En un mundo donde los titulares apocalípticos y la ansiedad climática a menudo dominan el discurso público, el libro Not the End of the World: How We Can Be the First Generation to Build a Sustainable Planet de Hannah Ritchie emerge como un faro de esperanza. A través de una exploración detallada y basada en datos, Ritchie desafía la narrativa predominante de desesperanza, argumentando que no solo es posible, sino que estamos en camino de alcanzar la sostenibilidad planetaria. Este libro no solo busca transformar nuestra percepción de los desafíos ambientales más apremiantes, sino que también nos equipa con el conocimiento y las herramientas necesarias para actuar.

El texto se sumerge en temas críticos como el optimismo urgente, la transformación de los sistemas de energía y transporte hacia un futuro sostenible, la reducción de la huella de carbono en la producción de materiales de construcción, y la necesidad de una reforma profunda en nuestros sistemas alimentarios. Cada sección del libro no solo destaca los problemas actuales, sino que también presenta soluciones innovadoras y casos de éxito que demuestran que el cambio positivo es alcanzable.

Desde la perspectiva de Ritchie, el optimismo no es solo una elección, sino una necesidad urgente. A través de ejemplos concretos y análisis detallados, el libro nos invita a adoptar una mentalidad de «optimismo urgente», enfocándonos en lo que funciona, lo que podemos mejorar y cómo podemos ser parte de la solución. Al abordar desde la energía renovable y el transporte sostenible hasta las prácticas agrícolas innovadoras y los sustitutos de la carne, Not the End of the World nos muestra que el futuro sostenible que anhelamos no solo es posible, sino que ya está siendo construido.

Este post busca explorar las ideas principales presentadas por Hannah Ritchie, sumergiéndonos en la evidencia que respalda un futuro más esperanzador y sostenible. A través de este viaje, nos inspiraremos en las soluciones existentes y en las posibilidades que se abren para nosotros como individuos y como sociedad para contribuir a un planeta más verde y habitable para las generaciones futuras.

Principales ideas de Not the End of the World

  • Optimismo urgente: Redefiniendo el futuro con esperanza
  • Energía y transporte: Vislumbrando un 2050 sostenible
  • Desafíos y soluciones en la huella de carbono de los materiales de construcción
  • Alimentando el futuro: Reforma necesaria en nuestros sistemas alimentarios
Are We the Last Generation — or the First Sustainable One? | Hannah Ritchie | TED

Optimismo urgente: Redefiniendo el futuro con esperanza

¿Qué implica realmente temer al futuro? La autora de este relato ha vivido en carne propia los efectos paralizantes de la ansiedad climática. Durante su formación como estudiante de ciencias ambientales, absorbió una narrativa sombría sobre un declive planetario inevitable. Cada clase reforzaba la imagen de una inminente catástrofe ecológica, llevándola al borde del desánimo y a considerar abandonar su carrera.

Sin embargo, un giro radical en su perspectiva ocurrió al descubrir el trabajo de Hans Rosling, un estadístico y médico sueco cuyas investigaciones desafiaron muchas de las suposiciones comunes sobre el desarrollo global. Rosling presentó una serie de estadísticas que, desde la reducción de la pobreza hasta el aumento en la educación de las niñas, delineaban una trayectoria global sorprendentemente positiva (ver Factfulness o por qué las cosas están mejor de lo que piensas).

Imagina por un momento un mundo donde el agua limpia es un lujo y donde la expectativa de vida raramente supera los 40 años. Este escenario no es una distopía futurista, sino una descripción de la vida cotidiana para la mayoría de la humanidad a lo largo de su historia. Sin embargo, en un lapso sorprendentemente corto, el panorama global ha experimentado un cambio drástico. En el último siglo, los avances médicos han reducido la mortalidad infantil en un 90%, el acceso a la electricidad se ha vuelto casi universal y la pobreza extrema ha disminuido de más del 75% en 1820 a menos del 10% en la actualidad. Además, por primera vez en la historia, producimos suficiente alimento para nutrir a cada habitante del planeta.

