Una de las consecuencias más evidentes del contexto económico es la destrucción masiva de puestos de trabajo. El efecto inmediato, además de engrosar las listas de desempleados, es la aparición de toda una nación de consultores y/o trabajadores freelance.
Las empresas destruyen puestos de trabajo fijo y cuando los sustituyen, si pueden, los sustituyen por profesionales autónomos a tiempo parcial. Incluso por horas. Un perfil de profesional del conocimiento (no siempre) que con una conexión y un ordenador, puede trabajar desde cualquier sitio.
La nueva realidad económica ha sacudido intensamente muchos sectores, especialmente los que andaban más pegados a las AAPP. A parte de la salud, construcción, hay uno realmente afectado que es la formación (subvencionada). Los recortes han convertido la formación empresarial en un océano rojo. Esto ha sido un doloroso torpedo para aquellas empresas o asociaciones que habían convertido ésta, en una de sus principales fuentes de ingresos. De rebote, toda una legión de profesionales dedicados total o parcialmente a la formación empresarial, han visto como se quedaban sin una de las principales fuentes de ingresos. Unido todo esto, a que el mercado de servicios profesionales lleva tiempo con el freno de mano puesto, nos arroja un panorama sombrío.
Con notable ironía me comentaban días atrás que “Pronto habrá más consultores que empleados”. Es exagerado pero no deja de evidenciar el fenómeno y la peligrosa tendencia. Los servicios profesionales son una de las vías para aquel profesional de empresa que pierde el empleo. Muy pocos son los que deciden emprender y además ‘en producto’, no en servicios profesionales.
Con reseteo del consumo, estancado o a la baja, no es sencillo dejar los hábitos de los servicios profesionales y ponerse a construir un producto.
La paradoja es clara: asesorar a empresas cómo hacerlo es una cosa, hacerlo tú directamente es otra historia. La excusa siempre suele ser la misma: el dinero necesario para arrancar. Totalmente cierto. Las personas no vivimos del aire y sin una fuente de ingresos recurrente, el pulmón económico de las familias es el que es.
Aún a pesar de esta consideración doméstica, la realidad se obstina en demostrar algo diferente: falta de ideas rompedoras. Sinceramente no he recuerdo haber encontrado una idea potente, con un equipo capaz y comprometido, que no haya conseguido el dinero. Lo que sí veo es una aversión total al riesgo, un miedo atroz al fracaso… habitualmente de los que más tienen.