Me disculparás pero estos días me estoy poniendo un poco trascendental. Nada grave espero. Ahí va otra reflexión en voz alta. La cuestión es que en los últimos tiempos, he comprobado reiteradamente que coincido profesionalmente, una y otra vez, con ex compañeros y especialmente con antiguos discípulos.
Desconozco la razón, pero supone un flashback personal muy especial. Como no busco explicación en las casualidades, ando un poco desconcertado intentando dar con alguna explicación que no sea pseudo determinista…
Más detalles. Que los discípulos puedan superar al maestro (aunque sólo sea en algunos aspectos) no sólo me parece bien, y no afecta mi autoestima, sino que me parece extraordinariamente reconfortante. Confirma que siempre he sabido rodearme de gente competente.
No me referiré ni a Raúl (Nikodemo) ni a David (Multiplica) porque es evidente la sintonía. Pero la verdad es que han sido numerosos los casos y ejemplos.
Los últimos en volver a cruzarse han sido Siscu Sánchez y Mariano Peres a quienes había perdido la pista después de la época ogilvyana. Facebook y este blog tiene gran parte de la culpa.
A todo esto no hay descanso posible. Toca seguir en la trinchera. Ya tengo a mi grupo de tesina del posgrado persiguiéndome para contrastar su nivel de avance de proyecto. Buena gente, están hambrientos y trabajan duro. Para mí es un esfuerzo que merece la pena. Docendo discimus (aprendemos mientras enseñamos), esa es mi reconfortante recompensa.
Pobre alumno es aquel que no es capaz de superar a su maestro (Leonardo da Vinci dixit). Lo que sucede es que cuando aprietas a tus alumnos, si éstos tienen la actitud y la aptitud necesarias, luego te dan caña.
Pero eso ya no es una recompensa, eso es un estímulo.