De las pocas cosas puedo tener claras con los años de empresa, es que encontrar un buen socio no es tan fácil ni tan obvio como parece a simple vista.
Hace unos días leí de forma casi compulsiva “Multimillonarios por accidente”, el libro de Ben Mezrich que relata la historia novelada de Marc Zuckerberg y Eduardo Saverin, dos estudiantes escasamente populares que acabaron creando Facebook.
Aunque quizás muchos se fijen en el relato del éxito, del talento de sus fundadores. O de las fiestas locas y sexo con mujeres despampanantes. A mí me ha parecido mucho más interesante la evolución del dinero de los inversores y muy especialmente la relación de los socios y la traición entre amigos.
Aunque el caso de Facebook es una rara avis, lo de los conflictos entre socios es uno de los puntos más complejos de gestionar en cualquier empresa y una de las principales causas de mortalidad de los proyectos. Las personas cambiamos, los proyectos evolucionan, las circunstancias nos afectan de formas muy diversas, y no nos engañemos, las relaciones humanas son una de los aspectos más complejos que existen.
Lo realmente sorprendente, al menos en mi experiencia es ¿por qué razón los futuros inversores de un proyecto no profundizan más en las relaciones existentes entre socios? Y aunque en verdad esta es una cuestión que quede amparada en el “pacto de socios” las relaciones entre socios, la química existente, la relación profesional, puede condicionar de forma determinante la evolución de un proyecto.
Desde luego, si en fases iniciales existe conflicto entre socios, la empresa tiene elevadas posibilidades de irse al garete. Tener buenos compañeros de viaje no garantiza el éxito, pero ir con “malos” compañeros, sí. Alguien acabará recibiendo, el otro socio o el mismo proyecto.
También es curioso como los emprendedores invierten horas y horas en definir el proyecto o en buscar el capital, y no dedican suficiente tiempo en “contrastar” si su socio es el más apropiado o no. Supongo que para eso hay que ser un fuera de serie. Lo dicho, que encontrar buen socio es más difícil que encontrar buena pareja.
Y con todos mis respetos hacia el éxito alcanzado por Marc Zuckerberg, después de la lectura de “Multimillonarios por accidente” me cae especialmente mal. Ahora entiendo cómo pudo decir la estupidez de “La Edad de la Privacidad ha terminado”. Al final todo cuadra.