Vivimos en tiempos contradictorios. Nunca antes habíamos tenido tanto acceso a la educación, tanta información disponible y tantos avances en bienestar. Sin embargo, cada vez más jóvenes sufren ansiedad, depresión y una sensación de fragilidad ante el mundo.

La generación nacida después de 1995 parece estar menos preparada para enfrentar la vida adulta, menos capaz de gestionar el estrés y el desacuerdo, y más propensa a sentirse abrumada ante cualquier adversidad.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Se trata simplemente de un problema de salud mental o hay algo más profundo en la forma en que estamos criando y educando a las nuevas generaciones?
Estas son las preguntas que Jonathan Haidt y Greg Lukianoff exploran en La transformación de la mente moderna, un libro que analiza los cambios culturales y educativos de las últimas décadas y nos alerta sobre tres errores fundamentales que hemos cometido al criar a los jóvenes.
Si alguna vez te has preguntado por qué las redes sociales se han vuelto un campo de batalla, por qué es cada vez más difícil debatir sin que alguien se ofenda o por qué la ansiedad está aumentando de forma alarmante entre los jóvenes, este libro es una lectura imprescindible.
El origen del problema: la cultura de la fragilidad
En las últimas décadas, ha surgido una mentalidad que, aunque bien intencionada, ha debilitado a las nuevas generaciones en lugar de fortalecerlas. Haidt y Lukianoff identifican tres grandes ideas erróneas que han moldeado la educación y la crianza moderna, creando un entorno donde la resiliencia y el pensamiento crítico han sido reemplazados por la sobreprotección, la validación incondicional de las emociones y una visión simplista del mundo.
1. Sobreprotección: evitar la incomodidad en lugar de aprender de ella
Un error clave en la crianza moderna ha sido la creencia de que debemos proteger a los jóvenes de cualquier adversidad. En un intento de evitarles sufrimiento, hemos eliminado cualquier situación que pudiera resultar incómoda o desafiante.
Se ha instaurado la idea de que la seguridad emocional es más importante que la exposición a experiencias difíciles, cuando en realidad es precisamente el enfrentamiento de dificultades lo que nos hace más fuertes.
Este exceso de protección se ve reflejado en múltiples aspectos de la educación y la crianza moderna. Las universidades han comenzado a implementar «espacios seguros» donde los estudiantes pueden refugiarse de discursos o ideas que los hagan sentir incómodos. En lugar de prepararlos para enfrentar el mundo con una mente abierta, se les está enseñando que cualquier confrontación de ideas es una amenaza, lo que los deja emocionalmente indefensos cuando deben lidiar con el mundo real.
2. «Si lo sientes, debe ser verdad»: la sacralización de las emociones
Hoy en día, se ha popularizado la idea de que las emociones son la mejor guía para interpretar la realidad. Si algo nos hace sentir incómodos, entonces debe ser malo. Si una idea nos molesta, entonces debe ser peligrosa.
El problema es que nuestras emociones no siempre son una brújula confiable. Todos hemos sentido miedo sin razón, hemos interpretado mal las intenciones de los demás o hemos reaccionado impulsivamente ante algo que en retrospectiva no era tan grave.
Si enseñamos a las nuevas generaciones a confiar ciegamente en sus emociones sin ningún filtro racional, estamos criando adultos que no podrán manejar la frustración, el desacuerdo o la incertidumbre de la vida adulta.
3. Visión maniquea del mundo: «estás conmigo o contra mí»
La tercera gran idea equivocada es la tendencia a dividir el mundo en «buenos» y «malos». Este pensamiento simplista ha sido amplificado por las redes sociales y la polarización política, haciendo que muchas personas vean el desacuerdo como una forma de ataque personal.
En lugar de fomentar el debate abierto y el análisis de diferentes perspectivas, se está enseñando a los jóvenes que deben elegir un bando y rechazar cualquier otra visión del mundo.
Las consecuencias de estos errores
El impacto de estas tres creencias erróneas ya es evidente en la sociedad. Los índices de ansiedad y depresión en los jóvenes han alcanzado niveles sin precedentes. Muchos estudiantes universitarios informan sentirse incapaces de manejar el estrés o la crítica, y las tasas de suicidio en adolescentes han aumentado alarmantemente en la última década.
El problema no es solo emocional, sino también social. En un mundo donde cada vez es más difícil sostener conversaciones abiertas sin que alguien se sienta atacado, el diálogo se vuelve imposible.
Además, la falta de exposición a la adversidad desde la infancia está creando adultos que tienen dificultades para manejar los problemas de la vida cotidiana.
Cómo podemos revertir el problema
A pesar del panorama preocupante que describen Haidt y Lukianoff, el libro no se limita a señalar los errores, sino que también ofrece soluciones concretas para corregir el rumbo.
El primer paso es cambiar la manera en que criamos y educamos a los jóvenes. En lugar de protegerlos de todas las dificultades, debemos exponerlos gradualmente a desafíos adecuados para su edad.
También es fundamental enseñar a cuestionar las emociones en lugar de aceptarlas como verdades absolutas. Sentir algo con intensidad no significa que sea correcto.
Finalmente, necesitamos recuperar la capacidad de debatir con respeto y entender la complejidad del mundo.
No se trata de volver al pasado ni de ignorar los avances en bienestar y derechos sociales, sino de encontrar un equilibrio entre protección y autonomía, entre validación emocional y pensamiento crítico, entre la seguridad y la resiliencia.
Por qué este libro es imprescindible
La transformación de la mente moderna no solo nos ayuda a entender cómo hemos llegado a este punto, sino que nos ofrece herramientas para cambiar la forma en que educamos y preparamos a las nuevas generaciones.
Si queremos un futuro donde las personas sean más fuertes, más capaces de pensar por sí mismas y más tolerantes al desacuerdo, es fundamental replantearnos cómo estamos formando a los jóvenes hoy en día.
Este libro es una lectura esencial para padres, educadores y cualquier persona interesada en el impacto que la cultura actual está teniendo en la sociedad.
La clave para una sociedad más sana no está en evitar la incomodidad, sino en aprender a gestionarla.
La resiliencia, el pensamiento crítico y la capacidad de diálogo no solo nos hacen más fuertes como individuos, sino que también construyen sociedades más equilibradas y preparadas para el futuro.