; se trata de abordar los aspectos incómodos, como enfrentar esos comportamientos peculiares o la política tóxica que perturba la armonía. Todo, desde el aclarar frecuente de la garganta de alguien hasta problemas más significativos como el drama de la oficina, debe ser manejado con claridad, empatía y resolución. Muchos líderes, desafortunadamente, evitan estas conversaciones no para proteger los sentimientos de la otra persona, sino para proteger los suyos. Al hacerlo, preparan a los empleados y a toda la organización para problemas más grandes en el futuro.
El cuarto trabajo importante es facilitar reuniones de equipo excepcionales. Las reuniones a menudo son subestimadas e impopulares en los negocios, pero es donde ocurre la magia. Ya sea decidiendo sobre adquisiciones, contrataciones o estrategias, las reuniones son el corazón de las decisiones organizacionales. Curiosamente, muchos de los responsables de estas reuniones, como los CEOs, a menudo las desagradan. Ven las reuniones como una tarea tediosa. Ahora, aquí está lo importante: si los líderes tratan las reuniones como tareas aburridas, surgen dos grandes problemas. Primero, las malas reuniones significan malas decisiones. Si una discusión no es animada, ¿qué tan buena puede ser la conclusión? Segundo, si los jefes aceptan reuniones aburridas, eso se contagia. Establece un estándar; si las reuniones del CEO son mediocres, ¿por qué deberían ser diferentes las demás?
La quinta y última función es comunicarse constante y repetidamente con los empleados. Los estudios sugieren que los empleados necesitan escuchar mensajes importantes al menos siete veces antes de tomarlos en serio. De lo contrario, lo considerarán simplemente como otro discurso corporativo. Piénsalo: ¿cuándo fue la última vez que tomaste en serio un anuncio único? Pero algunos CEOs dudan en repetirse. O temen que pueda insultar a su audiencia o simplemente se han cansado de repetir los mismos mensajes. Sin embargo, recuerda que la comunicación se trata de alinear los objetivos y la visión de todos. Se trata más de fomentar vínculos emocionales y de comportamiento que simplemente compartir información. Sin dedicación a una comunicación constante e incansable, las estrategias fallarán por falta de alineación.
En última instancia, eludir estas cinco responsabilidades esenciales daña el rendimiento y la cultura de una organización. Los líderes verdaderamente comprometidos con el éxito deben enfocarse en servir a sus equipos y no solo en las recompensas personales.
El motivo correcto para liderar.
Retrocedamos por un momento al astro de la NFL. Mientras muchos ostentan una actitud centrada en recompensas y se deleitan en el resplandor de su selección, unos pocos siguen un camino diferente. No se recuestan en su nuevo estatus, sino que están cautivados por un único pensamiento: «Lo logré. Ahora, ¿qué voy a hacer con esta oportunidad?» ¿Te identificas con esta mentalidad?
Esto no se trata solo de fútbol americano. Se trata del espíritu del verdadero liderazgo, un espíritu que no se conforma con el foco de atención, sino que prospera en las sombras del trabajo duro, el servicio y la dedicación.
Observa tu entorno laboral. Claro, hay líderes que ansían los aplausos y la adulación. Pero hay unos pocos, como este novato de la NFL, que elevan silenciosa y firmemente a toda su organización. Reconocen que el auténtico liderazgo no se define por un discurso emocionante o una ovación de pie. En cambio, se forja en la rutina diaria, guiando equipos y nutriendo talentos.
Tal vez te preguntes cómo puedes adoptar un estilo de liderazgo así. Es sencillo, cambia tu perspectiva sobre las cinco responsabilidades esenciales que probablemente has estado evitando. Aquí tienes tu plan de acción:
Primero, abraza la construcción de equipos no como una palabra de moda, sino como un mantra diario. Vívelo. Respíralo.
Después, sumérgete en la mentoría. Comprende los objetivos, temores y ambiciones de cada uno de tus miembros del equipo. Sé la mano guía que moldea su trayectoria profesional.
