Fijar demasiado la atención a nuestro entorno mediático es monótono y más desagradable que nunca. Cuando no son los escándalos de corrupción, son los ciudadanos secuestrados por huelgas de los servicios públicos, Cuando no, la sentencia del Tribunal Constitucional… que todos dicen que han ganado o todos que han perdido. Todo ello a pocas horas de la subida del IVA y cuando el único consuelo parece que sólo se encuentra en el alivio futbolero.
Gracias al escaparate del fútbol sudafricano hemos descubierto una de las grandes aportaciones del mundial, aparte de los errores arbitrales: la vuvuzela. Una especie de trompeta larga utilizada por los aficionados, cuyo sonido es similar al “barritar de un elefante o al zumbido de una abeja”
El ruido que produce un estadio con miles de vuvuzelas es tema de estudio. De hecho, se ha concluido que “puede ocasionar serios daños al aparato auditivo de las personas debido al elevado nivel de intensidad de sonido que emite. A modo de comparación, el motor de un avión en marcha genera 120 dB (decibelios), y al momento de despegar 130 dB. Una vuvuzela ejecutada a corta distancia alcanza 127 dB.”
Cuando ayer y hoy leía o miraba los “medios serios”, o sea las cabeceras de información tradicionales, pero también las casi-serias nacidas en Internet, me generaba un intenso dolor de cabeza. Pocas veces me ha parecido tan insólita, contradictoria y partidista la reacción de “o blanco o negro”. El ruido es tan pertinaz, que en un momento determinado parece que te acabas acostumbrando a la sintonía de esa vuvuzela mediática. Es justo en el momento en que ya estás abducido y sólo piensas en blanco o negro.
Personalmente estoy un poco harto que, unos u otros, me metan en guerras interesadas que no llevan a ninguna parte, o en debates estériles que no he pedido. Desde luego si no superamos esas batallas políticas y tribales, nunca llegaremos a nada ¿No hay ninguna posibilidad de salir de ese marco?
¿No deberíamos centrarnos en resolver los problemas importantes de presente y –especialmente- de futuro? ¿Tan difícil es centrarse en las prioridades de los ciudadanos?