Aunque está casi todo escrito acerca de social media, déjame compartir algunos aprendizajes sobre la materia. A pesar de lo trillado que parece, la conclusión es que es bastante más difícil de lo que pueda parecer de antemano. Quien piense que esto se soluciona dándole a la tecla, está francamente equivocado.
La pizarra y el 4-3-3 sólo son una declaración de intenciones. La ejecución es la fase más compleja. Exige mucha atención, tensión continuada, toque suave, altas dosis de inspiración y elevado espíritu constructivo.
Hablamos de personas. Material etéreo, especialmente la figura del ‘influenciador’. Elementos con neuronas, verbo fácil y elevada capacidad de comunicación. Con alta sensibilidad y ego más o menos importante. Cuanto mayor sea la capacidad de influencia de esos influenciadores reunidos alrededor de tu causa, más complejo es “gestionarlos”. Y digo “gestionarlos” entrecomillado, porque a la que se huelan que los estás llevando al huerto, esto es, que sospechen que les estás tratando de teledirigir, huirán.
Hay cosas que aprender. Cuando reúnes a influenciadores por la cara, la primera lección que tienes que tener claro es que ese grupo no te pertenece. Ni a ti, ni a nadie.
La segunda. No cambies de causa, ni de guerra. Mucho menos de forma unilateral. Nunca es cuestión de matices. Apasionas o no, esa es la diferencia.
Tercera lección. No intentes decir lo que tienen que hacer. Los influenciadores son lo que son, porque que hacen y ‘escriben’ cuando quieren y sobre lo que ellos quieren. Insinúa un poco de pastoreo, y verás cómo te queda el supuesto rebaño.
Cuarta. El efecto boomerang. En el peor de los casos, si pierdes a algún miembro respecto a tu causa, ni se te ocurra cabrearlo, y mucho menos atacarlo. Un verso suelto, que ha tenido acceso a
Quinta. No mezcles churras con merinas. Si tienes a individuos remunerados, no los mezcles con los que están por amor al arte, especialmente si necesitas reunirlos de vez en cuando. Se claro y transparente desde un principio. Y sobretodo, no los trates igual. Porque no son lo mismo.
Sexta. Esto va de comunicación y no de tecnología. Quien motiva, persuade e inspira es la persona, no la tecnología. Prioriza la tecnología antes que las personas y verás el resultado.
Séptima. Cuanto más simple, mejor. Sofistícalo con procedimientos y te quedarás sólo. Los procedimientos y los influenciadores no acaban de casar bien.
Octava. Mide pero no te obsesiones. Los objetivos mejor si son terrenales, porque salvo milagros, son los únicos que podrás alcanzar.
Novena. El director general no tiene porque ser un evangelista del social media, pero si no lo entiende, es que estás en la organización equivocada.
Y décima. La lealtad nunca es gratis. Sin recompensa, no hay lealtad. Si no hay dinero por el medio, tienes que inventarte una recompensa de suficiente valor. No tiene que ser material, pueden ser privilegios de algún tipo, información en exclusiva, prestigio o algo que compense ese esfuerzo y dedicación. Y no todos somos iguales. Es lo primero que tienes que tener claro.
Si no estás en condiciones de someterte a estos principios básicos, no intentes conquistar el mundo porque saldrás trasquilado…
Y tú ¿Qué cambiarías o añadirías?