Hablar de la banalización de la Navidad ya es tirar de tópicos. Un año tras otro, repetición de la jugada. El problema es que algunas de estas tradiciones empeoran con el tiempo.
Hay dos que sobresalen por el nivel de degeneración alcanzado: la decoración del exterior de los domicilios particulares y los inevitables christmas de navidad.
Vamos por partes. La decoración del exterior de los comercios puede aceptarse bajo la lícita coartada mercantilista. Aunque sinceramente, la práctica -con el sabor hortera y ostentoso habitual- lejos de atraer, me temo que auyenta la clientela.
Pero lo que de verdad cuesta de entender, es esa absurda competición que se instala en muchos domicilios de la mayoría de poblaciones, a ver quién tiene el peor gusto decorando su balcón o la fachada de su casa.
Me atrevo a decir que producen cierta vergüenza ajena. Lucecitas de todas las formas y colores, a cuál peor. El abeto navideño es opcional. Una práctica que lejos de dar ambiente navideño convierte el domicilio del interesado -y el de los pobres vecinos que lo soportan- en una especie de feria cutre… A pesar de todo, hay buenas noticias y un punto para la esperanza, parece que la moda de los Papa Noël en miniatura de todo a 100, amaina.
La otra tradición es el de envío de Christmas. Con la llegada de internet todo el mundo se atreve a mandar cualquier cosa, incluidos virus. No basta con mandar un simple email, con texto plano o un simple sms para (mayor regocijo de las operadoras). La vena creativa se manifiesta peligrosamente y el espectáculo está servido. Vamos, lo mejor de cada casa.
Vía Yolanda Llopis me llega un email-christmas curioso. Es como un oxímoron navideño. La combinación de una pseudo papa noël en actitud insinuante, junto al logotipo de una conocida ONG, dan un resultado letal. Ofensivo a la vista.
Al margen de ese empalagoso interés interesado por tocar nuestra fibra sensible, los hay que simplemente representan una auténtica apología del mal gusto navideño.