Cuando tengo sesión de tutoría-coaching con mis alumnos, es fundamentalmente para contrastar aspectos acerca de su carrera profesional. Sobre cómo orientarla, su optimización, próximos pasos, decisiones complejas. En verdad son sesiones en las que se aprende mucho.
Por el hecho de ser alumnos del máster no tienen su futuro garantizado, en absoluto. Aunque es cierto que probablemente lo tendrán mejor que otros. Siempre me gusta insistir en que depende de la actitud de cada uno. El título no garantiza nada, la actitud te acerca más.
Todos conocemos a gente brillante sin másters. O incluso sin licenciatura. Y también justo todo lo contrario. A coleccionistas de títulos, a cual más rimbombante pero que no te gustaría tenerlo en mi equipo, ni gratis. Y es que un título, no hace a la persona.
Algunos pueden extrañarse que con mi vínculo al máster de marketing directo y digital de Idec-UPF haga estos comentarios. Pero justamente los hago porque ese es el espíritu que intentamos inculcar y desarrollar.
Hace pocos días una tutoría-coaching me inspiraba para el post. Licenciada, con nivel alto de inglés, cuatro años de buena experiencia profesional. Se fue al paro. Ahora trabaja media jornada en una buena empresa, gana poco, aprende mucho y encima dispone de más tiempo para aprovechar al máximo el máster.
Está inquieta. Un poco preocupada. “Tengo 26 años y cuando estaba en la universidad pensaba que a esta edad sería directora de marketing” “cuando me quedé en paro me agobié», “luego llegué a la conclusión que necesitaba resetearme y del ‘ahora o nunca’ con un máster”. Ahora está contenta, con menos dudas pero aún temerosa de desaprovechar la oportunidad.
En general son una generación que han crecido felices y bastante sobreprotegidos. Una adolescencia escasamente rebelde (¿para qué si ya lo tenían todo?). Algunos se aproximan a la treintena. Siguen trabajando duro para hacerse un hueco en el mercado. El presente es precario, pero es lo que hay.
“La mayoría de mis compañeros de promoción están en el paro o simplemente sin trabajar” me describe otra licenciada en Comunicación Audiovisual de veintitantos años que trabaja en una pequeña empresa. Se considera afortunada, pero queda lejos ese brillante futuro que le prometieron durante su etapa universitaria. La crisis apareció en plena rampa de aceleración laboral. La mayoría no se han emancipado y siguen (con)viviendo con sus padres. Y así seguirán a medio plazo.
Las universidades y especialmente algunas escuelas de negocios, alimentan esas expectativas y las convierten en poco menos que su único y principal argumento de venta. Esa venta de títulos milagrosos es extraordinariamente peligrosa. El ‘buscar trabajo’ está obsoleto, pero la promesa de que ‘te convertirás en director de marketing’ también. Es imprescindible substituirlo por un ‘te enseñaremos a buscarte la vida’.
Están despistados, cuando no, indignados. Se licenciaron, dominan idiomas e hicieron másters de todo, pero la estabilidad y el éxito profesional, no llega. Ni se le espera.
El mercado laboral anda revolucionado, pero los funcionarios de la formación universitaria siguen con lo suyo, suministrando grandes raciones de conocimientos inútiles o desfasados. Y sobretodo produciendo alegre y eficazmente ‘personas que exigen empleos’. Todo un logro.
Ante esto hay poco que hacer. La mayoría de los profesores universitarios forman parte de clanes intocables. Hace tiempo han perdido contacto con la realidad. Los daremos por perdidos. Tan sólo podemos confiar que un milagro invierta su avanzado proceso de momificación.
Lo único recuperable son aquellos chavales de veintipocos años. Aquellos que tiene ganas de espabilarse y pelear con intensidad por lo que quieren. “Desperézate, deja de quejarte y de encontrar excusas” les diría.
“Abre los ojos y aprovecha las oportunidades” que todo está por hacer y está interconectado. “Sigue blogs, escribe si puedes”. Como dice Trina Milán añadiría un “aprende a buscar y a mantener la curiosidad”. A lo que seguiría un “implícate en eventos de tu sector, también con los relacionados a Internet. Trabaja tu perfil profesional en las redes sociales. Conéctate con gente a la que te gustaría emular profesionalmente, convéncelos para que sean tus mentores o simplemente que su conversación active tus neuronas”.
Y sobre todo “invierte tu tiempo, tu dinero, tu energía, en algo que te verdad te apasione… pero hazlo ahora”.