Mientras todo el mundo intenta virar hacia un modelo energético más sostenible, el sector eléctrico español es un caso de estudio… de justo lo contrario. Todavía más sangrante que los carísimos aeropuertos sin aviones o las líneas del AVE a ninguna parte. ¿La causa? Tenemos probablemente el peor marco regulatorio eléctrico para el ciudadano, de toda Europa.
Durante los años vacas gordas, igual que sucedió en tantos otros sectores, las grandes empresas eléctricas realizaron inversiones claramente sobredimensionadas. El sistema eléctrico construyó flamantes centrales eléctricas de ciclo combinado y nuevas subestaciones o redes de distribución que están absolutamente infrautilizadas por un consumo que está muy por debajo de lo previsto.
Lo lógico sería que estos oligopolios eléctricos, hubiesen sufrido graves dificultades económicas al no poder rentabilizar esas millonarias inversiones. Pero no. De hecho, la paradoja es que las eléctricas españolas, que se embarcaron en inversiones ruinosas, son de las más rentables de Europa. Y no sólo porque nos han incrementado indiscriminadamente el recibo de la luz, hay más.
El Gobierno ha ido complementando los ingresos de las compañías eléctricas por otras vías. 1.500 millones de € en concepto de distribución por aquí, retribución extra para las centrales de ciclo combinado que aunque están paradas están ahí como garantía en caso de pico de demanda por allá, etc.. Además, son las cinco grandes compañías las que deciden el precio mayorista de la electricidad. O sea, la zorra guardando el gallinero.
La excusa de los altavoces oficiales, apunta que el famoso “Déficit de tarifa” es culpa de las centrales de energía limpia (aerogeneradores eólicos y plantas fotovoltaicas) que han entrado en funcionamiento en los últimos años.
- Recordar que el Déficit de Tarifa es la diferencia entre los ingresos de las empresas eléctricas reciben por el pago de los consumidores y los costes que la normativa reconoce por suministrar electricidad.
El lobby eléctrico es eficaz. ¿La puntilla? reducir las expectativas de rentabilidad de las renovables con recortes retroactivos de las primas. Algo infalible para expulsar del mercado a los pequeños y medianos inversores que osaron meterse en el negocio del oligopolio. Y bloqueando el autoconsumo fotovoltaico a través de amenazas de peajes de respaldo, multas millonarias y otros males, todo en forma de obscenos borradores de Reales Decretos. Al enemigo ni agua.
Así, unas tecnologías renovables supuestamente de interés general (no para el Gobierno ni para el lobby eléctrico) ven como les quitan lo que se les había prometido por ley. Y mientras, las grandes eléctricas de este país, produciendo con tecnologías contaminantes y con unas inversiones desmesuradas, llevados por su propia ambición en el mercado, siguen protegidos por el Estado.
La historia del Déficit de Tarifa tuvo su penúltimo acto ignominioso el 4 de diciembre del 2014, día en que se titularizó el Déficit de Tarifa con cargo a la factura de la luz. Lo que trasciende de este episodio, silenciado por los grandes medios de comunicación, es que “el importe que pagarán los consumidores en los próximos 15 años es escandaloso; asciende a 27.075 millones de euros, que con unos generosos intereses, se acerca a los 42.000 millones de €. Una cifra todavía mayor que la cifra oficial destinada al rescate bancario”. Solo en 2015 cada familia pagará 423€
Como bien resume Ecooo “Nos suben la luz para que las grandes eléctricas no vean reducidos sus beneficios y, con la excusa del déficit, se elimina la competencia de las renovables que podría poner en riesgo sus beneficios futuros”.
Quizás por esta razón, cuando se promete mejor gestión (¡y ahorro!) del consumo eléctrico gracias a la implantación de los contadores digitales, suena a sarcasmo. Y si no que se lo pregunten a Antonio Moreno, un jubilado que ha puesto en jaque a las eléctricas. La conclusión es que todo lo que nos conecta (más) a las eléctricas, está bajo sospecha.
