Hace unos días quedé profunda y gratamente sorprendido. En medio de una cena familiar en casa, surgió espontáneamente la conversación del por qué de la crisis. Mi hija –en 1º de Bachillerato- hizo una explicación sobre la crisis económica que yo no habría mejorado. Los cuatro nos enfrascamos en una conversación que para no aburrirte concluyó con una afirmación, no buscada, en la que “no hay que esperar nada de nadie”. Hay que confiar en las propias capacidades e iniciativa individual de cara al futuro. “Hay que emprender” sentenció con seriedad mi hija. Afirmación que maticé acerca de las dificultades, complejidad, etc.
No puedo esconder que en ese momento habría necesitado un babero XL. Me habría entrado pánico si hubieran escuchado de mis hijos la mínima posibilidad de estudiar para unas oposiciones. Afortunadamente no ocurrió. Da coraje que la educación de los hijos, sin duda la empresa más compleja, no lo estamos haciendo tan mal. Especialmente ahora, que la generación de los Ni-Ni son de una lamentable actualidad como argumento político. Creo que tenemos en la cantera a una generación de nativos digitales, preparados y bastante más maduros de lo que pensamos, concienciados de dónde estamos y hacia donde deberíamos ir.
Es esencial que a estas alturas, cuando parece claro que la etapa actual no es comparable en nada a las crisis anteriores, abordar el futuro con una actitud radicalmente diferente. No lo digo yo, lo dicen managers y profesionales con bastantes décadas de experiencia a sus espaldas.
No hay que ser economista para darse cuenta que el modelo económico sobre el que descansa nuestra sociedad, ha reventado. En España todavía más. Desde la UE nos piden que demostremos la credibilidad económica. El Gobierno sigue titubeando a la hora de acometer las reformas de pensiones, laboral y financiera. Imprescindibles para aligerar la pesada mochila de decisiones equivocadas o no-decisiones asumidas en el pasado. Nos hemos metido en un agujero del que nos costará salir. Además, como cuenta Juan José Güemes (presidente del centro Internacional de Gestión Emprendedora de IE Business School) “sabemos que un déficit público elevado desplaza a la iniciativa privada a la hora de captar capital, debido a la alta rentabilidad que un Estado se ve obligado a ofrecer a medida que aumenta su exposición a la deuda. Una falta de liquidez para financiar proyecto acaba por afectar a quienes están poniendo en marcha un negocio”
Nadie en su sano juicio confía en un mesías salvador que nos saque de ésta. De nuestros gobernantes y políticos hay que esperar poco o casi nada. Dispuestos como están a mantener un sistema político endogámico, de listas cerradas, financiación de partidos alegal, etc. su auténtica prioridad es mantenerse en el poder o acercarse a él. Suspenso rotundo en credibilidad.
Con este panorama sólo queda confiar en nuestra propia iniciativa. Hay coincidencia general en que “los emprendedores son la piedra angular en la que descansa la recuperación económica”. Si queremos que el ADN de nuestra economía evolucione, habrá que enseñarlo desde la cuna. Quizás nunca alcancemos a otras sociedades en las que los emprendedores son considerados héroes, pero como cuenta Juan José Güemes “debemos aplaudir los éxitos empresariales y celebrar los fracasos honestos, de los que derivan lecciones de los fallos de quienes han hecho todo lo posible para crear un negocio, aun sabiendo que la mayoría de los proyectos nuevos fracasan”. Eso hay ue enseñarlo en Primaria y ESO.
Sólo espero que nuestros políticos, en su manifiesta estupidez electoralista, demostrada con unos mimos exagerados hacia los Ni-Ni, no acaben por cabrear y desmotivar a una generación que sí confía en el futuro y sus posibilidades.