Este cambio transformador no es solo una posibilidad teórica; es una realidad palpable y verificable. Los titulares diarios, a menudo alarmistas, distorsionan esta imagen. Para apreciar las tendencias a largo plazo, es crucial adoptar una perspectiva más amplia, basada en datos concretos.

Desde esta nueva óptica, la autora ha logrado visualizar un progreso significativo en la gestión ambiental. Consideremos el caso de la energía renovable: hace dos décadas, la idea de que el viento o el sol pudieran competir con los combustibles fósiles parecía una fantasía. Eran opciones demasiado costosas. Hoy, sin embargo, las energías renovables representan la forma más económica de generar electricidad nueva en muchos de los principales mercados mundiales.

Para mantener y acelerar este impulso positivo, es crucial cultivar un nuevo enfoque mental: el optimismo urgente. Las narrativas catastrofistas suelen ser contraproducentes. Aunque nacen de buenas intenciones, el miedo suele paralizar más que movilizar. En lugar de incitar al temor, deberíamos fomentar una esperanza pragmática y realista, fundamentada en un conocimiento claro de nuestros logros y de los desafíos pendientes.

Este optimismo no solo es necesario, sino urgente. Nos invita a actuar, a innovar y a perseverar en la búsqueda de soluciones sostenibles. Con esta mentalidad, podemos continuar transformando positivamente nuestro entorno y asegurar un futuro donde el progreso y la sostenibilidad vayan de la mano.

Energía y transporte: Vislumbrando un 2050 sostenible

Imagina que te subes a una máquina del tiempo y ajustas el dial hacia el año 2050. Al despertar en el futuro, te encuentras en un mundo radicalmente transformado. Desde tu ventana, observas filas de elegantes coches eléctricos deslizándose silenciosamente por calles adornadas con paneles solares. El smog que una vez enturbiaba el aire matutino ha desaparecido. Montas en tu bicicleta y te mueves ágilmente por calles vibrantes llenas de ciclistas y tranvías.

Al entrar en un edificio de oficinas, descubres que las paredes de cemento que te rodean fueron construidas con innovaciones de cero carbono, y los ordenadores funcionan gracias a la electricidad generada por parques eólicos marinos. Para almorzar, disfrutas de una deliciosa hamburguesa a base de plantas, elaborada con alternativas proteicas a la carne. Luego, realizas una videollamada con un amigo que viaja en un tren de alta velocidad propulsado por hidrógeno, cruzando el país para visitar a su familia.

¿Parece un sueño utópico? No necesariamente. Este es un futuro que podemos construir si comenzamos a abordar el cambio climático de manera decisiva hoy. El principal motor de cambio climático son las emisiones de gases de efecto invernadero. Para mantener el calentamiento global por debajo de niveles peligrosos, es crucial transformar radicalmente nuestros sistemas de energía, transporte, materiales y alimentación.

La transición hacia la energía renovable es fundamental en este cambio. Debemos pasar rápidamente del carbón, el petróleo y el gas a fuentes de energía renovables como la solar, eólica y nuclear en todos los sectores. Electrificar todo lo posible, desde vehículos hasta sistemas de calefacción e industrias, alimentándolos con estas fuentes limpias, es esencial.

Esta transición ya está en marcha. Por ejemplo, el Reino Unido, cuna de la revolución de los combustibles fósiles, ha reducido su dependencia del carbón del 66% de su electricidad hace 30 años a menos del 2% hoy, con planes de eliminarlo completamente para 2025. Dinamarca y Chile también han hecho avances significativos, con este último aumentando su capacidad solar del 0% en 2014 al 13% de sus necesidades eléctricas hoy.

La caída dramática en los precios de las energías renovables ha facilitado esta transformación. Desde 2009, el costo de la energía solar ha disminuido un 89%, y la eólica terrestre un 70%. Además, las baterías para almacenar esta energía son un 98% más baratas que hace 30 años.

