Daniel Pink publicó su ensayo “Free Agent Nation: The Future of Working for Yourself” donde puso negro sobre blanco algo que muchos llevaban tiempo experimentando, poniendo algo de luz al asunto. El autor divide a los agentes libres en tres grupos. Hay solistas. Hay microempresas. Éstos tienen tres o cuatro empleados. Y hay trabajadores temporales. Cerca de 3 millones de los 33 millones son trabajadores temporales (en EEUU).
A pesar del creciente número de agentes libres y de su influencia en nuestra economía y sociedad, existe poca información sobre su posible impacto en el presente y sus tendencias de futuro. Es difícil cuantificar el número y su impacto real. En España estamos por encima de tres millones de autónomos.
Especialmente el mundo de los “solistas” a lo que se refiere Pink en su ensayo, son dibujados como personajes de un mundo casi idílico. El paradigma de la libertad profesional, de la autenticidad, del desarrollo profesional. Pero no hay que ser un lince para darse cuenta que tiene grandes ventajas, pero también importantes exigencias e inconvenientes.
Evidentemente, el grupo de autónomos “solistas” sigue siendo muy heterogéneo y sólo una porción de éstos, encajarían en la idea de “agente libre” expuesta en este post. Aquí me refiero a ese grupo que sólo es apto para gente talentosa (o muy talentosa) y con una importante inteligencia social.
Todos conocemos a muchos de ellos, programadores, consultores, creativos, intérpretes, diseñadores,… Ya no es una cuestión de las cualidades que hay que tener, también una actitud especial hacia la vida. El tema de los agentes libres, no es una cuestión de autenticidad, ni de glamour. Es pura necesidad, pero no todo el mundo sirve o vive de la misma forma.
Ese grupo es selecto. Su auge es consistente con la exponencial importancia de tener una identidad digital, una identidad distribuida… y convertirnos en marca.
Todos tenemos en la cabeza a numerosos casos. Casos que sólo son posibles en un mercado conectado, abierto y transparente. Internet hace posible ese pequeño milagro de poder compartir, ser ayudado o ayudar y la estructura necesaria para lograr un mayor grado de libertad, independencia, expresión y calidad de vida…
La red ha acelerado un importante cambio en las actitudes y las pautas de trabajo en los profesionales y en las empresas. Esta autosuficiencia funciona muy bien para numerosas situaciones de la vida, mientras que en otras muchas, no funciona en absoluto. Unos saben y tienen la capacidad, -no sólo de adaptarse- sino de crecer e incluso reinventarse magistralmente jugando ese rol.
Pero no nos engañemos. Son una raza especial. Inquietos, disidentes, revolucionarios, rebotados, creativos, gente competitiva con instinto… de supervivencia. Y todavía contemplados como bichos raros.
Pocas veces alguien se convierte en agente libre fruto de una decisión meditada en el tiempo. Más bien se trata de la vía de encaje profesional en ese entorno económico tan complejo… y líquido. Pero no es menos cierto que muchos de los que “prueban” ser agente libre, luego les es prácticamente imposible cambiar su status a asalariado.
Los tiempos cambian, pero somos herederos de un sistema de valores determinado, dónde no se cultiva demasiado la cultura emprendedora. Por eso, y a pesar de las posibilidades y el privilegio de ser agente libre, la cuestión es ¿se es por obligación o por elección?