En momentos en los que la gestión emocional personal y colectiva es una cuestión de supervivencia, tocaba revisar y ampliar, mi primer Decálogo para contagiar optimismo publicado hace un año. Aquí va la ampliación:
- Escucha activa. Sentirse escuchado genera autoestima especialmente cuando nos interesamos de forma sincera y sin ponernos como protagonistas (“¿y qué sentiste?” mejor que “pues lo que me pasa a mí…”).
- Pensar en global y ayudar en local. No podemos aspirar a contagiar optimismo pretendiendo enderezar el rumbo de su vida, mejor conformarse en echar una mano en algo concreto y puntual. Con suerte ese gesto será el detonante de un cambio más importante.
- Optimismo inteligente. Es útil adaptarse y transformar nuestro pensamiento para ayudar a los otros a esperanzarse con lucidez. Por ejemplo en lugar de “es un fracasado” mejor un “en estas cuestiones no es donde mejor rinde”.
- Apertura a la diversidad. Hay que aceptar que cada individuo es un mundo. Hay que apreciar a los otros por lo que tienen de diferente y saber canalizar ese potencial individual.
- Transmitir entusiasmo. Hay gestos en la vida cotidiana que dan energía a los que tenemos alrededor (cantar, silbar, cocinar buena comida, explicar chistes, abrazar,…)
- Sentido del humor. Ayuda a los otros a cambiar los sentimientos que los levan a estar decaídos. A menudo el problema es la tristeza que nos produce pensar en la situación, más que la situación misma.
- Imperfección. hay que aprender a fallar. Los autoexigentes consigo mismos acaban siéndolo con los demás… y ello no siempre genera el optimismo necesario. Para reforzar a otras personas hay que aceptar sus errores.
- Elección de las preguntas. Insistir sobre las razones del desasosiego puede generar bloqueo, abramos una brecha de buenas sensaciones preguntando por los buenos momentos. Así también generaremos buenos sentimientos.
- Independencia. Aprender a juzgar las situaciones prescindiendo de nuestros deseos. Analizar lo que hay, no lo que nos gustaría que hubiera. Mantener la distancia emocional necesaria.
- Realismo. El idealismo utópico es una mala táctica. Para contagiar optimismo hay que conseguir equilibrio entre dos polos: ser pesimista desde el punto de vista racional, pero optimista por fuerza de voluntad.
- Compartir pasiones. Pocas cosas unen más que compartir con alguien, pasiones comunes. Recuerda, hay más pasiones más allá del fútbol.
- Gastar menos, no ganar más. ¿Cuánto de lo que consumes podrías prescindir? Piénsalo detenidamente. Rebajar nuestras necesidades de ingresos por convicción y no por obligación, nos traerán más sosiego y una vida más tranquila. Quizás entonces cumplamos con la máxima de “nos es más feliz el que más tiene, si no el que menos gasta”.
- Haz tu proyecto personal. Hazlo como tu única ocupación o compatible con otras ocupaciones. Puede ser un proyecto en el ámbito de la cooperación, en el empresarial, en la docencia,… Te ocupará tiempo de sofá o horas de sueño, pero enriquecerá tu existencia, te dará más equilibrio y aprenderás a valorar el ‘hacer’ más y ‘pensar’ menos. Valorarás más todo lo que te rodea.
- Sorprende. Rompe el guión de vez cuando. Nada es más enfermizo y decadente que ser previsible, un día y otro. Cárgate el guión e intenta provocar a los que te rodean… aunque te miren un poco raro.
- Un poco de ‘por favor’ y ‘gracias’.Es increíble la cantidad de personas que han perdido en su vocabulario habitual estas dos expresiones. Cuesta lo mismo hacer las cosas usándolas. El impacto en el prójimo siempre será mejor.
- Comparte deporte. Es bueno (y necesario) hacer deporte, pero todavía más compartir esa práctica con otros. No solo me refiero a ocupar el tiempo de ocio, prueba a “reunirte” mientras sales a correr. Es maravilloso.
Ahora te toca a ti ¿Qué quitarías? ?qué añadirías?