En el sector del transporte, los vehículos eléctricos (EV) están reemplazando a los coches y autobuses impulsados por gasolina. Los precios de las baterías para EV han caído drásticamente, lo que ha disparado las ventas: los EV representaron el 14% de las ventas globales de coches en 2022, un aumento significativo desde el 2% tres años antes. Noruega es un líder en este campo, con casi nueve de cada diez coches nuevos vendidos siendo eléctricos.

Mejorar el transporte público y el diseño urbano también está contribuyendo a ciudades más limpias y habitables. Los urbanistas están priorizando a peatones, ciclistas y el transporte masivo sobre los coches privados, lo que reduce las emisiones de transporte.

Sin embargo, el transporte de mercancías de larga distancia y la aviación presentan desafíos mayores debido al tamaño y peso de los vehículos. Aunque las baterías son efectivas para los coches, no son viables para vehículos más grandes que requieren viajar largas distancias. Las células de combustible de hidrógeno y otras tecnologías emergentes ofrecen esperanza, aunque su desarrollo y adopción tomarán tiempo.

En resumen, mientras que la energía y el transporte son fuentes clave de emisiones de gases de efecto invernadero, los avances tecnológicos y las políticas proactivas están allanando el camino hacia un futuro más sostenible y menos dependiente de los combustibles fósiles. Este 2050 visionario no solo es posible, sino alcanzable con los esfuerzos y compromisos adecuados.

Desafíos y soluciones en la huella de carbono de los materiales de construcción

En la lucha contra el cambio climático, un aspecto crucial pero a menudo ignorado es el impacto ambiental de los materiales de construcción. El concreto, el acero, el aluminio y los plásticos no solo son pilares de la infraestructura moderna, la maquinaria y los productos de consumo, sino que también son responsables de aproximadamente el 15% de las emisiones industriales de CO2 a nivel mundial. De este porcentaje, la producción de concreto por sí sola contribuye con un 5%.

El desafío de encontrar alternativas sostenibles a estos materiales es considerable, especialmente dada la enorme demanda de países en rápido desarrollo. Un ejemplo sorprendente es China, que entre 2011 y 2013 utilizó más cemento que Estados Unidos en todo el siglo XX. Esta demanda masiva complica el reemplazo del concreto y el acero por opciones más verdes y económicamente viables, como la madera o el bambú, a una escala global.

Además, la producción de estos materiales implica procesos químicos que liberan dióxido de carbono. Por ejemplo, la fabricación de cemento calienta piedra caliza para formar óxido de calcio y CO2 como subproductos. Similarmente, la producción de acero libera CO2 al oxidar las impurezas del mineral de hierro.

Aunque es posible mejorar la eficiencia de estos procesos, la descarbonización completa de la producción de materiales probablemente requiera de la captura y almacenamiento de carbono (CAC). Esta técnica consiste en capturar el CO2 emitido durante la fabricación y almacenarlo de manera permanente, por ejemplo, bajo tierra. Otra opción es reincorporar el CO2 en el concreto u otros materiales, integrándolo en la estructura molecular del material para evitar su liberación a la atmósfera.

La captura y almacenamiento de carbono representa una vía prometedora para mitigar el impacto ambiental de los materiales de construcción. Sin embargo, su implementación a gran escala enfrenta desafíos técnicos y económicos. A pesar de estos obstáculos, la innovación en la producción de materiales y la adopción de tecnologías de CAC son pasos esenciales hacia la reducción de la huella de carbono de la industria de la construcción.

En resumen, mientras que la producción de materiales de construcción es una fuente significativa de emisiones de CO2, existen estrategias viables para mitigar su impacto ambiental. La adopción de alternativas sostenibles y la implementación de tecnologías de captura y almacenamiento de carbono son fundamentales para avanzar hacia una industria de la construcción más verde y sostenible. Este esfuerzo colectivo no solo es crucial para combatir el cambio climático, sino también para asegurar un futuro más sostenible para nuestro planeta.

