Caos y complejidad para entender el mundo real
Al principio del El caos cotidiano, el divulgador científico Brian Clegg aclara la diferencia entre “caos” y “complejidad”. Palabras que en nuestra vida cotidiana, en ocasiones, se emplean como sinónimos, pero en matemáticas tienen significados que implican características particulares.
El caos en su sentido matemático es típico de un sistema, un conjunto de cosas que interactúan, en el que una pequeña diferencia en el modo en que se originan puede conducir a enormes implicaciones en cómo se desarrolla finalmente.
Como explica Clegg, “si el caos implica impredecibilidad, el desorden que surge de puntos de partida aparentemente ordenados, el concepto matemático de complejidad es una especie de alter ego. En un sistema complejo, la interacción de componentes aparentemente simples lleva a resultados que de otro modo no hubieran sido posibles. La complejidad es llevar al extremo la expresión “el todo es más que la suma de las partes”. Esta característica de “emergencia” de un sistema complejo, sugiere que “emergen” espontáneamente nuevas propiedades sin que haya una fuerza rectora responsable de la conformación de esas nuevas propiedades.
Como dice el Clegg, en la escuela no nos enseñan nada sobre caos y complejidad. Desgraciadamente la ciencia es demasiado reduccionista (descompone algo complicado en componentes para estudiar cómo funciona).
Las dos teorías hermanas del caos y la complejidad nos ayudan a comprender un sistema con múltiples componentes que interactúan (el clima, por ejemplo, el cuerpo humano o el mercado de valores) significa lidiar con dos factores: el caos y la complejidad. Si no entendemos estos dos temas esenciales, no podemos entender el mundo real. Los sistemas caóticos no algo ajeno a nuestras vidas. ¿Algunos ejemplos del autor? el mercado de valores, la política, las listas de éxitos, la meteorología o el tambaleante Millennium Bridge de Londres.
El caos cotidiano: pocas matemáticas y mucha ilustración
Los títulos de los libros son importantes: como el inicio de una buena noticia, enmarcan el tema, establecen el tono y manejan las expectativas del lector. Muchos libros fallan en este simple criterio. El caos cotidiano de Brian Clegg lo hace parcialmente: mientras que el título principal es adecuado, el subtítulo («las matemáticas de lo impredecible, desde el mercado de valores hasta las listas de éxitos o el tiempo”) no lo es. No hay fórmulas ni debates matemáticos reales. Hay, sin embargo, muchas ilustraciones, y esto contribuye al éxito del libro.
Ahora puedo decir que un mejor título hubiera sido El caos cotidiano: Una historia ilustrada.
Aunque se trata de una crítica, El caos cotidiano es una lectura divertida para el lector científico inexperto. Con sus páginas brillantes y numerosas ilustraciones en color, parece una versión muy ampliada de un artículo de una enciclopedia. Y es un cumplido. Como dijo Somerset Maugham: “Escribir con sencillez es tan difícil como ser bueno” y so ya sabemos que es un aspecto en el que muchos ensayos suelen fallar estrepitosamente.
El caos cotidiano se compone de siete secciones, cada una con una media docena de subcategorías de unas pocas páginas de extensión. Numerosas ilustraciones están dispersas por todas partes, algunas de las cuales ocupan dos páginas. Los dramatis personae (Newton, Laplace, Lorenz, Mandelbrot, …) son bien conocidos, al igual que los muchos subtemas (fractales, atractores, clima, emergencia,…). Si bien muchos de los temas y ejemplos están presentes en otros trabajos (donde también se explican de manera más formal), Clegg hace un gran trabajo organizando y presentando el tema.
Desde luego hay títulos más profundos, completos y sesudos que El caos cotidiano. Esta es una lectura ligera y accesible, pero no superficial. Una lectura valiosa para el no especialista.
Foto de Brett Jordan