No me malinterpretes, cualquier iniciativa que permita subir los alicaídos ánimos de la ciudadanía es bien recibida. Así pues, la campaña ‘Esto lo arreglamos entre todos‘ me parece inicialmente saludable. Un proyecto empujado por las cámaras de comercio, grandes empresas, organizaciones variadas y personalidades de prestigio como
La primera conclusión es constatar lo mal que tiene que estar el patio para que se fragüe semejante iniciativa. ¿Te imaginas el briefing de campaña? Excelente ejercicio de como diría Zygmunt Bauman en su último y recomendable ensayo (‘Mundo consumo’), de que hemos pasado de ser una sociedad de productores a una sociedad de consumidores.
Ese es el tono y así nos tienen que hablar. Dice Bauman que como consumidores buscamos “satisfacción rápida con compromiso cero, relación breve e intensa con responsabilidad nula”. Nos seduce “el mito del comienzo perpetuo rendido al fetichismo de la novedad”. “Y esa novedad con fulgurante fecha de caducidad no es sólo el objeto: es la del propio sujeto consumidor convertido él mismo en objeto de consumo, es la de los hábitos, la de las acciones y las pasiones, o la de las relaciones sociales, afectivas o laborales”.
Por decirlo de un modo elegante, parece que en esta ocasión, los creadores de la campaña “Esto lo arreglamos entre todos” se han leído a fondo a Bauman en la que proclama “el secreto de toda socialización con éxito es conseguir que los individuos deseen hacer lo que el sistema necesita que hagan para reproducirse a sí mismo”. Un proceso “que puede recibir nombres como los de ‘movilización espiritual’, ‘educación cívica’ o ‘adoctrinamiento ideológico’.
Una iniciativa que, como insiste Bauman, “devalúa la gratificación individual del ahora” y nos arrastra hacia un “nosotros deliberadamente confuso que nos procurará una mejor vida para todos”. “Una especie de renuncia de los intereses individuales ante la supervivencia y el bienestar de un todo, del país y de la causa nacional”. “Un auténtico festival de la unión y la pertenencia comunes». Como insiste Bauman “estos carnavales guardan una gran similitud con las danzas de la lluvia y las sesiones de espiritismo, durante las que las personas juntan las manos e invocan el fantasma de la difunta comunidad”.
Independientemente de las ironías que despierta la iniciativa, nuestro problema no lo va a resolver esta campaña de maquillaje. El problema es más profundo, ‘estructural’ que dirían los expertos.
Quizás por esta razón, me llamó la atención las palabras de Kenneth Morse, fundador del Centro de Emprendedores del Massachusetts Institute of Technology “En España hace falta más ambición y menos envidia”. K.Morse lo tiene claro “en los próximos 5 años, la mayor parte del empleo que se creará en España vendrá de las start-up”. Ahí está una de las claves.
Tal vez por eso, en lugar de tanta campaña buenrollista o de chapuzas en forma de Planes-E, tendríamos que aprender algunas cosillas de California que como cuenta K.Morse -además de los ERES con funcionarios- “sólo se necesitan 20 minutos y 20 dólares para crear una empresa”. Igual que aquí.