Tercero, enfrenta las conversaciones difíciles con valentía. ¿Has oído hablar de Alan Mulally y su «responsabilidad alegre» en Ford? Señalaba con gentileza pero firmeza cuando los miembros del equipo no alcanzaban el objetivo. ¿El resultado? Un cambio real y un respeto genuino.
Cuarto, reinventa las reuniones. Hazlas significativas, atractivas y orientadas a soluciones prácticas.
Y finalmente, sé un maestro de la comunicación. Los líderes más efectivos no temen reiterar sus puntos repetidamente. Gary Kelly, CEO de Southwest Airlines, mantenía su mensaje fresco y memorable. Lo repetía, lo pintaba con diferentes matices y se aseguraba de que resonara en cada rincón de la empresa.
Pero seamos realistas: ningún líder es un paradigma de perfección. Todos tenemos nuestros momentos en los que buscamos validación o evitamos desafíos. Pero la esencia del verdadero liderazgo se trata de encontrar alegría en la responsabilidad, de saborear el viaje más que el destino. Cuanto antes puedas enmarcarlo así, antes podrás asumir el manto del auténtico liderazgo que trasciende las recompensas superficiales.
Aboga por la adopción de un liderazgo impulsado por la responsabilidad.
¿Alguna vez has sentido que los líderes del mundo han perdido el rumbo? ¿Como si estuvieran todos a bordo de un tren cuyo destino es su propio beneficio, dejando a los demás varados en la estación? No estás solo en esta percepción.
Imagina que eres parte de un equipo, mirando con ansias a tu líder, solo para descubrir que no moverán un dedo a menos que los beneficie primero a ellos. Perturbadoramente, parece que muchas personas han aceptado esta realidad en silencio. Es como presenciar una película donde los motivos del villano son predecibles, solo que ahora, lo estás viviendo en carne propia. Desde las salas de juntas corporativas hasta los ayuntamientos, un mantra de «¿Qué puedo ganar?» resuena más fuerte que «¿Cómo puedo servir mejor?»
Ahora, imagina un futuro donde cada estrella en ascenso, cada futuro líder, se modele a sí mismo después de estos gigantes egoístas. Da escalofríos, ¿verdad? Un mundo donde las ambiciones personales eclipsan el bienestar colectivo, donde la esencia del liderazgo se ahoga en un mar de egoísmo. Necesitamos detener este tren en seco, y tú desempeñas un papel vital en ello.
El verdadero liderazgo, en su forma más pura, es el epítome del desinterés. Se trata de priorizar los sueños y necesidades de los demás, incluso cuando el foco se aparta de ti. ¿Y sabes qué? Ahí es donde ocurre la verdadera magia. Cuando los líderes realmente sirven, las empresas florecen, las comunidades se unen y la esperanza prospera.
Entonces, ¿qué puedes hacer? Si eres un empleado, desafía el statu quo. Señala audazmente cuando las acciones de un líder parezcan más enfocadas en su beneficio personal que en el del equipo. Si eres un ejecutivo, reflexiona profundamente. ¿Están tus motivos realmente alineados con el bien común? Y como ciudadano, alza tu voz. Exige más de quienes están en el poder, insistiendo en que trabajen para servir a la comunidad, no solo para servirse a sí mismos.
Imagina un mundo donde el liderazgo no se trata solo de autoridad, sino de altruismo. Un mundo donde los líderes son impulsados por una genuina pasión por el bienestar de los demás. Las empresas no solo sobrevivirían, sino que prosperarían. Los empleados saltarían de la cama cada mañana, impulsados por un propósito trascendente. Las sociedades palpitarían con positividad, esperanza y unidad.
Quizás, en este mundo, ni siquiera usaríamos el término «liderazgo de servicio». ¿Por qué? No porque esté pasado de moda, sino porque sería el estándar de oro, la esencia misma de lo que encarna el verdadero liderazgo.
¿No quieres vivir en ese mundo? Después de todo, ¿no es un mundo que defiende el éxito colectivo sobre las ganancias individuales el que todos merecemos? Arremanguémonos y hagámoslo realidad mediante la adopción de un liderazgo impulsado por el servicio a los demás.