Alimentando el futuro: Reforma necesaria en nuestros sistemas alimentarios

Nuestros sistemas alimentarios son responsables de casi un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, con la carne y los productos lácteos aportando entre el 18 y el 20 por ciento. Aunque la transformación de los sistemas energéticos recibe mucha atención, la reforma alimentaria es igualmente crucial y no debe subestimarse.

La producción industrial de carne consume enormes cantidades de recursos como granos y fertilizantes, y es un importante impulsor de la deforestación. Además, genera significativas emisiones de metano y nitrógeno. Por ejemplo, la producción de 100 gramos de proteína de res requiere 50 kg de emisiones de CO2, mientras que los productos lácteos necesitan 25 kg, y los guisantes menos de un kilogramo. El cordero es aún más impactante, necesitando 400 kg de CO2 para la misma cantidad de proteína.

En los países desarrollados, el consumo de proteínas es aproximadamente el doble de lo recomendado por los nutricionistas, con los productos animales dominando esta ingesta. Este exceso, por razones de salud y ambientales, necesita ser controlado. A medida que países como China y varios en África se urbanizan y aumentan sus ingresos, es esencial alejarse del patrón dietético occidental de alto consumo de carne para mantener las emisiones globales de alimentos bajo control.

Innovaciones como la fertilización de precisión, la captura de metano y la mejora en la gestión de pastizales pueden ayudar. Sin embargo, reducir el consumo de carne de res y cordero es la manera más efectiva de disminuir la huella de carbono alimentaria. Afortunadamente, los sustitutos de la carne ricos en vitaminas y proteínas están aumentando para satisfacer esta demanda, desde hamburguesas de proteína de guisante hasta alternativas basadas en micoproteínas.

Empresas como Impossible Foods y Beyond Meat (ver Los pioneros de la carne biotech: NASA, Good Meat, Mosa y Upside Foods) están desarrollando hamburguesas y salchichas a base de plantas que imitan el sabor, la textura e incluso las cualidades «sangrantes» de la carne real. Estos productos son tan similares a la carne que incluso los carnívoros acérrimos encuentran difícil diferenciarlos en pruebas de sabor a ciegas. Además, su huella ambiental es mucho menor, con un 90-96% menos emisiones que la carne de res. La adopción generalizada de estos sustitutos podría transformar nuestro sistema alimentario, permitiendo un consumo más sostenible de productos animales como parte de dietas combinadas y ocasiones especiales, en lugar de ser alimentos básicos diarios (ver Carne biotech: cultivo de carne a partir de células).

A pesar de la urgencia de la reforma alimentaria, algunas advertencias apocalípticas sobre el colapso inminente del sistema alimentario global son exageradas. Investigaciones sobre afirmaciones como que solo quedan «60 cosechas» antes de que los suelos se agoten, no encuentran evidencia científica que las respalde. Los suelos son muy variados globalmente; algunos se degradan, otros mejoran y otros permanecen estables. La idea de un cese total y repentino de toda la agricultura en una fecha futura específica carece de fundamento.

Mirando hacia el futuro, el año 2060 podría ser testigo de cómo alimentamos a 10 mil millones de personas de manera sostenible. Los campos que antes estaban áridos ahora producen cosechas abundantes utilizando supercultivos resistentes al clima. Las dietas son menos centradas en la carne, con vegetales y frutas proporcionando color y nutrición, y los sustitutos de la carne ofreciendo toda la satisfacción sin la huella ambiental. Además, el desperdicio de alimentos se ha reducido a la mitad globalmente.

Este cambio requerirá tiempo y un esfuerzo consciente en varios sectores para remodelar nuestro sistema alimentario y nuestra relación con la tierra que nos sostiene. Sin embargo, hemos demostrado resiliencia e inventiva antes, y podemos hacerlo de nuevo.