La paradoja es que –como cuenta Abel Cedrés– “Hace dos generaciones la electricidad era recibida como un hecho festivo en cualquier barrio o población. Llegaba primero en forma de alumbrado público, luego entraba en los hogares. Más tarde llegaría el frigorífico y el televisor. A partir de los 50’s con la electrificación, la electricidad se iba generalizando en todos los hogares y con ello comenzamos a normalizarla.
Desde los pasados 90, la llegada de internet comenzó a forjar un cambio en la actividad económica, educativa y cultural. Hoy seguimos avanzando en la sociedad del conocimiento. Todo soportado bajo el funcionamiento del sistema eléctrico.” El hecho es que ahora estar conectado a la red eléctrica, puede empezar a parecer una condena. Con independencia de tu consumo, pagas lo mismo. Y cada vez más.
El lobby eléctrico ha hecho bien sus deberes. Han conseguido que se legisle claramente a favor de sus intereses. La transición del sector eléctrico, iniciada hace 18 años, se ha realizado dando totalmente la espalda a las necesidades de la ciudadanía, sirviendo en exclusiva los intereses del lobby. La liberalización solo ha conseguido consolidar el oligopolio más rentable de Europa. Con la descarada complicidad de un estado, que en su delirio recaudatorio anti-energías renovables, llegó a proponer un impuesto al sol (en el primer borrador del Real Decreto) para torpedear el autoconsumo fotovoltaico.
La visión de Rifkin, de la tercera revolución industrial gracias al uso intensivo de energías renovables y autoconsumo, suena a utopía. A corto plazo, la única vía plausible para transformar el sistema energético es recuperando tratando de recuperar la soberanía energética.
- “La soberanía energética reside en la capacidad de una comunidad de gestionar la producción de la energía que consume. En este sentido, la soberanía energética se contrapone de manera inevitable a cualquier modelo de producción centralizado y en manos de pocas personas o empresas y que, en su mayoría, utilizan combustibles fósiles, caros y poco accesibles para la ciudadanía”.
La clave de la soberanía eléctrica es el autoconsumo y desconexión de la red, algo prácticamente imposible para la mayoría. Las alternativas para evitar seguir engordando al insaciable oligopolio energético, no se acaban ahí. Hay opciones más viables para ejercer un activismo energético. Por un lado, el lento -pero seguro- movimiento de las cooperativas energéticas (Som Energia). Por otro, las comercializadoras de nuevo cuño. Empresas como HolaLuz que distribuyen energía exclusivamente de origen renovable, sin permanencias, de forma transparente y de forma increíblemente fácil.
A pesar de todo, el sector el sector eléctrico español se mueve. Empieza la era de la fotovoltaica y el autoconsumo. No es casual el inicio de la ofensiva de Iberdrola con su solución de autoconsumo energético fotovoltaico Smart Solar. Un intento por mantener el monopolio pese al cambio tecnológico, que amenaza con dejar obsoleto su modelo de negocio. Lo hacen aprovechando su capacidad financiera, sus canales de comercialización, la imposición legal del autoproductor de firmar un contrato técnico de acceso a las redes de distribución, etc… todo para mantenerse en esa posición hegemónica. Y lo hacen, sin rubor alguno, pocas semanas para que el Gobierno apruebe el Real Decreto sobre autoconsumo.
Los oligopolios protegidos por la ley que maltratan al ciudadano están condenados. Como ciudadano hay que pasar de la indignación a la acción. Tomar decisiones de compra inteligentes (cooperativas energéticas, nuevas comercializadoras o autoconsumo). Y cuando toque depositar tu voto en una urna, asegurarse de optar por formaciones políticas sin ex políticos en nómina de las grandes compañías eléctricas (ver El top 40 de los políticos enchufados en las eléctricas). Tú eliges.