Pido disculpas por adelantado por si alguien se siente ofendido por el uso metafórico del término “beatificación”. Las circunstancias obligan a ser contundente y afilar un poco el sarcasmo. Por tanto la pregunta es ¿Qué te parece si beatificamos a algún emprendedor? O mejor aún, a una emprendedora? Quedará más políticamente correcto.
Si eres poco conocedor de la materia religiosa, puedes echar mano de la Wikipedia. Verás que “Un beato es un difunto que mediante el proceso de beatificación ha sido nombrado así por el Papa en nombre de la Iglesia Católica. El beato puede ser venerado en público en una región determinada, generalmente la región que pidió su beatificación. El término beato significa literalmente feliz (del latín beatus), o bienaventurado en sentido más amplio, aludiendo a la creencia de que esa persona está ya gozando del paraíso. La consideración de beato constituye el tercer paso en el camino de la canonización. El primero es Siervo de Dios, el segundo venerable, el tercero beato y el cuarto santo.”
Los emprendedores luchan por su supervivencia. A algunos les va muy bien, a otros están más “p’allá que p’aquí”. Es tan complejo ser emprendedor y triunfar, que los que lo consiguen, lo explican bien y si encima conectan con la gente, suelen ser venerados.
Los emprendedores no suelen estar en el paraíso (que más quisiéramos) pero les gustaría alcanzarlo. Son inexplicablemente felices con lo que tienen entre manos. Sabemos que la fe en el proyecto en ocasiones ciega, tanto que a veces no parecen ser de este mundo. O que son vistos como santones.
A los emprendedores, igual que a los beatos, alcanzan el paraíso cuando han conseguido algún milagro. Se acepta en singular o aunque los hay que conjugan en plural.
Al emprendedor de éxito, porque si fracasa suelen ser ignorados o menospreciados, siempre tiene quien le cante sus alabanzas. Por aquellas cosas de la reputación, los méritos siempre quedan más creíbles en boca de otro, más que mirarse públicamente el ombligo.
Para beatificar a un emprendedor basta con la declaración oficial de su martirio. Actualmente algo bastante sencillo. Por ello no se requiere ni el proceso de virtudes heroicas ni tampoco el milagro, algo que si se exige para la canonización o sea el emprendedor capaz de algún super hit (tipo Google, Facebook, etc..)
Vulgarmente, también se conoce por “emprendedor” a la persona muy apegada a los saraos reales o virtuales sobre la materia y a la amplia literatura del tema. Hay mucho emprendedor de pose, de hobby. Estos son “beatos”, perdón “emprendedores de postal”, y aunque no sumen, contribuyen a dar ambiente y suelen quedar francamente bien en la economía del decorado.
Bromas aparte y hablando en serio. El futuro de la economía de un país está en manos de los emprendedores. En una economía como la española donde el noventa y pico por ciento de las empresas son pymes, más. Están muy bien los premios y los eventos para emprendedores, pero eso es peligrosísimo si lo dejamos aquí. Tenemos un problema con sistema bancario español, ese que se está saneando gracias al dinero público de nuestros impuestos pero que luego no llega a donde tiene que llegar.
Es inmoral que tras años de enriquecerse obscenamente, el sistema financiero español opte por usar ese dinero público para tapar sus vergüenzas y siga alardeando (algunos) de beneficios multimillonarios. Y aquellos que han suspendido o no han hecho sus deberes, su máxima preocupación sea deshojar la margarita para saber con quien se fusionan y dirimir el reparto de los sillones.
Peor que todo esto es alimentar las nuevas vocaciones emprendedoras por cuestión de imagen, y en el momento de la verdad escudarse en la ortodoxia bancaria. O como me defendía una ejecutiva bancaria “lo hacemos para defender el ahorro de nuestros clientes”. Eso es muy feo. Trata de imaginarte como debían sentirse los cristianos en la época de los romanos, los arrojaban a los leones, con el argumento de divertir a la plebe y a los patricios romanos.